UNA IDEA ANDALUZA DE
ESPAÑA
Artículo de MANUEL
CHAVES GONZÁLEZ, Presidente de la Junta de Andalucía, en
“ABC” del 28/02/05
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Lo introduzco aquí con
retraso porque se me había quedado oculto por la gripe. Muy importante: es la
única idea viable de España, y refleja la opinión de la federación socialista
más importante del PSOE y de la Comunidad Autónoma mayor del país (L. B.-B.)
A
menudo nos referimos al Día de Andalucía, el 28-F, pero pocas veces,
poquísimas, recordamos lo que realmente sucedió en aquel proceso político cuyo
gozne fue el referéndum celebrado en el invierno de 1980, del que hoy se cumple
un emblemático XXV aniversario, y que tantas cosas hizo cambiar en la España de
las autonomías que entonces comenzaba a alumbrarse.
Que nadie se incomode, porque los hechos fueron los que fueron. El Gobierno de
España en aquella época decidió abortar el proceso por el cual Andalucía
aspiraba a acceder a la autonomía por el procedimiento más rápido y que
garantizaba el mayor nivel competencial, el establecido en el artículo 151 de
la Constitución Española, que por aquel entonces ya se hizo famoso entre los
andaluces.
El artículo 2 de la Constitución Española garantiza el derecho a la autonomía
de nacionalidades y regiones y la solidaridad entre éstas, en el marco de la
unidad de la nación española. Pero la CE establece, igualmente, un modelo de
autonomía «a la carta» donde caben muy distintos regímenes competenciales y, en
teoría, hasta territorios directa y únicamente vinculados a la Administración
Central. Es decir, la Carta Magna, por aquel entonces aún sin desarrollar el
llamado «bloque de constitucionalidad», admitía una interpretación profundamente
asimétrica del régimen autonómico. A ello se agarró el Gobierno de UCD para
tratar de conducir el proceso autonómico, distinguiendo entre Comunidades
Autónomas y reservando la autonomía plena únicamente para aquellas comunidades
que habían logrado el régimen de autogobierno durante la Segunda República:
Cataluña, País Vasco y, con matices, Galicia. El Gobierno de UCD pudo haber
optado por respetar la voluntad política de una Comunidad por incorporarse a la
autonomía plena, supuesto contemplado en la Constitución en el marco de un
sistema que garantizara la igualdad de todos los ciudadanos y la no
discriminación de las Comunidades autónomas. Pero no lo hizo y levantó la
indignación en la Andalucía de la época.
Desde el final de la dictadura, los andaluces habían dado muestras de una
inequívoca voluntad de situar a Andalucía desde el primer momento en pie de
igualdad a otras CC.AA. Las multitudinarias manifestaciones del 4 de diciembre
de 1977, el Pacto de Antequera de un año después, la adhesión masiva de los
Ayuntamientos y Diputaciones al procedimiento autonómico del artículo 151 de la
CE eran sintomáticos del sentir de la comunidad y reveladores de que el
resultado del 28-F no fue ni casual ni flor de un día. Antes al contrario,
reflejaba un estado de ánimo y una robustez política que algunos no quisieron o
no supieron ver. En pocas palabras, los andaluces apostaron por una lectura de
la Constitución muy distinta a la que repentinamente se trataba de imponer.
Fruto de aquella concepción más amplia y más equilibrada del modelo autonómico
fue el resultado del referéndum del 28 de febrero de 1980, sin el cual
difícilmente se entendería la actual configuración del Estado de las
Autonomías.
Gracias a aquella fenomenal sacudida cívica, que llenó las urnas de «síes», Andalucía no sólo logró un régimen autonómico
equiparable al de las llamadas nacionalidades históricas sino que contribuyó a
que el sistema autonómico constitucional se desarrollase en términos de
equilibrio y solidaridad.
Todo esto supone un apunte muy notable de lo mucho que tenemos que decir los
andaluces en el actual proceso de profundización y confiemos que mejora de
nuestro modelo autonómico. En estos 25 años Andalucía ha superado buena parte
de los tópicos injustos que la perseguían y la mayor parte de los cuellos de
botella que lastraban su desarrollo. Pero yo me atrevería a decir que lo
esencial de nuestro proceso autonómico es que ha consolidado nuestra voluntad
política inequívocamente integradora, respetuosa con los hechos diferenciales
pero a la vez sólidamente vinculada a una idea moderna y avanzada de la nación
española.
Por eso nos negamos rotundamente a participar en una perspectiva que
presentaría a los territorios de España enfrentados entre sí, como si los
españoles quisiéramos robarnos los unos a los otros, como si la conciliación de
los intereses de todos fuera una especie de juego de suma cero, en el que lo
que ganan unos lo perderían otros. No podemos estar de acuerdo con esa visión
porque estamos convencidos de que nuestro modelo nacional de convivencia nunca
avanzará, o no lo hará en el buen camino, si el Estado de las Autonomías se
presenta sistemáticamente en clave de confrontación territorial.
Por eso la reforma del Estatuto de Andalucía no puede ser un bólido más en una
carrera, absolutamente desaconsejable, por restar competencias al Estado. No.
Nuestra idea de España, la idea andaluza de España, pasa también por un Estado
sólido, con instrumentos y recursos necesarios para cumplir su alta misión
constitucional: garantizar la igualdad de todos los españoles y españolas, la
cohesión y el progreso armónico de todos los territorios, el derecho a la
autonomía, la unidad y la libertad. Por eso, si una Comunidad Autónoma exige
algo que el Estado no debe ceder porque pudiera afectar negativamente al
cumplimiento de esos principios constitucionales en los que se basa nuestra
convivencia, la solución no puede ser «y para Andalucía también». Al contrario,
la idea activa de España que tenemos los andaluces exige que, en esos casos,
nuestra respuesta sea de respaldo a una concepción solidaria del Estado.
Por los mismos motivos, no podemos callar ante los intentos de condicionar,
desde algunas de las partes, el futuro de todos. Hablo, por supuesto, de
desafíos constitucionales como el extinto Plan Ibarretxe.
Pero también me refiero a intentos de imponer criterios que obligarían a una
futura reforma constitucional o que condicionarían seriamente el futuro sistema
de financiación autonómica o la gestión de la Seguridad Social. Lo que es de
todos habremos de resolverlo entre todos porque es posible hacerlo y porque así
avanzaremos juntos en una idea activa de España, beneficiosa para los
proyectos, individuales y colectivos, que legítimamente quieran desarrollarse,
al amparo de nuestra Constitución, en España. Una España de la que Andalucía no
es sólo parte inseparable, sino parte esencial.