PRESAGIOS
Artículo de ÁLVARO DELGADO-GAL en “ABC” del 03/04/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Rajoy se ha
distanciado del vídeo de Faes. Ha dicho que conviene actuar desde la cabeza, no
desde las vísceras, y que es partidario de hacer las cosas con «finura e
inteligencia». En mi opinión, Rajoy se ha quedado corto. Lo malo del vídeo no es
que sea tosco, o que constituya un testimonio de parte. Lo realmente grave es
que introduce a una formación política imprescindible en un terreno sumamente
peligroso. Permítanme que me explique. La victoria socialista de hace un año se
ha producido en circunstancias desgraciadas. En primer lugar, nunca se sabrá en
qué medida contribuyó el atentado al vuelco electoral. En segundo lugar, la
explotación de los errores gubernamentales por la oposición fue seguida de
manifestaciones frente a las sedes populares, hecho gravísimo que, de forma
increíble, el presidente del Gobierno se ha negado a condenar. Por último, la
pésima gestión de la crisis por Aznar y su entorno fue simplificada por sus
enemigos políticos en una fórmula eficaz y a la vez terrible: el Gobierno
miente. En mi opinión, esto es injusto. El Gobierno no mintió en rigor. Lo que
catastróficamente hizo, fue conceder a la hipótesis de que ETA era la autora de
la masacre un peso que a partir de cierto momento excedía con mucho la evidencia
razonable. Intervinieron en ello motivos electoralistas, claro está. Esto
exasperó a muchos votantes y el asunto acabó como acabó. Con un triunfo
distorsionado por un hecho accidental y un Ejecutivo mancillado por las peores
insinuaciones.
Se comprende que un historiador o un periodista especulen a fondo sobre los
pliegues y recovecos del proceso infausto y saquen las conclusiones que
consideren oportunas. Ahora bien, unas elecciones, al revés que la sentencia de
un tribunal de primera instancia, no son revisables. El que pierde tiene que
irse, y el que ha metido la pata, aún cuando lo haya hecho de buena fe o con
mejor fe de la que le atribuyen sus oponentes, debe resignarse a tragar acíbar y
apechugar con los costes. Esas son las reglas duras de la vida pública en una
democracia. El vídeo las vulnera en dos aspectos clave. De un lado, da entrada a
toda clase de conjeturas sobre el comportamiento de la izquierda entre el 11 y
el 14 de marzo del 2004, o aún antes. En segundo lugar, sugiere que las
elecciones, celebradas bajo coacción, no fueron legítimas. De ahí a afirmar que
el gobierno actual tampoco es legítimo, media un paso. Franqueada esta
distancia, se puede llegar a cualquier exceso. Verbigracia, a impugnar el propio
sistema. El que haya impulsado desde dentro el vídeo está manejando material
explosivo. Y provocando remolinos de efectos imprevisibles.
El perjudicado más notorio del vídeo es Rajoy. Esa guerra no es su guerra.
Además, se desplazan los énfasis y las prioridades a paisajes ya pretéritos y
ajenos al escenario en que puede arraigar y crecer el jefe actual de los
populares: la política del momento o, para ser más precisos, una política
orientada a encarar con esperanzas las próximas generales. No se le podía haber
hecho un favor mejor a Rubalcaba. Ha comentado también el presidente del PP que
«se recoge lo que se siembra». Es evidente la alusión a la política de
hostigamiento a la derecha que están llevando a cabo el Gobierno y ciertas
cliques socialistas. La revisión de la Guerra Civil, el levantamiento nocturno
de la estatua de Franco en Madrid y el radicalismo innecesario de muchas
propuestas, en absoluto inspiradas en una demanda social, son provocaciones
enderezadas a que la clientela popular se encrespe, agite y, quizá, rompa. La
imprudencia de la estrategia salta a la vista. Ahora bien, hecho el diagnóstico,
es de esperar que Rajoy elabore una respuesta. Tenemos la siembra y la cosecha
indeseable. ¿Qué podría intentar Rajoy para que el río no se salga de madre?
Sólo resta una solución: tomar la iniciativa. Sólo si Rajoy inicia alguna clase
de movimiento y consigue ilusionar a la tropa, se vencerán las inercias
heredadas. Y esto exige capacidad de liderazgo, amén de inteligencia y sentido
común. Se precisa ser muy sectario o muy miope para no advertir que en el empeño
se juega algo mucho más importante que las siglas del futuro vencedor de las
elecciones. En efecto, cuenta menos quién ganará las elecciones, que las
condiciones en que se ganen. Si el clima civil se complica, la derecha se divide
y desagrega, y la desagregación se complica con la estructura regional, el PSOE
seguirá, sí, en la Moncloa. Pero es improbable que lo haga en un país
gobernable. A la viceversa, no sería una tragedia la perduración en el poder de
los socialistas si éstos y también la oposición consiguen ordenar su agenda y
ponerse a discutir razonablemente sobre los asuntos que amenazan con
desestabilizar el Estado. Rajoy hizo una oferta generosa hace mes y pico. Sería
una pena que se desoyera.