Artículo de Ignacio Camacho en “ABC” del 12 de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Ningún secreto
es a estas alturas que varios millones de españoles consideran a Zapatero un
problema para España, pero sí resulta novedad que no pocos socialistas empiecen
a verlo como un inconveniente para su propio partido. Al conocido recelo de los
tardofelipistas, a la contrariedad de los
socialdemócratas moderados y a la sofisticada distancia moral y política de
Bono se está uniendo la suspicacia de bastantes dirigentes territoriales y
locales que temen que la influencia de la mala imagen del presidente les
complique la renovación electoral de sus cargos. El retroceso de los sondeos
está haciendo estragos en la confianza sobre su liderazgo, de tal modo que
numerosos zapateristas sobrevenidos, que abandonaron
sus dudas iniciales ante su vitola de ganador, han vuelto al estado de alarma
al comprobar el impacto negativo de su pésima gestión de la crisis económica.
El debate sobre la tercera candidatura presidencial no es un rumor superficial
ni una serpiente de invierno; está ahí, larvado y en voz baja, como un runrún
perentorio a la vista de un desplome que hoy por hoy convierte su continuidad
en un regalo para el PP.
Otra cosa
es que la retirada pueda plantearse en una organización dominada por una
generación a la medida del zapaterismo. La mayoría de
los críticos carecen de fuerza interna salvo una improbable coalición catalanoandaluza que acabaría desestabilizando a la propia
marca electoral socialista. La intención de los disidentes pasaría por la
creación de un estado progresivo de opinión que empujase al propio líder a
poner en marcha su sucesión en el último tramo -2011- de la legislatura. Pero
para que esa corriente renovadora cuaje con masa crítica suficiente es
necesario que la brecha con el PP sea más profunda, por encima del máximo de
cinco puntos que hasta ahora registran las encuestas más negativas para el
PSOE. Con seis o siete puntos de distancia consolidada no habrá quien pare la
emergencia de un clamor de cambio.
Es
pronto para eso. Zapatero confía en remontar su descrédito a través del
protagonismo de la presidencia europea y de la propia evolución de la recesión
socioeconómica, que aunque no sabe combatir puede ir remontando lentamente
sola, a base de estímulos externos. Si las diferencias se recortan durante este
año, el presidente se sentirá en condiciones de decidir sin influencias.
Claro
que él mismo nunca se ha pronunciado sobre la propia duración de su poder.
Algunos zapaterólogos sostienen que puede tener
pensado apartarse como una última finta, tan propia de su arriesgado talante de
jugador de fortuna. Lo que probablemente no esperaba es que incluso esa
voluntaria pirueta final pueda tener que abordarla desde una situación de
desgaste forzoso. No es lo mismo irse en triunfo que salir empujado por la
necesidad de evitar una debacle. Digamos que existe una cierta diferencia para
la autoestima.