EL AJUSTE «SEXY»
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 31 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
La explicación
más desconcertante de la congelación de las pensiones es la de que se trata
de... ¡un gesto publicitario! Sostiene Zapatero que los mercados reclamaban
providencias rápidas y contundentes para respaldar la deuda y que la decisión
de dejar ateridos a los pensionistas es uno de esas medidas «que se entienden a
la primera»; al menos, así se lo explicó a Rajoy cuando trataba de obtener su
apoyo. Es decir, que bien se podían ahorrar 1.500 millones de otra manera, pero
el Gobierno necesitaba un guiño propagandístico que hiciese creíble su plan
ante los alarmados socios europeos, y le pareció que ninguno tendría impacto
más seguro que el de cargarse la precaria subida de los jubilados. Zapaterismo puro: nada maneja mejor este presidente líquido
que la política gestual, la escenificación de apariencias, la categorización de
las anécdotas. Sólo que en esta ocasión se trataba de una anécdota bastante
cruel, inoportuna y desconsiderada.
Si ésta
es la verdadera razón de ese recorte -y resulta bastante verosímil en la lógica
eminentemente publicitaria de este Gobierno- estaríamos ante el paroxismo de la
superficialidad simbólica que caracteriza el lenguaje político del zapaterismo. Un guiño para la galería, como el de hacer
ministra del Ejército a una Carmen Chacón embarazada o el de quedarse sentado
ante la bandera estadounidense. Un desaprensivo mcguffin
en el guión de una política trivial que necesita de reclamos, espejismos y
señales para divulgar su liviano mensaje. Una mueca cínica con la que reforzar
el spot de un cambio de estrategia. Un mohín discursivo para volver el ajuste
«más sexy», como decía aquel asesor de Tony Blair que exageraba los informes
sobre Irak para presentarlos más sugerentes a la opinión pública.
Zapatero
necesitaba un tijeretazo sexy, sugestivo, prometedor, con el que aplacar a Merkel, Sarkozy y Obama, cuya
frase sobre la marea negra de Louisiana -«¡tapen ese maldito agujero!»- parecía pronunciada al
teléfono de la Moncloa en la ya célebre conversación imperativa sobre la
reconducción del déficit español. Y le pareció que anular la financiación extra
regalada a las autonomías -11.000 millones, la mitad del total del ajuste
previsto-, o reducir los fondos sin fondo de partidos y sindicatos -más de 600
millones/año-, o adelgazar la red de empresas públicas estatales, o expurgar el
sumidero de subvenciones oficiales, no iban a parecer medidas lo bastante
seductoras para contener la airada presión de los prestamistas ante su derroche
desmadrado. Necesitaba algo más terminante, más claro, más inmediato y fácil de
entender. Las pensiones, claro.
Y las
congeló. Como el que redacta un anuncio, como el que acuña un slogan, como el
que posa para una foto. Que de eso se trataba al fin, de retratarse ante Europa
como Zapatero el austero, Zapatero el frugal, Zapatero el ahorrador. Una mera
pose, un gesto. Una siniestra propaganda.