TODAVÍA LOS VIENTOS A FAVOR
Artículo de Francesc De Carreras en “La Vanguardia” del 02.07.05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Con la formación del
Gobierno vasco y el previsible pacto entre el PSdeG y el BNG tras las elecciones
gallegas, el mapa político español se ha ido acabando de perfilar de acuerdo con
el nuevo esquema que empezó a diseñarse con las últimas autonómicas catalanas y,
sobre todo, con la derrota del PP el 14 de marzo del año pasado y la
constitución del nuevo Gobierno socialista.
Por tanto, si no hay disoluciones parlamentarias antes de lo previsto, no
tendremos nuevos comicios hasta finales de mayo del 2007, en que deben
celebrarse elecciones municipales y autonómicas. Teniendo en cuenta que el clima
electoral empieza siempre a condicionar seriamente la vida política unos cuantos
meses antes de celebrarse elecciones, Zapatero debe calcular que le queda año y
medio para desarrollar, con una tranquilidad relativa, su acción de Gobierno, y
supongo que está reflexionando sobre su capacidad para abordar las cuestiones
más conflictivas que debe resolver en este periodo de tiempo.
Porque, en efecto, el Gobierno socialista se encuentra ante una curiosa
situación: tiene más apoyo social que parlamentario. Todos los indicadores así
lo señalan: desde los sondeos de opinión hasta los resultados electorales
obtenidos en el País Vasco y Galicia. Ello quizás es consecuencia de que el
actual Gobierno no ha cometido hasta ahora errores graves. Quizás su política
internacional, sus enfrentamientos con la jerarquía de la Iglesia, su reciente
giro en la política antiterrorista o su pasividad en las reformas estatutarias
no hayan sido del todo acertados, pero tampoco son errores visibles e
irremediables.
Además, su gran rival no ha digerido todavía la inesperada derrota electoral y,
si bien no se ha desmoronado, se muestra todavía incapaz de adquirir un perfil
definido que le acredite como una seria alternativa de gobierno. Probablemente
Aznar provocó demasiados rechazos en sectores susceptibles de votar al PP y de
ahí, en parte, la derrota del 14-M. Pero el PP de Aznar era un bloque compacto,
con respuesta a cualquier cuestión pública que se planteara y con una indudable
capacidad de iniciativa política. Hoy el PP que dirige Rajoy da la imagen
contraria: aparentemente dividido, actúa siempre en oposición a las iniciativas
gubernamentales sin capacidad para definir su propia personalidad.
Por tanto, por sus méritos y por debilidad del rival, el Gobierno ha ido
afianzando su apoyo social desde las pasadas elecciones. Su situación
parlamentaria, en cambio, es débil y complicada. Débil porque se halla en
minoría y necesita la colaboración de otros grupos parlamentarios. Ello no sería
problema si hubiera coherencia entre sus posiciones y las de sus aliados. Pero
ello no es así, dado que sus aliados son ERC e IU. Con IU aún podría entenderse
si no fuera porque dos de sus cinco diputados son miembros de Iniciativa per
Catalunya, un partido básicamente nacionalista que suele formar bloque con
Esquerra Republicana. Y, además, dentro del mismo grupo socialista tienen un
gran peso los socialistas catalanes, con posiciones distintas del PSOE en
materia autonómica y cercanas a los otros dos partidos catalanes, socios en el
Gobierno autónomo. Precisamente es por ahí, por esta complicada situación, por
donde la debilidad parlamentaria del Gobierno se hace más evidente.
En el año y medio que a Zapatero le resta de actividad política no contaminada
por climas preelectorales, el tema estrella será el de las reformas
estatutarias. En Catalunya, dado el nulo entusiasmo popular que suscita el nuevo
Estatut, la clase política quiere zanjar el asunto antes de agosto y situar en
septiembre el proyecto de nuevo Estatut en el Congreso. El imprudente compromiso
del actual presidente de ratificar el texto que apruebe el Parlament catalán y
el hecho de que no se necesite el concurso del PP, dado que se trata de una ley
orgánica y basta la mayoría absoluta del Congreso, pueden dar lugar a que el
Gobierno pronto encuentre servida una patata caliente de muy difícil digestión.
No estamos jugando con algo importante pero en el fondo marginal al núcleo duro
de un Estado como puede ser la ley que autoriza los matrimonios entre personas
del mismo sexo. Aquí se trata de algo constitutivamente central, se trata de la
organización territorial del Estado, es decir, de la viabilidad misma de éste.
Un error en ese terreno tan vital no se perdona y pone en cuestión la seriedad y
responsabilidad de un gobernante. Bromas, por tanto, ni una.
Y ahí se ponen de relieve las movedizas arenas parlamentarias en que el Gobierno
de Zapatero se sustenta. ¿Puede pactar el PSOE la reformas de los estatutos con
ERC e IC, dos partidos que han manifestado que para lograr un buen nuevo Estatut
para Catalunya se exige una reforma constitucional? Quizás el pacto sea viable
si esos partidos, debido al gusto que da pisar las mullidas moquetas del poder,
rectifican sus posiciones anteriores y pactan una reforma de mínimos. Serán
entonces ellos quienes deberán justificarse ante sus respectivos electorados.
Pero si el PSOE accede a aprobar unos estatutos que no respondan a sus
posiciones de siempre por el mero hecho de mantenerse en el Gobierno, será
Zapatero quien tendrá dificultades para dar una explicación razonable a sus
electores. Quizá, antes que verse sometido a una tal eventualidad, le resultaría
más conveniente disolver las cámaras y convocar nuevas elecciones, ahora que
todavía mantiene los vientos a su favor.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB