VISIONES BEATÍFICAS
Artículo de Álvaro Delgado-Gal en “ABC” del 08/05/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
No siempre
las cosas son lo que parecen. Quizá Zapatero no haya mantenido contactos, ni aun
indirectos, con ETA. Tal vez no esté dispuesto a pagar un precio político por la
paz. Acaso siga confiando en la vigencia del Pacto Antiterrorista y mañana o
pasado mañana nos enteremos por la prensa de que Rajoy ha sido informado en
serio de lo que se habló en el encuentro a obscuras con Ibarreche. Es más
frecuente, sin embargo, que las cosas sean lo que parecen. Si se cumple esta
regla estadística, habremos entrado en una fase nueva e impredecible. Los datos
de partida serían los siguientes: el Partido Socialista, manumitido de toda
sincronía con el popular, ha iniciado un proceso que interesa a la propia
estructura del Estado. Las probabilidades de que la aventura acabe bien son
escasas, por varias razones. Una evidente, es que ciertas cosas sólo se pueden
hacer en un clima de unanimidad. No puede haber tal si se deja en la cuneta al
PP. Otra razón es que la posición de Zapatero es débil. Zapatero necesita un
éxito político. Lo necesita en la medida en que se ha internado asaz por
terrenos excusados, y no puede ya volver sobre sus pasos sin ofrecer algo gordo.
Por ejemplo, la disolución de ETA. ETA, por el contrario, tiene mucho menos que
perder, dadas las circunstancias. Hace unos meses, se hallaba al borde de la
extinción técnica y sin perspectivas de dotarse de una representación en el
parlamento de Vitoria. En este momento maneja la llave de la gobernabilidad en
el País Vasco y es cortejada a la par por Ibarreche y por quienes esperan
incorporarla a la vida civil. Ello la dota de un amplísimo margen de maniobra.
Es dueña de arrancar concesiones enormes al Gobierno con la zanahoria de la paz.
Y también de hacer un quiebro inesperado y aliarse con el PNV. O de hacer lo
segundo después de haber hecho lo primero. El tiempo, en cierto modo, corre en
su favor. El Pacto Antiterrorista, propuesto por el propio Zapatero, ha
constituido la expresión formal de un tabú. El tabú prohibía ceder frente a ETA.
O expresado al revés, sólo permitía tratar con ETA los detalles materiales de la
rendición. Roto el tabú, no está claro qué será innegociable a partir de ahora.
No está claro por parte del Gobierno. Cuanto más se dilate el periodo de
incertidumbre, más consciente será el Gobierno de que su situación es
insostenible, y menos consciente de los costes que supone dar más de lo
necesario. La presión agobiará a Madrid, no a los que están habituados a vivir
en la clandestinidad y libres del marcaje de la prensa o la oposición.
La tercera razón para el pesimismo, y a mi ver la más seria, es de índole
cultural, o si se prefiere, intelectual. Contra toda evidencia, una porción de
la izquierda sigue pensando que las funciones distributivas del Estado
Benefactor pueden sobrevivir a la desaparición o cuarteamiento del Estado. Esta
creencia fabulosa circula bajo un membrete mágico: «solidaridad». Rosa Aguilar,
alcaldesa de Córdoba, expuso muy bien la actitud a que me refiero en una
entrevista con Carlos Herrera, a mediados de semana. Aguilar aceptaría que el
Estado continúe adelgazando, hasta confederarse en la práctica. A la vez, confía
en que catalanes, mallorquines o madrileños sigan desviando un porcentaje de su
renta en beneficio de andaluces, manchegos o extremeños. Rosa Aguilar parece
ignorar que los impuestos con que se sufraga sanidad o educación han sido
recaudados por los inspectores de una Hacienda nacional, y que Hacienda inspira
respeto porque detrás de ella está el poder coactivo del Estado. En la
entrevista, y muy en línea con estos olvidos elementales, llamó «fondo de
solidaridad territorial» a lo que hoy por hoy es la caja común en que confluyen
el IVA, el IRPF, o los impuestos sobre sociedades. Todo esto sería substituido
por las sinergias espontáneas y sentimentales de los pueblos de España. En el
escenario fantástico que Aguilar lleva instalado en su interior, podríamos
volver a las anfictionías griegas, sin mengua alguna de las virtudes erogadoras
que en la era moderna trajo consigo una burocracia organizada y un señor con
puñetas en la bocamanga para poner en su sitio al que se desmande.
Ciertamente, el PSOE no es IU. Pero muchos socialistas no se aproximan a estas
cosas con el debido despejo. Hace casi dos años, en los prolegómenos de
Santillana, circularon papeles que semejaban inspirados en la visiones
beatíficas de Aguilar. Los conceptos cambian, aunque no en un santiamén. Un
Zapatero con la cabeza bien sentada, no daría alas a Maragall y los
nacionalistas catalanes abriendo un frente inédito en el Norte.