TAL COMO ERA
Un político sin
solvencia ni preparación, frívolo, hueco, táctico, relativista, líquido. Puro
pensamiento débil
Artículo
de Ignacio Camacho en “ABC”
del 23 de julio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Es cierto
que el poder no lo ha cambiado. Eso es lo más inquietante: que al cabo de seis
años de presidencia y diez de liderazgo partidista José Luis Rodríguez Zapatero
sigue siendo exactamente como parecía que era. Un político sin solvencia ni
preparación, veleidoso, frívolo, hueco, relativista, cuya propiedad más sólida
es un sentido pragmático de la supervivencia a cualquier precio, «cueste lo que
cueste». Un líder adaptadizo sin sentido de la
responsabilidad de Estado; un dirigente de ideas superficiales que gobierna a
base de gestos demagógicos y efectistas; un táctico de visión corta desprovisto
de sentido estratégico. Un producto quintaesenciado de la posmodernidad, el
pensamiento débil y la sociedad líquida.
Para
evaluar con exactitud la década zapaterista no hay
que atender los discursos autocomplacientes del aniversario, ni el crispado
rechazo que ha generado en los sectores liberales y conservadores; es menester
escuchar a esa vieja guardia que lo alzó por miedo a un ajuste de cuentas
interno, a los guerristas y a los tardofelipistas que
lo avalaron por no acabar de fiarse de las intenciones de Bono. Hay que
consultar a esos socialistas ya desencantados que proclaman de forma cada vez
menos disimulada su preocupación crítica por la deriva relativista del proyecto
socialdemócrata, su desasosiego por el cuestionamiento de la legitimidad
constitucional, su zozobra ante la progresiva entrega al chantaje del soberanismo. Y oír el recelo creciente que hasta ahora
habían ocultado los seis años de poder y que se manifiesta ya sin tapujos ante
la perspectiva de un fracaso que cristalice todos los defectos latentes del zapaterato en una quiebra capaz de arrojar al centenario
partido por una escombrera política.
La
clave del zapaterismo no son las leyes de ingeniería
civil ni las políticas económicas derrotadas por la realidad de la crisis, sino
su vacilante concepto nacional, su clamorosa carencia de una idea de España,
que ha convertido al PSOE en una difusa confederación de intereses
territoriales en continua tensión por las contradicciones de sus precarias
alianzas de poder. Hasta ahora la permanencia en el Gobierno ha funcionado como
argamasa de esas tensiones, pero la perspectiva de la derrota deja al
descubierto las grietas que han ido descomponiendo la unidad del partido y han
trasladado la falta de proyecto de su líder a la propia estructura del Estado.
Zapatero ha vaciado de cohesión tanto al Gobierno como a la organización que lo
sostiene, y su inconsistencia trivial compromete no sólo la estabilidad de la
nación sino el futuro mismo de una socialdemocracia sin referencias estables de
ideología y de estrategia. Al cabo de diez años, la experiencia más
desalentadora de su liderazgo es la comprobación de que, en efecto, aquel
político insustancial no ha cambiado. Salvo para volverse mucho más sectario.