Artículo de José María Carrascal en “ABC” del 27 de diciembre de 2009
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
LA
última cantinela del Gobierno es la «deslealtad del PP con las instituciones».
«El PP no arrima el hombro», «el PP no hace más que criticar», repiten como
muñecos de ventrílocuo desde el presidente a Leire Pajín.
Lo que indica dos cosas: que su cinismo ha llegado a la desfachatez y que saben
tan poco de democracia como de economía.
¿Cómo se
atreve a tachar de desleal al PP alguien que se ha pasado cinco años tratando
de echarle de la escena política, de establecer un «cordón sanitario» en su
entorno, de firmar pactos con los demás partidos para no llegar a ningún
acuerdo con él? Y ahora, cuando las cosas vienen mal dadas, pide su ayuda y le
llama desleal por no prestársela. Según tal teoría, la lealtad consiste en
machacar al otro cuando las cosas me van bien y reclamar su apoyo cuando me van
mal. Algo que no funciona en la política ni en la vida. Pero es que, además, lealtad,
en democracia, significa que cada uno cumpla con su papel. El del Gobierno, es
gobernar. El de la oposición, criticar lo que el Gobierno hace mal. Que es lo
que el PP ha venido haciendo. ¿Acaso tenía que haber aplaudido cuando el
presidente prometió a los catalanes darles el Estatuto que quisieran? ¿O cuando
se lanzó a unas negociaciones con una ETA maximalista? ¿O cuando dijo que no
había crisis económica? ¿Tenía que respaldarlo entonces, como tiene que hacerlo
ahora, cuando sus medidas no surten efecto? No, su deber es advertir de sus
errores.
Pero
este Gobierno, cuya malicia sólo es superada por su ignorancia, pretende, sin
ni siquiera disculparse, que el PP se corresponsabilice de sus fracasos y le
llama desleal por no hacerlo. Cuando nadie ha sido más desleal que él. «Ha
engañado a todo el mundo», dice Pujol de Zapatero. Por eso no le cree ya nadie.
¿O acaso hay que considerar leal al PNV por apoyar unos presupuestos que antes
había criticado? Eso no es lealtad. Eso es vender sus votos a cambio de pingües
beneficios, que pagaremos a escote el resto de los españoles. Eso sí que es
deslealtad con España.
En su
alocución navideña, el Rey pidió la unidad de las fuerzas políticas para
resolver los enormes problemas con que se enfrenta el país. Era su deber. Pero
la lealtad es un camino de doble dirección y, hasta ahora, Zapatero sólo ha
circulado en la suya. Si quiere demostrar que es de verdad leal a las
instituciones, lo primero que tiene que hacer es dejarse de alianzas con
quienes intentan romper España y formar gobierno con el principal partido de la
oposición, como hicieron los alemanes ante la emergencia nacional que suponía
absorber los 17 millones de compatriotas del Este. Hoy, en España, se trata de
absorber los 4, camino de 5, millones de parados. Mientras no haga eso,
pensaremos que estamos ante otra de sus triquiñuelas. O deslealtades.