Artículo de José María Carrascal en “ABC” del 10 de enero de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
¡Qué
oportunidad hemos perdido de dar una lección a los europeos, de demostrarles
que no somos torpes ni ridículos, sino tan realistas como ellos, y reaccionamos
mejor que ellos cuando las circunstancias aprietan!
¡Y con lo
fácil que hubiera sido! Hubiese bastado que la ceremonia de trasmisión de
poderes en la presidencia europea se hubiera limitado a un escueto protocolo de
gestos y mensajes, acordes con la situación y prueba de que estamos de verdad
dispuestos a liderar la salida de la crisis.
Pero no.
Una vez más, nos ha salido el español arrogante y ostentoso, imprevisor y
exagerado, más preocupado por la apariencia que por la substancia, capaz de
gastarse el sueldo en deslumbrar al vecino, aunque no le quede para acabar el
mes.
Los
tiempos que corren aconsejan modestia y ahorro, sobriedad y comedimiento. Pero
la forma como el Gobierno español está celebrando la presidencia europea -una
presidencia efímera, además de compartida, que ni siquiera es la primera ni
será la última- es todo menos austera. La recepción inaugural más parecía una
feria gastronómica que un acto político: 1.500 invitados, todas las variedades
de la cocina española, todos los quesos, embutidos, vinos, tartas y tortas de
nuestra geografía, espectáculo final por todo lo alto. Algo que no encaja con
el déficit galopante y con los cuatro millones de parados, para los que incluso
puede ser una ofensa. A lo que seguirán 350 encuentros, entre ellos ocho
«cumbres», lo que ya está levantando problemas de competencia con Van Rompuy, según el «New York Times»...
Aunque,
se veía venir. Desde el primer día, Zapatero ha hecho de su presidencia de
turno europea una gran plataforma de autobombo. Once millones de euros para la
página web, cien mil en corbatas y pañuelos, recepciones multitudinarias y faustos por doquier. En Bruselas se va a comer más jamón en
los próximos seis meses que en España y la Comunidad Europea no va a conocer
presidencia más rumbosa que la nuestra. Todo, para demostrar a los europeos lo
bien que está llevada España. Cuando demuestra justo lo contrario: que seguimos
tirando la casa por la ventana.
Desde
aquel Grigori Alexandrovich
Potemkin, el favorito de Catalina de Rusia que hacía
transportar las bambalinas de pueblos impecables por donde pasaba la zarina,
para que los tomase por verdaderos, no se había conocido en Europa tramoya
semejante. Puede incluso que en vez de los «poblados Potemkín»
empiece a hablarse de «presidencias Zapatero», como sinónimo de política
ficción.
¿Cree
que podrá engañar a los europeos como a los españoles? Al parecer, sí. En otro
caso, los hubiera despachado en su toma de posesión con un frugal: «Señores, en
tiempo de crisis, recepciones de cuaresma». Una copa de vino español, y al
despacho. Con lo que se hubiera acabado lo de Mr. Bean.