EL RÉPROBO MAYOR OREJA
Artículo de Juan Manuel De Prada en “ABC”
del 27 de marzo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
A
Jaime Mayor Oreja le han montado un aquelarre por
sostener que Zapatero y la ETA son aliados potenciales, puesto que ambos
anhelan una España debilitada. «Aliados potenciales» son quienes «pueden
serlo»; y, desde luego, nadie «puede serlo» con mayor probabilidad que quienes
ya lo han sido en el pasado. La cruda realidad nos enseña que Zapatero propició
que, durante el llamado «proceso de paz», la ETA lograra los fines que
perseguía: Zapatero propició que los etarras pudieran volver a concurrir en
unas elecciones; Zapatero propició que un preso etarra disfrutara de duchas
relajantes con su novia; Zapatero propició que un fiscal general del Estado
aconsejara a los jueces que se adaptaran a las circunstancias; Zapatero, en
fin, anunció que se respetarían las «decisiones de los ciudadanos vascos», en
una indecorosa declaración institucional leída en un salón de pasos perdidos
del Congreso. A buen seguro, a Zapatero y a la ETA no los animaba entonces el
mismo fin; pero que con sus actuaciones Zapatero favoreció los fines que
perseguía la ETA es indubitable, en lo que actuó -aceptemos que por
inconsciencia o irresponsabilidad- como un aliado. Y quien camina con pasos
perdidos fácilmente puede volver a las andadas.
Que
tanto Zapatero como la ETA anhelan una España debilitada se demuestra
constatando que ambos frecuentan idénticos socios. Así, por ejemplo, la ETA
pactó con Esquerra Republicana en Perpignan que
Cataluña fuese territorio exento de atentados terroristas; un pacto de
auténticas alimañas que a cualquier bien nacido repugna. Y Zapatero, para
asegurarse la poltrona, no tuvo empacho alguno en pactar el aislamiento de la
derecha con esa misma Esquerra Republicana que antes había pactado con la ETA;
y, para que no quede duda de que sus socios son los mismos que en Perpignan pactaron con la ETA, la sucursal catalana de su
partido forma con ellos un gobierno que persigue la lengua española con el
mismo encono y ensañamiento con que la Stasi
perseguía disidentes. Estos son hechos, no opiniones; hechos tan evidentes como
que el sol alumbra cada mañana. A buen seguro, las razones por las que tanto
Zapatero como la ETA anhelan una España debilitada son distintas; pero que,
para alcanzar ese fin, han recurrido a idénticos socios es indubitable.
Hasta
aquí, Mayor Oreja no ha formulado sino evidencias. Falta saber si Zapatero está
negociando con la ETA , extremo que desde luego
quedaría plenamente desmentido si Josu Ternera ingresara en la cárcel, si la
autorización que el Parlamento concedió al Gobierno para «dialogar» con la ETA
fuese revocada, si en los ayuntamientos vascos dejaran de campear quienes
concurrieron a las elecciones porque Zapatero lo propició. Mientras tales
signos no se producen, Mayor Oreja no hace sino lanzar un vaticinio, acaso
intempestivo: tan intempestivo, por cierto, como el que lanzó Casandra ante el
caballo de madera que los aqueos habían dejado como presente ante las murallas
de Troya; vaticinio por el que fue tildada de loca. Mayor Oreja ha sido esa
«voz que grita en el desierto» de la complacencia y el cretinismo ambiental; y,
como los profetas de antaño, ha sido condenado por réprobo. Algún día tal vez
recordemos su aviso con amargura, como los troyanos sin duda recordaron el
vaticinio de Casandra ante la ruina de Troya; y entonces podrá decirse, muy
oportuna y tempestivamente, que en el pecado llevamos la penitencia.
Y,
mientras el réprobo Mayor Oreja es condenado a las tinieblas, seguimos sin
saber la verdad sobre el caso Faisán. Tal vez porque conocer esa verdad que
probaría que Zapatero y la ETA fueron aliados en el pasado constituye, como la
propaganda oficial predica de las palabras de Mayor Oreja, una «infracción del
pacto antiterrorista».