ETA celebra el triunfo electoral de Bildu como un
claro paso adelante en su proyecto de conquista del poder
Artículo de Ignacio Camacho en “ABC”
del 14 de julio de 2011
Por su
interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en
este sitio web.
EL peor legado del zapaterismo
no van a ser los casi cinco millones de parados, que
al fin y al cabo no constituyen una herencia voluntaria por más que sean en
gran medida fruto de la incompetencia y del mal gobierno. El lastre más grave
de esta etapa desdichada lo constituye la legalización de Bildu,
siniestra consecuencia del llamado Proceso de Paz que ha entregado el poder a
los representantes de ETA, ha retrocedido una década la lucha antiterrorista y
ha acercado el horizonte de la secesión vasca. Por no hablar de la humillación
de las víctimas, equiparadas ahora a sus verdugos en el hipócrita lenguaje de
estos falsos apóstoles de una reconciliación equidistante que pretenden hacer
pasar por apostasía de la violencia. Y todo ello sin que la banda haya hecho
siquiera amago de disolución, de rendición o de renuncia, ufanándose por el
contrario del indiscutible éxito de su estrategia política.
Por primera vez en catorce años, ETA se ha permitido
ocupar el primer plano del aniversario de Miguel Ángel Blanco con una
declaración triunfalista y jactanciosa superpuesta a la dolorosa conmemoración
del más repudiado de sus crímenes. En su lógica de repugnante pragmatismo la
banda celebra el triunfo electoral de Bildu como un
paso adelante en su proyecto de conquista del poder y reivindica el papel de la
amenaza armada como respaldo de su brazo político. La aquiescencia de la
coalición abertzale, incapaz de marcar distancias o señalar la
apropiación indebida de su causa, muestra su subordinación estratégica respecto
a quienes se proclaman los verdaderos artífices y garantes de su victoria. Más
aún, al valorar positivamente el comunicado sus portavoces respaldan de forma
implícita la trayectoria de sangre sobre la que se han encaramado a las
instituciones vascas.
Porque lo grave de la cuestión es la claridad
sobrecogedora con que las dos ramas del conglomerado etarra admiten formar
parte de una comunidad de intereses definida por un proyecto de poder. ETA
transmite, y Bildu acepta, que la violencia criminal
ha sido necesaria para alcanzar sus objetivos, y se reserva la posibilidad de
administrarla como garantía de avance en su delirante proceso. Es decir, que
los 860 muertos le han servido para obtener una recompensa política con la que
en modo alguno están dispuestos a conformarse. De este modo blasonan sin
tapujos de aquello que los defensores de la legalización insisten en negar: que
el libre acceso a la vía política constituye una contrapartida por el cese
temporal de la actividad terrorista, conclusión que desbarata el entramado
moral que ha sostenido hasta hoy la resistencia democrática. Porque para llegar
a este punto sobraba tanto dolor y tanto luto, y para terminar cediendo de este
modo Miguel Ángel Blanco podía haber llegado a ser un aceptable batería de su
grupo musical.