DEMOCRACIA TONTA
Este pusilánime
ejercicio de «democracia tonta» otorga a ETA un premio político sin que
renuncie a las armas
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 08 de mayo de 2011
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
No era doble lenguaje; se trataba de doble juego camuflado en una banda ancha de mensajes de apariencia contradictoria. El Gobierno y el PSOE no estaban en sintonía distinta respecto a la legalización de Bildu, sino que se habían repartido desde el principio los papeles en una estrategia común presidida por la intención de dar paso libre a los batasunos y urdida con el estilo sinuoso de Rubalcaba. El Constitucional era la baza última de ese designio, en el que la impugnación de la candidatura proetarra desempeñaba el papel de un arriesgado farol con el que salvar la cara ante la opinión pública. La operación estaba diseñada en la confianza de que la disciplina práctica de voto de los magistrados del TC garantizaba el veredicto favorable a los verdaderos intereses gubernamentales sin que el poder tuviese que asumir el coste ni la responsabilidad. La permeabilidad política del Alto Tribunal avergüenza al sistema judicial y degrada su credibilidad, pero hace tiempo que está descontada. La prioridad del poder consistía en permitir el acceso de Bildu como fórmula de relegalización de Batasuna, y el Constitucional le ha servido de instrumento ejecutor para no mancharse las manos. El tiempo dirá cuáles son las contrapartidas de este oportunista paso atrás que liquida de hecho el Pacto Antiterrorista, retrocede diez años en la lucha del Estado contra ETA y permite a la banda colocar un comando político en las instituciones vascas.
Las sospechas sobre una nueva hoja de ruta de un Proceso de Paz 2.0 cobran fuerza ante esta especie de mascarada que otorga al conglomerado etarra un premio político sin tener que dejar las armas. En el mejor de los casos, el desenlace supone un desconsolador ejercicio de democracia tonta, que es la que bajo el aliento de un pusilánime buenismo permite que se aprovechen de ella sus enemigos. Esa medrosa debilidad estructural consintió que ETA pasara tres décadas encastrada en los mecanismos institucionales hasta que la unión de los grandes partidos corrigió el desajuste en un ejercicio de firmeza con el que el zapaterismo se ha sentido incómodo desde su llegada al poder. Volvemos pues al tiempo de los apaciguamientos políticos y las poquedades morales, agravadas por el frívolo tacticismo que caracteriza los mandatos de esta Presidencia; un mensaje desalentador si obedece a la resignación y alarmante si responde a proyectos o maniobras diseñadas en zonas de sombra.
La operación deja varias heridas y estragos graves. Acrecienta el desamparo de las víctimas, torpedea la unidad antiterrorista, fortalece a ETA, irrita a una parte considerable de los ciudadanos y arruina el ya escaso prestigio del Constitucional, que fue abiertamente zarandeado por quienes ahora lo aplauden con ocasión del fallo del Estatuto catalán. Demasiado precio para una victoria táctica cuyos frutos ni siquiera están claros.