ENCERRADOS CON UN SOLO JUGUETE
Artículo de Joan B. Culla I Clarà en “El País” del 17 de julio de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado el
artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
En el Foro Ermua -la
plataforma cívica españolista surgida en el País Vasco a raíz del asesinato de
Miguel Ángel Blanco- la crisis estalló en julio de 2008. Quien entonces
presidía la entidad, el escritor Iñaki Ezquerra, fue destituido durante una
asamblea orquestada por su vicepresidenta, Inma
Castilla de Cortázar. Al parecer, el choque traslucía divergencias políticas:
mientras que Ezquerra apoyaba la línea pragmática y de acercamiento a los
socialistas del actual líder del PP vasco, Antonio Basagoiti,
sus adversarios internos -a los que el cesado describió como "búnker de la
extrema derecha"- añoran la radicalidad de Jaime Mayor Oreja y María San
Gil. Como quiera que sea, a lo largo del último año el cruce de improperios ha
sido feroz (despilfarradores, golpistas, ineptos, traidores, reaccionarios...)
y, de los fundadores del Foro allá por febrero de 1998, ya no queda nadie en
sus filas. Hace dos semanas, la señora Castilla de Cortázar obtuvo la
presidencia formal gracias a una asamblea celebrada en Madrid -hay quien habla
ya del Foro de Serrano...- y un juzgado de Bilbao debe pronunciarse un día de
estos sobre la validez legal de la revocación de Ezquerra en 2008.
Este verano de 2009 ha sido el turno de la Asociación
de Víctimas del Terrorismo (AVT), la más politizada e ideológicamente escorada
de las entidades de su género; la que, durante la primera legislatura de
Rodríguez Zapatero, convocó ocho manifestaciones de masas y lanzó las más
hiperbólicas invectivas contra la política antiterrorista del Gobierno. Pues
bien, quien fue el rostro y la voz -es difícil creer que el cerebro- de aquella
estrategia, el inefable Francisco José Alcaraz,
afirma ahora que su sucesor al frente de la AVT, José Antonio García Casquero,
miente, malversa, veja a los asociados y, sobre todo, no agita ni moviliza en
las calles contra el Ejecutivo socialista. En consecuencia, Alcaraz
-que parece contar con el apoyo de más de un tercio de los socios activos- se
ha dado de baja y amaga con crear una plataforma rival, tal vez bajo el nombre
ya registrado de Voces contra el Terrorismo.
Si del ámbito cívico pasamos al de los partidos
políticos, las aguas del españolismo y de su marca blanca, el antinacionalismo vasco o catalán, bajan igualmente turbias.
Sobre la imparable crisis de Ciutadans no cabe añadir
gran cosa, a riesgo de caer en el ensañamiento; sólo constatar que Albert
Rivera y sus fieles siguen aplicando la consigna estalinista de que "el
partido avanza depurándose", y decretan expulsiones y fuerzan bajas a
decenas, la última de las cuales -concejal de Sant
Andreu de la Barca- sentencia que "Ciutadans ha
muerto". Pero es que también lo que parecía la alternativa sólida, seria y
solvente a Ciutadans, Unión, Progreso y Democracia (UPyD) ha entrado en una dinámica centrífuga y autodestructiva:
ruidoso portazo del co-fundador -y expresidente del Foro Ermua-
Mikel Buesa, suspensión de militancia a 14 dirigentes
críticos con la dirección, exhortaciones cruzadas a fundar otro partido,
amenazas de recurrir a los tribunales, reproches de sectarismo, de
fraccionalismo, de ausencia de democracia interna...
¿Qué ocurre? ¿Acaso anda suelto un virus político antiespañolista peor que el de la gripe A? No. Lo que todos
estos casos ilustran es el síndrome de los partidos monotemáticos, de las organizaciones
vertebradas en torno a una sola idea, a un único asunto, que fácilmente deviene
obsesión. Tales grupos suelen atraer a numerosas personas que se sienten
poseedoras de la verdad e investidas de una misión; por tanto, reacias al
debate abierto y a la flexibilidad estratégica o táctica, y proclives al
dogmatismo y a las soluciones disciplinarias, si está en su mano aplicarlas.
Cuando, además, esas plataformas o partidos conocen alguna forma de éxito, éste
da pie a borracheras de protagonismo mediático (pensemos en el caso Alcaraz) que dejan luego una durísima resaca. En
definitiva, son como los niños encerrados con un solo juguete: que terminan por
romperlo.