CUATRO NEGRITOS

Es verdad que no somos Irlanda. Ése es el problema, que somos España y nos estamos quedando sin cortafuegos

Artículo de Ignacio Camacho  en “ABC” del 24 de noviembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

Con un breve comentario al final:

¡QUE DIMITA DE UNA VEZ!

Luis Bouza-Brey (24-11-10, 21:00)

La crisis es un virus mutante que ataca al sistema buscando las debilidades de su defensa inmunológica. Primero asaltó el entramado financiero, luego la burbuja inmobiliaria, más tarde encontró brecha en el desequilibrio fiscal y ahora acomete el mercado de la deuda. La inestabilidad del crecimiento español, la falta de vigor de nuestra economía, la ausencia de un rumbo político y la fragilidad del modelo estructural le han proporcionado un hábitat de supervivencia en el que multiplicar su fuerza expansiva. El virus se propaga con una asombrosa voracidad destructora aprovechando la anemia de un Estado deprimido que rechazó la vacuna del ajuste y no encuentra ahora antibióticos de emergencia para combatir la infección. Estamos a su merced y al Gobierno, incapaz de detectar la patología, sólo se le ocurre tomar aspirinas para bajar la fiebre.

Los temibles mercados financieros, que no son otra cosa que gente que nos ha prestado dinero para mantener un gasto hipertrofiado, han liquidado a Irlanda en un suspiro y miran a España con los ojos inyectados en sangre. Ayer tumbaron la Bolsa, machacaron a los bancos, hicieron una sangría en el Ibex y amenazan con imponer condiciones draconianas, sí o sí, para seguir sosteniendo la deuda del país. El domingo, mientras la Unión Europea decidía el rescate irlandés, el presidente aseguró en una entrevista que descartaba más reformas y que consideraba suficientes las medidas tomadas. La respuesta ha sido fulminante: una crisis de pánico, una escalada de la prima de riesgo, un destrozo bursátil, una brusca retirada de confianza que cimbrea la ya endeble estructura de nuestro sistema económico.

El siniestro mecanismo de los diez negritos —que en Europa son cuatro: los llamados países periféricos— se está quedandosin piezas y cada vez tenemos delante menos cortafuegos. El ataque viral de esta semana ha desdeñado a Portugal como pieza demasiado fácil y se ha centrado en la carne española. Los mercados no necesitan razones; en cuestión de confianza cuentan los intangibles y la atonía del Gobierno ha sembrado el miedo. Los inversores temen que no podamos pagar y no se conforman con la retórica del zapaterismo. Los expertos más optimistas cifran su esperanza en la escala gigantesca del problema español: es tan gordo y necesitaría tanto dinero inyectado que el rescate puede hacer zozobrar el euro y quebrar la unión monetaria, arrastrando incluso a Alemania como tenedora principal de la deuda. Pero la realidad es una amenaza seria de default, de colapso. Un escenario de hecatombe.

Acostumbrados a destilar grandes problemas en minúsculos argumentarios de manual, los políticos se limitan a repetir el mantra de que no somos Irlanda, como antes coreaban que no somos Grecia. Y tienen razón, pero ése es exactamente el problema de ahora mismo: que somos España y vienen a por nosotros.

Breve comentario final:

¡QUE DIMITA DE UNA VEZ!

Luis Bouza-Brey (24-11-10, 21:00)

El PSOE no quiere darse cuenta de que o lo obligan a dimitir o ya pueden ir preparando las maletas por muchos años. Porque el hecho es que con Zapatero al frente del país la confianza es cero, y la inversión negativa. Por tanto, cuanto más se prolongue esta situación peor irán las cosas: aumentará la fuga de capitales e inversores, aumentará el paro, aumentará el déficit fiscal y presupuestario, cerrarán más pequeñas y medias empresas, aumentará el precio de la Deuda y disminuirá la cantidad de dinero dispuesto a comprarla.

Pues bien, o se detiene el caos o esto va a reventar por  varios frentes de un momento a otro.

Pero existen varias salidas a la parálisis: la primera es que Zapatero tiene que dimitir, porque constituye un lastre y un impedimento para la búsqueda de soluciones a la parálisis y degradación del país. Y la dimisión deben exigírsela sus propios compañeros de partido, mediante la retirada de apoyos parlamentarios y la designación de un nuevo candidato a la Presidencia del Gobierno. Ese nuevo Presidente designado por la mayoría parlamentaria podría hacer varias cosas: disolver las Cámaras antes de que se cierre el plazo para hacerlo antes del verano, o intentar llegar a un pacto de Estado con el PP para adoptar medidas urgentes de tipo económico y social, comprometiéndose a convocar elecciones a partir de septiembre. Porque hacen falta dos cosas: un gobierno que gobierne y adopte medidas contra el caos y unas elecciones que otorguen la confianza a un nuevo gobierno ---si de gran coalición mejor--- que pueda proporcionar un horizonte de firmeza y estabilidad.

Si no se cambia la Presidencia del Gobierno y se convocan elecciones en el plazo prudencial que se considere conveniente, pero sin alargarlo hasta después de este año en curso, va a ser cuestión de comenzar a pensar en responsabilidades penales por traición y prevaricación contra diversos responsables del caos en que nos han metido.