ESCENAS DE LA
LUCHA DE CLASES EN LA UE
Artículo de Carlos Carnero en "El
País" del 22-11-11
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web.
Una de mis películas
favoritas es Escenas de la lucha de sexos en Beverly Hills,
dirigida en 1990 por Paul Bartel: inteligente,
elegante, divertida. El título con el que fue estrenada en España tiene su
gracia: somos tan mojigatos que, dicen, cambiaron el original en inglés porque
resultaba muy fuerte que se llamase aquí Escenas de la lucha de clases en
Beverly Hills.
Ya es hora de plantear
que la solución europea a la crisis no pasa por el paradigma neoliberal
Nos pasa un poco lo mismo
con la crisis o con la Unión Europea: parecemos incapaces de llamar a las cosas
por su nombre y de analizar lo que ocurre desde un punto de vista
socioeconómico, teniendo en cuenta, como ha recordado el multimillonario Warren
Buffett, que sigue habiendo lucha de clases, y la
están ganando los ricos.
Ni la UE ni el euro van a
desaparecer. Afirmarlo solo forma parte del tremendismo que se ha apoderado de
buena parte de la opinión pública. Pero es verdad que la UE ha conseguido
enredarse en su propio rompecabezas de acuerdos y desacuerdos, con el
consiguiente despiste de la ciudadanía y de los propios responsables políticos.
Desde que empezó la crisis, la UE ha tomado muchas y buenas decisiones. Las
últimas, en la Cumbre de la Eurozona sobre la recapitalización bancaria, la
quita privada de la deuda griega y la ampliación del Fondo Europeo de
Estabilidad Financiera a un billón de euros.
Entonces, si la UE ha
avanzado mucho en instrumentos y procedimientos de toma de decisiones
económicas y financieras desde el comienzo de la crisis, ¿por qué seguimos
temiendo que cada momento (el último: máxima agudización de las crisis
políticas y de la deuda en Grecia e Italia) sea el final, en el peor sentido de
la palabra? La explicación no hay que buscarla ni en un análisis estático de la
Europa de los Estados ni en el perfil psicológico de los gobernantes: ese
simplismo ya aburre.
Pero un análisis social y
dialéctico de lo que está pasando sí nos puede llevar a conclusiones válidas,
empezando por la fundamental: el laberinto europeo está provocado, por un lado,
por la incapacidad de la mayoría conservadora del Consejo y la Comisión para
fijar un objetivo global que dé coherencia a las múltiples decisiones adoptadas
-más allá de sus intereses a corto plazo en el marco de cada frontera nacional
y de su empeño ideológico en el ajuste por el ajuste, haciendo pagar a los
trabajadores el coste del mismo- y, por otro, por los denodados esfuerzos del
capital financiero radicado en Wall Street y la City
por trasladar el foco de la crisis a la zona euro.
Ya es hora de plantear,
por tanto, que la solución europea a la crisis no pasa por el paradigma
neoliberal (constatado su evidente fracaso) defendido a capa y espada por la
derecha europea hoy hegemónica, sino por poner en marcha políticas keynesianas
de crecimiento y empleo financiadas no por mayor gasto público basado en la
deuda (que se ha demostrado una trampa mortal), sino en mayores ingresos
provenientes de la mejora de la imposición progresiva, en el nivel nacional y
en el europeo, creando nuevos impuestos (como la tasa Tobin),
haciendo que paguen más quienes más tienen, acabando con las deducciones y
exenciones que privilegian las rentas del capital frente a las del trabajo y
poniendo coto al fraude y los paraísos fiscales. Y ello requiere necesariamente
un cambio de orientación en la mayoría política de la UE.
Hace falta una nueva
mayoría política progresista, capaz de plantear el predominio de la inversión
pública frente a la desregulación neoliberal -a la vista de que esta solo
ahonda la crisis y el desempleo- y de culminar la unión política federal europea
con un gobierno económico y social comunitario que responda a lo que somos: una
economía social de mercado con un Estado de bienestar indiscutible, tanto por
justo como por eficiente.
Una mayoría política de
la izquierda europeísta que sustituya la carencia conservadora de horizonte
para establecer uno viable y compartido por la ciudadanía: una unión económica
que incluya un Tesoro comunitario, un Banco Central que mantenga la estabilidad
de precios pero colabore al tiempo con la política económica de la Unión -como
hace la Reserva Federal norteamericana-, eurobonos, mayor presupuesto (el 1 %
de la Renta Bruta de la UE como tope máximo del mismo es una broma pesada),
armonización fiscal, agencia independiente de calificación de deuda y una
Europa social tan importante como el mercado único.
Alguien podría pensar que
también en la izquierda hay contradicciones y que conformar la mayoría citada
será complicado. ¡Desde luego! Pero mucho menos que antes de la crisis a la
vista de la creciente coincidencia de propuestas entre partidos con cultura de
gobierno como los socialdemócratas alemanes, los socialistas franceses y
españoles o los laboristas ingleses. De hecho, si hay un partido europeo que
desde 2008 está avanzando propuestas útiles y con horizonte que luego se han
convertido en realidad o tienen visos de hacerlo a corto plazo, ese es el
Partido Socialista Europeo: así ha sido en el caso de los mecanismos de
estabilidad financiera, de la tasa Tobin o de los
eurobonos, entre otros ejemplos.
El coste en tiempo,
dinero y credibilidad es demasiado elevado como para seguir manteniendo un
título ficticio en esta película y no modificar la mayoría que la interpreta en
las instituciones europeas. Ya es hora.
Carlos Carnero es
embajador en Misión Especial para Proyectos en el Marco de la Integración
Europea.