¿CRISIS DE RÉGIMEN?
Artículo de ÁLVARO DELGADO-GAL en “ABC” del 24/04/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
No conocemos
todavía qué traerán consigo los comicios vascos del 17 de abril. Esta impotencia
predictiva no es producto sólo de nuestras luces limitadas. Refleja también el
hecho de que el futuro, en política, integra algo intrínsecamente indeterminado.
La realidad política es lo que van construyendo los agentes mediante sus
decisiones libres. Por lo mismo, lo que está por venir se halla afectado siempre
por una contingencia radical. ¿Quiénes dominan ahora la agenda en Vascongadas?
Esencialmente, el PNV, ETA y el PSE, y junto al PSE, el Gobierno de la nación.
¿Qué saldrá del cruce de estrategias? Ninguno de los protagonistas lo sabe, no
lo sabe en la medida en que todos dependen de todos. En lo que sigue, analizaré
lo que parece ser la estrategia incipiente de los socialistas. Expondré primero
los argumentos oficiales o exotéricos con que se defiende esa estrategia, y
rebotaré a continuación en los esotéricos. Mi conclusión será que Zapatero ha
entrado en un juego peligroso y no justificable si se hace balance de los costes
ciertos y los beneficios dudosos.
Vayamos a los argumentos oficiales. El runrún dominante es éste: los socialistas
deberían apoyar parlamentariamente a Ibarreche, aunque sin entrar en el gobierno
autónomo. Pregunta inmediata: ¿qué sentido tiene favorecer a un rival político a
cambio de nada? Centrándonos en el episodio vasco: ¿por qué echar un cable a
Ibarreche sin pedir en compensación unas cuantas consejerías? La respuesta es
que se exigiría a Ibarreche renunciar a su plan, y por supuesto, a una alianza
con ETA. Pero esto, ¡ay!, resulta claramente insatisfactorio, puesto que es
evidente que nada impediría a Ibarreche aceptar el regalo socialista y amistarse
en secreto con ETA. Llegada la ocasión propicia, Ibarreche relanzaría su plan. A
quienes contesten que Ibarreche no sería capaz de hacer algo así, les recuerdo
el Pacto de Estella.
La composición de lugar socialista se complica aún más cuando introducimos en el
cóctel el plan López. El plan López rebasa ampliamente la lectura actual del
Estatuto de Guernica, y haría ingobernable al Estado apenas se extendiera a
Cataluña y otras autonomías. Su implantación, además, provocaría una ruptura
irreversible con el PP a escala nacional. Hace unos meses, era aún posible
interpretar el plan López en clave maquiavélica. Se trataría de un señuelo para
atraer voto nacionalista, no de una idea seria. El mantenimiento después de la
elecciones, y la voluntad firme de no formar un frente con el PP, obligan a
arrumbar la interpretación maquiavélica. El problema es que se hace difícil
encontrar una interpretación alternativa y a la vez comprensible. Por las
trazas, los socialistas mantendrían a Ibarreche esgrimiendo al tiempo un plan
que fragiliza al Estado, suspende todo entendimiento con la oposición y no se
dirige, sobre el papel, a obtener la paz. Ya que el plan López no es el plan
Ibarreche, ni tampoco, que se sepa, un plan aceptable para ETA. El argumento se
reduce a un galimatías indescifrable.
El galimatías empieza a adquirir sentido si nos percatamos de que Zapatero cree
que podría pasar a la historia como el pacificador de Euskadi. Al incorporar
este dato, el desorden se disipa y cobra cuerpo un diseño más coherente. Madrid
entablaría -«continuaría»- contactos con ETA, no estorbado por un Ibarreche al
que el apoyo del PSE ha convertido en rehén o prisionero del Gobierno. Fijado el
marco negociador, se daría audiencia al PNV, con el PP fuera de juego. Y
hablando, y volviendo a hablar, se sacaría la paz como un mago saca el conejo de
la chistera. El plan López sería un aperitivo para que arranquen las
conversaciones.
El proyecto es profundamente imprudente, por dos razones. Se conseguiría la paz
sacrificando el Estado. O mejor, no se conseguiría nada, porque vendrían después
tiempos más intratables. La segunda razón es que ETA, infaustamente reingresada
en el sistema de partidos, está en situación de hacerle una pirula al Gobierno.
Entiéndase, de pactar con Ibarreche una mayoría nacionalista en el momento menos
pensado. El éxito de Zapatero está subordinado a que ETA se comporte como él
espera, e Ibarreche también. La probabilidad es precaria, por decirlo con
suavidad. Y los costes de la apuesta, seguros y enormes. En resumen: se estarían
sacrificando valores sólidos por valores altamente especulativos y problemáticos
en sí mismos. A esto, en política, se le llama aventurerismo. El aire huele a
tostado. Lo que quizá esté ardiendo es el régimen del 78.