EL 'ARQUITECTO DE MARAGALL' TAMBIÉN SE APUNTA A LA
INDEPENDENCIA
ORIOL BOHIGAS FICHA POR EL REFERENDUM SOBERANISTA EN BARCELONA
Informe
de A. Fernández en “El Confidencial” del 11 de octubre de 2010
Por su interés y relevancia he seleccionado el informe que sigue para
incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al final:
LA CATALUÑA DE LOS SEÑORITOS Y LA
CHAPUZA ENDÉMICA DEL PAÍS
Hubo un tiempo en que decir Oriol Bohigas en Barcelona era signo de modernidad, de progresismo y de gauche divine. A partir de hoy, puede ser signo de independencia. Porque el octogenario Bohigas -a punto de cumplir los 85 años-, íntimo amigo de Pasqual Maragall, también apuesta por un referéndum soberanista. Fue socialista de toda la vida, aunque del ala soberanista, catalanista o nacionalista del PSC. Y ahora, después de que su amigo Maragall oficiase como conversor ideológico concediendo una polémica entrevista al boletín interno de Convergència i Unió (CiU), y de que su correligionario Jaume Sobrequés -ex diputado socialista- se pasase a las filas convergentes ante las elecciones, él se ha apuntado al carro del independentismo. ¿Cómo? Muy fácil: se ha adherido a la Plataforma Ciutat Vella Decideix, un movimiento que propugna un referéndum independentista en la capital catalana para el mes de abril del 2012, con el que incluso CiU ha coqueteado en los últimos meses pero al que rehúsa dar un apoyo manifiesto porque espera que haya un impulso ciudadano que confirme un masivo soporte popular mínimo.
Ésta es una plataforma donde confluyen históricos militantes del catalanismo radical. Entre otros, el escritor Mathew Tree, inglés afincado en Barcelona desde hace 26 años, independentista declarado, mimado por los gobiernos nacionalistas y que ha llegado a tener programa propio en la televisión catalana. O el escultor y ex diputado de ERC Jaume Rodri (hace años que abrevió su apellido Rodríguez por las connotaciones españolistas del mismo, según comenta un amigo suyo a El Confidencial); el filósofo Josep Maria Terricabras; el editor Vicent Partal, un valenciano propietario de uno de los holdings de comunicación más potentes de habla catalana y receptor de millones de euros en subvenciones de la Generalitat durante la última década; el actor Carles Canut, perico confeso (es decir, hincha del RCD Espanyol) y director de la Fundació Romea; o el periodista Víctor Alexandre, receptor en el 2005 del premio Lluís Companys que concede ERC (justamente tras publicar el libro El caso Carod, que novelaba el encuentro del entonces conseller en cap del Gobierno catalán con miembros de ETA en el sur de Francia a comienzos del 2004) y que fue luego demonizado por este partido aduciendo que practicaba un independentismo crispado.
Pero la de Bohigas no es una neoconversión. El arquitecto era catalanista hace muchos años. Discípulo del Bocaccio (el templo nocturno creado por Oriol Regàs, pasarela de vanidades y de antifranquistas de la alta sociedad), como una buena parte de la clase política acomodada -sea del partido que sea, desde CiU hasta PSC pasando por PP o ERC-, siempre tuvo muy presente los signos identitarios. “La Cataluña autónoma, ya la tenemos. En realidad, Cataluña nunca había sido tan autónoma como hoy. El problema real de Cataluña es que, con autonomía o sin ella, no tiene resueltos sus vínculos o sus relaciones con el Estado español. Y el Estado español es un Estado que no funciona bien para nosotros y tenemos cierto rechazo hacia la situación actual, con la imperialización del poder castellano o español sobre Cataluña”, declaraba no hace mucho a Vilaweb, una de las publicaciones de su amigo de aventura Vicent Partal.
De asesor a concejal
Bohigas fue Premio Nacional de Arquitectura del Ministerio de Vivienda en el año 2006, en reconocimiento a su dedicación a la formación de una cultura urbanística en España. Pero, sobre todo, fue el arquitecto de Pasqual Maragall. Tanto que, tras ser delegado de servicios de Urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona desde 1980, el entonces alcalde Maragall le enchufó en 1984 como consejero urbanístico y, al mismo tiempo, le encargó el plan especial para construir la Villa Olímpica y el Puerto Olímpico de Barcelona. En 1991, antes de acabar su cometido, también fue concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona.
Al margen de varias remodelaciones de espacios públicos y privados de la capital catalana, Bohigas había concebido un ambicioso proyecto para limpiar la cara a los barrios más marginales del este de Barcelona. En sus planos urbanísticos, creados e finales de los 80, aparece la la erradicación incluso del barrio de La Mina. Ubicado encima del actual centro de Diagonal Mar, La Mina ocupa una estrecha franja entre Barcelona y el río Besòs, pero pertenece administrativamente a la ciudad de Sant Adrià del Besòs. Es un barrio marginal donde un alto porcentaje de vecinos pertenecen a la clase baja y con un alto grado de delincuencia.
Cuna del patriarca gitano Tío Manolo, fallecido hace unos años, al que sustituyó el Tío José, el plan de Bohigas era hacer desaparecer este barrio y construir residencias para personas de alto poder adquisitivo -algo parecido a lo que ocurrió en la zona del barrio de Poblenou cuando se construyó la Villa Olímpica-. Los planos con las vías de comunicación, la distribución de los edificios y los costes -anotados de puño y letra, ya fuese a bolígrafo o a lápiz, por los arquitectos-, fueron arrojados a la basura por el despacho de Bohigas y apilados junto a los contenedores.
Algunos de los archivadores, sin embargo, se salvaron del olvido eterno y fueron rescatados por vecinos, que los conservan como documentación histórica de la transformación de la ciudad. En ellos, por ejemplo, se detallan diferentes posibilidades de construcción de la Villa Olímpica y de La Mina, dependiendo del trazado de las rondas, las vías rápidas de comunicación que se construyeron entonces y que rodean la capital catalana como desahogos de la circulación. Pero, sobre todo, lo mareante es el baile de millones de pesetas que entonces se manejaban y que figuran en muchas de las hojas del arquitecto, tanto en soporte papel normal como en soporte papel cebolla.
Breve comentario final:
LA CATALUÑA DE LOS SEÑORITOS Y LA
CHAPUZA ENDÉMICA DEL PAÍS
Luis Bouza-Brey (11-10-10)
Del diccionario de uso del español de María Moliner:
endémico, -a
1 adj. De [la] endemia.
2 Se aplica a cualquier *mal social que se ha hecho habitual
y permanente en un sitio.
3 Biol. Se aplica a la especie animal o vegetal característica de
una zona determinada.
El pueblo catalán tiene unas habilidades
organizativas más desarrolladas que en otras partes de España. Es lo primero
que llama la atención a los provinentes de otras
zonas del país. Y esto quizá sea debido a su más antigua tradición industrial
o, más previamente, a las dimensiones medias de las tierras agrícolas, que
exigen una racionalidad y disciplina laboral de los individuos aislados en su
relación con la tierra y el trabajo.
Estas habilidades diferenciales son las que les permitieron conducir el
proceso de modernización durante la segunda mitad del siglo XIX y primera mitad
del XX, y transformarse en tierra de vanguardia y recepción de inmigrantes
procedentes de otras partes del país (y digo “otras partes del país” con toda
intencionalidad, como desarrollaré a continuación).
Pero el mismo éxito de la
modernización catalana de épocas anteriores es posiblemente el que creó el
problema endémico que hoy sufre el país: el síndrome de la esquizofrenia
paranoide de un sector de la población autóctona, que se desarrolla en delirios
megalómanos, paranoia xenofóbica o cuentismo
parasitario de los herederos de la tradición burguesa del XIX y asimilados.
Porque, si bien durante la mayor
parte del siglo XX el “seny” de un pragmatismo
contenido fue la actitud predominante, a partir de finales de los años ochenta
el delirio se desbocó, y este sector de la población autóctona se desenfoca
hacia una “rauxa” contenida que, a los que conocen
por dentro el país, les suele parecer ridícula y peligrosa. Ridícula porque,
por muchas mandangas que se desarrollen a consecuencia del delirio, Cataluña es
una sociedad plural y heterogénea, en la que predominan sentimientos de
pertenencia mixtos e integradores. Y peligrosa porque la megalomanía esquizoide
y paranoica hace descarrilar el país hacia sentimientos de frustración y
búsqueda de experimentos etnicistas y sediciosos, que
lo que harían si tuvieran éxito sería destripar el país, dividiéndolo y
haciéndolo inviable en un aislamiento delirante de su medio natural que es el
conjunto de España. Porque la modernización de Cataluña es resultado de las
habilidades organizativas de los catalanes autóctonos, pero también, y sobre
todo, de la inmigración disciplinada y de los mercados del resto de España.
Pero las consecuencias del delirio
ya se están viviendo hace años interiormente, pues, desde finales de los
ochenta, se ha roto con el pragmatismo contenido de los señoritos empresariales
y políticos fundadores de la democracia, y ello ha llevado a la explosión de la
“rauxa” más o menos contenida de los “parvenús” del tripartito y “soberanistas”
de CIU, cuyo delirio es el factor causal de la chapuza permanente en que ha
degenerado Cataluña, con la estética antinatural y especulativa de sus
urbanistas, la corrupción epidémica de sus poderes administrativos locales y
centrales, la inepcia, desvergüenza manipuladora y caciquismo antidemocrático
de sus políticos, y el parasitismo de sus élites culturales e intelectuales.
Por eso, la Cataluña de hoy es una
sociedad decadente y desnortada, en la que su esfera política se debate en
ensoñaciones absurdas y suicidas, y en la que la sociedad se desvertebra debido
al desgobierno y el delirio esquizofrénico.
No obstante, hay otra Cataluña que
está ahí, esperando, a que la Cataluña endogámica de los señoritos se pudra de
una vez, y el país pueda recomponerse y enderezar el rumbo, saneando su
espíritu de impurezas y desechando sus élites obsoletas.
Cataluña tiene dos caminos distintos
abiertos ante sí: el de la chapuza endémica decadente de sus señoritos o el de
la catarsis y el saneamiento para comenzar un nuevo ascenso. No está claro cuál
de los dos caminos seguirá, ni cuándo. Es probable que aún falten unos cuantos
años de pudrimiento antes de que pueda enderezar el rumbo.