TURISMO SOLIDARIO
Artículo de Juan Manuel de Prada en “ABC”
del 15 de marzo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Hay un
poema de Jaime Gil de Biedma, titulado «En el nombre de hoy», que nos sirve
para explicar el mecanismo psicológico de la mala conciencia. En aquel poema,
Gil de Biedma se dirigía sarcásticamente a quienes, como él, disfrutando de las
ventajas de una posición acomodada (a la que no estaban dispuestos a
renunciar), se permitían sin embargo el lujo de profesar unas ideas
inconciliables con su vida: «A vosotros, pecadores / como yo, que me avergüenzo
/ de los palos que no me han dado, / señoritos de nacimiento / por mala conciencia
escritores / de poesía social, / dedico también un recuerdo». Esta «vergüenza
de los palos que no les han dado» explica la conducta paradójica de muchos
«señoritos de nacimiento» que no tuvieron valor para renunciar a una vida
regalada, que no tuvieron redaños para romper los lazos con una familia
beneficiada por el régimen franquista, que no tuvieron la gallardía de abominar
de las ventajas que les proporcionaba su posición social; y que, para acallar
su negra conciencia, participaron entonces en cuatro algaradas universitarias o
se afiliaron el Partido Comunista, resolviendo de este modo hipócrita el
conflicto insalvable que manchaba sus vidas. Hoy, muchos de estos «señoritos de
nacimiento» ocupan ministerios, o se han erigido en escritores oficiales y
pontífices intelectuales del Mátrix progre; y todo lo
que hacen y dicen está dictado por el más aciago de los rencores, que es el
rencor que uno siente hacia sí mismo, el rencor de quien no puede mirarse cada
mañana ante el espejo sin recordar lo que -por cobardía o mera comodidad- fue
en el pasado. Y como ese rencor hacia uno mismo no tiene cura, quienes lo
padecen lo repercuten en el pasado que los delata, en un intento desesperado de
«reconfigurarlo» a su medida, hasta inventar e imponer por decreto un pasado
que nunca existió.
Este
mecanismo psicológico, que en otro tiempo impulsó tantas afiliaciones al
Partido Comunista entre chicos de buena familia, es el mismo que hoy impulsa a
muchos -usemos la terminología de Gil de Biedma- «señoritos de nacimiento» a
afiliarse a oenegés (¡y también a fundarlas!) con las
que se proponen combatir la miseria del mundo mundial, mientras siguen
disfrutando de los pingües beneficios de su vida regalada; y hasta dedican, por
mala conciencia, una parte de sus vacaciones a hacer turismo solidario,
apuntándose a una caravana que reparte viandas, aspirinas o condones por los
andurriales del atlas, al estilo de aquella caravana de Bienvenido, míster
Marshall, que dejaba tras de sí a una multitud de atónitos palurdos, lamiéndose
las llagas del chasco. Uno entiende que la gente resuelva sus traumas
psicológicos como mejor pueda; y, aunque el turismo solidario le repugne,
también comprende que el «señorito de nacimiento», para poder mirarse sin
vergüenza ante el espejo cada mañana, necesite demostrar su inmenso amor a la
Humanidad participando de estas expansiones que acallan su mala conciencia. Lo
que uno no logra entender -aunque de veras lo intenta- es que el «señorito de
nacimiento» que participa de tales expansiones no apechugue con las
consecuencias de sus actos, cuando previamente se le ha advertido que no debe
frecuentar ciertos andurriales del atlas infestados de terroristas de Al Qaida;
y mucho menos que el Estado apechugue con su irresponsabilidad, sufragando con
dinero del erario público el rescate de los turistas secuestrados, o
propiciando su canje por terroristas encarcelados.
Dinero y
terroristas con los que -como a nadie se le escapa- Al Qaida podrá seguir
perpetrando sus crímenes. Una cosa es que cada cual expíe su mala conciencia
por los palos que no le han dado como le pete; y otra muy distinta es que esos
palos los cobremos los demás en nuestras costillas.