¿IGNORANCIA, COBARDÍA O SECTARISMO?
Artículo de José María CARRASCAL en “La Razón” del 28/12/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Cuando uno se pone a reflexionar sobre cómo está actuando el gobierno Zapatero,
sólo le encuentra esas tres explicaciones. Aunque «actuando» puede que no sea la
palabra exacta. Más que actuar, se cruza de brazos ante el ataque en tromba
nacionalista contra la Constitución y calla como un muerto cuando son los
propios socialistas quienes se ponen al frente, o a la cola, de la manifestación
contra el actual Estado de las Autonomías, ya en Cataluña, ya en el País Vasco.
Todo lo demás, la retirada de Iraq, los matrimonios homosexuales, el
enfrentamiento con la Iglesia, nos lo esperábamos del gobierno Zapatero e
incluso está en su perfecto derecho a hacerlo, al ser ésa su opinión. Pero
contribuir por activa o pasiva a desmantelar la actual estructura de la nación
española, no.
¿Es ignorancia, despiste, ingenuidad incluso? Difícil de creer. Lo que está
ocurriendo resulta demasiado evidente para no verlo. No se puede ser tan
ignorante, ni tan despistado, ni tan ingenuo para no darse cuenta de que al
ceder a los parlamentos autonómicos la primacía en la reforma de sus estatutos,
no sólo se les da un arma peligrosísima para atentar contra la integridad del
Estado sino también se le niega su principal atributo. Los estatutos son
cesiones de competencias, no de soberanías, que el Estado español hace a sus
comunidades autónomas. Competencias que sólo puede conceder el Parlamento, como
representante del pueblo español, único detentor de la soberanía nacional.
Hacerlo a la inversa, como se intenta hacer, es reconocer soberanía al pueblo
vasco o catalán, o sea, dar de entrada a los nacionalistas todo lo que piden.
Imposible no verlo. A no ser que no quiera verse.
¿Cobardía, entonces? No hay que descartarlo, sobre todo en el País Vasco,
donde el miedo es libre, gracias a un gobierno autónomo que no se ha preocupado
de poner coto a los asesinos que lo fomentan y a la dejadez de otras instancias
políticas y sociales. La cobardía es explicable e incluso disculpable en el
plano individual. Nadie está obligado a ser héroe y lo que admira es que haya
tantos en el País Vasco, ya que todos los que se oponen al nacionalismo lo son
hoy en Euskadi. Pero un partido no tiene derecho a ser cobarde. Un partido
demócrata tiene la obligación de defender los principios democráticos y los
derechos humanos por encima de sus intereses coyunturales. Y entre esos
principios se encuentra el de defender la Constitución, en vez de apoyar a
quienes tratan de dinamitarla. El Partido Socialista de Euskadi se ha rendido
con armas y bagaje al llamado nacionalismo «moderado», cuyo objetivo es idéntico
al de los radicales: conseguir la independencia. Un plan, como el de Patxi
López, que habla de «tratados bilaterales entre el País Vasco y el Estado
español» no es, como dice su autor, una alternativa al Plan Ibarretxe. Es una
versión vergonzante del mismo. Con un Gobierno central callado como un muerto. Y
el que calla, otorga. O sea que se ha rendido también. En Cataluña no es que se
hayan rendido, es que han asumido las propuestas soberanistas. Dejándonos el
regusto amargo de que los socialistas vascos y catalanes se sienten antes
catalanes y vascos que españoles. Con el resto de sus compañeros, comenzando por
los que están en el Gobierno, capitulando política y moralmente ante este
desafío. ¿Es cobardía? ¿Es apego al poder, al darse cuenta de que sin los
nacionalistas no podrían gobernar? Mucho me temo que sea algo peor: fanatismo,
sectarismo, radicalización.
El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero ha invertido la escala de valores y
su primer objetivo no es mantener la cohesión de España, ni lograr su progreso
material, ni siquiera favorecer a las clases que le apoyan. Es impedir que el PP
vuelva a gobernar. A ello dedica todos sus esfuerzos y para ello está dispuesto
a hacer lo que sea y aliarse con quien sea, incluidos quienes intentan destruir
España. ¿A qué se debe esa obsesión más que objetivo político? Pues a su
interpretación oblicua de la historia de España. Para estos socialistas, el PP
representa las fuerzas conservadoras que siempre han mandado en nuestro país,
manteniéndolo en la pobreza, la ignorancia y la tiranía. Hay por tanto que
machacarle, que erradicarle, como sea y con quien sea. Habiendo algunos
socialistas que, a estas alturas, pretenden todavía dar la vuelta a la guerra
civil, invertir su resultado, con otros vencedores y otros vencidos. Así, ya no
extraña tanto la alianza socialistas-nacionalistas. En Moncloa, se ve la
política con la perspectiva de 1936: los nacionalistas eran entonces nuestros
aliados contra Franco, ¿por qué no van a serlo ahora?
Pocas cosas hay más graves en política que equivocarse de tiempo y de
enemigo. Y el gobierno Zapatero se está equivocando en ambas cosas. Ni el PP es
el «Movimiento Nacional» ni España es la de 1936. Quien parece el mismo es el
PSOE, o al menos la facción hoy a su frente. El PSOE se equivocó hace setenta
años, al dejarse llevar por su facción más extrema y aliarse con los comunistas
para implantar en España la revolución proletaria, frente a la revolución
burguesa que perseguía la República. Por eso se alzó contra ella en el 34. Hoy
vuelve a cometer exactamente los mismos errores. No intento, ni de lejos,
pronosticar una repetición de los acontecimientos. Las circunstancias internas y
externas han cambiado por fortuna tanto que hacen imposible que se repita
aquella locura colectiva. Pero lo que muy bien, o muy mal, puede ocurrir es que
retrasemos la marcha que había tomado nuestro país en todos los terrenos. Que la
estabilidad política se tambalee, que el progreso económico se frene y que su
estructura territorial se quiebre. Todo porque para algunos sigue pesando más el
pasado que el presente. Nuestro viejo problema. Nuestra falta de soluciones. Y
cuando habíamos alcanzado una, el Estado de las Autonomías, nos empeñamos en
destrozarla.
José María Carrascal es periodista y escritor