'REMEDIO'
Artículo de Josep Cuní en “El Periódico” del 31 de
octubre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Con un muy breve comentario a pie de título:
¿ARISTOCRACIA DEMOCRATICA O DICTADURA
OLIGARQUICA?
Luis Bouza-Brey (31-10-09, 6:30)
Iremos
comprobando empíricamente, como con el 3%, el Carmelo, el Pacto del Tinell, la “cooficialidad”, el Estatuto, las “investigaciones”
a 11.999 euros y demás trapisondas
caciquiles, que esto es una dictadura oligárquica, y no una aristocracia
democrática. De momento, el “aristócrata” Millet
deambula en libertad.
Sí, a
los catalanes nos expolian…desde Cataluña. Y hay muchos colaboradores
necesarios en ese expolio.
Primero
fue el caos y después vino el orden, como gusta a la ciencia. Es evidente que
la tendencia humana es invertir los términos y considerar que es la ruptura de
lo establecido lo que nos asoma al desconcierto. Así somos de miedosos ante lo
desconocido y así están reaccionando aquellas personas que temen lo que está
pasando y lo observan como una avanzadilla de lo peor por suceder. Y ven
proyectarse las sombras de algún Berlusconi autóctono que nadie identifica aún
pero que puede presentarse tarde o temprano como el salvador de un pueblo
perdido en alta mar porque la carta de navegación estaba falseada. Son personas
que han bebido en la fuente de la catalanidad inalterable. La forjada en la
ropa sucia lavada en casa, en no hacerse notar demasiado o comprometerse en
exceso. ADN de esta parte de la piel de toro que los contrarios han sabido
interpretar y que, con leyes las veces más dramáticas y cepillo por la espalda
en las falsamente cómplices, han acabado por imponer sus intereses a costa de
los catalanes. A esto le ha seguido la aceptación, si no la resignación, para
saltar de nuevo a una reivindicación que cerraba el círculo para empezar a
dibujar su concéntrico.
Enfermedad
Así estaba Pujol el lunes por la noche, advirtiendo con tirar de la otra punta
de la manta para destapar las cosas mal hechas por otros ahora que estos
mostraban las escondidas por los suyos. No ha entendido pues el expresident que las cosas han cambiado. Que esta ya no es
la época de su virreinato, o que, como escribía Dante en el Purgatorio, pasa el
tiempo y el hombre no se da cuenta. Que si tanto el dentista como su paciente
siguen amenazándose de hacerse daño mutuo, uno en la boca y otro en las partes,
es porque el segundo desconoce el avance de la odontología y la capacidad del
titular de reparar una dentadura sin que al enfermo le duela. Valgan el chiste
más contado de los últimos tiempos y la salida de tono del político la noche
anterior al nuevo descalabro para entender el porqué del pavor de quienes temen
la oscuridad perpetua tras haber entrado en el túnel de los horrores.
Tranquilos. No nos pasa nada que no haya sucedido en otros países
recientemente. ¿O es que alguien ha escuchado a un francés percibir el fin de
sus días viendo a un exprimer ministro juzgado tras
ser acusado por el presidente de la República y miembro de su mismo partido? ¿O
a los británicos, hace unos meses, observando el lamentable espectáculo de sus
señorías cargando legalmente a las cuentas del Parlamento las obras de sus
fincas o los tampax de sus esposas? Tampoco. Al
contrario. Han sido las grandes crisis políticas las que han hecho emerger
históricamente con más fuerza la democracia, porque necesita de ellas para
hacerse valer a sí misma. No olvidemos que el gobierno del pueblo es en esencia
regeneración permanente. Lo que sucede es que cuando el sistema está
secuestrado por las maquinarias de unos partidos más pendientes de ganar
elecciones que de hacer lo que le conviene a su país, el procedimiento se
resiente y la decepción aumenta. Hoy por hoy, lo único cercano es un aumento
colosal de la abstención si no ponen remedio. A medio plazo, por lo menos.
Disponen, pues, de tiempo suficiente para re-inventarse si quieren. De lo
contrario, habrán sido ellos quienes convoquen a sus propios verdugos aunque
estos salgan de la misma sociedad que dicen representar.