LA MENTIRA COMO REFLEJO
Artículo
de Ignacio Camacho en “ABC”
del 12-3-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Está tan
acostumbrado a no decir la verdad que a bote pronto le sale antes una respuesta
falsa que una cierta. Cuando no prepara sus intervenciones con un gabinete de
asesores, el presidente se queda a merced de sí mismo y no sabe salirse de una
situación incómoda. Suponiendo que la verdad sea incómoda, que no tendría por
qué. En el caso de las pensiones privadas, Zapatero debió de pensar que sí lo
era, pero de todas las contestaciones posibles eligió la peor, que es la
mentira; resulta impensable que no imaginase que se lo iban a mirar de
inmediato. Tenía montones de evasivas a su alcance: no lo sé, no recuerdo,
tendré que mirarlo, eso me lo lleva un asesor fiscal, no creo que sea
importante, etcétera. En vez de eso, optó por un no. Y es un sí. Un triple sí,
porque tiene al menos los dos planes particulares que declaró en 2004 y el
general de los diputados del Congreso. Nada inconfesable: se trata de una
medida de ahorro legal, prudente, aconsejable y muy extendida.
Pero intuitivamente se situó a la defensiva porque se sabía preso de una
contradicción política. Y cuando se siente acorralado tiende a mentir como los
niños, con un banal reflejo defensivo.
Si
ese incidente le hubiese sucedido a su admirado Obama
habría tenido que hacer frente a una tormenta política. En las democracias
anglosajonas, de fuerte raíz ética puritana, la mentira de los gobernantes está
muy mal vista. Se exige a los dirigentes públicos una coherencia primordial en
sus vidas privadas y se entiende que no deben hacer lo contrario de lo que
predican, y menos ocultarlo o negarlo. Esta clase de asuntos son muy delicados
por ahí fuera; la cuestión se llama transparencia y no admite transgresiones
veniales.
La
polémica sobre los planes privados de pensiones está objetivamente
sobredimensionada; no se trata de una fórmula incompatible con la pensión
pública y la mayoría de sus millones de suscriptores lo han contratado como complemento
de ésta. Ocurre que los socialistas abundan en declaraciones demagógicas con
las que se pillan los dedos; el mismo ministro Corbacho, al formular la honesta
declaración que ha dado lugar al alboroto, olvidó que hace tan sólo unos meses
había sucumbido él mismo a la tentación populista de apostrofar a los tenedores
de planes como malvados capitalistas alejados del sufrimiento del pueblo. Ésta
es la clase de superficialidad que invalida a nuestra dirigencia: han dado
todos en creer que la memoria social es tan volátil como sus conveniencias
oportunistas. Y ya no es que sean incapaces de recordar lo que dicen, cosa
lógica entre tan frecuentes cambios de opinión; es que, como en el caso de
Zapatero, se les olvida hasta lo que firman. Y así sale luego en las encuestas
la clase política: un colectivo de gente que habla demasiado para tener tan
poca palabra.