VILLAREJEANDO
Artículo
de Juan Manuel de Prada en “ABC”
del 17 de abril de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
LA
asistencia de un Pasqual Maragall enfermo de alzheimer al aquelarre de la Complutense es una alegoría
que Quevedo no hubiese dejado escapar, para explicar satíricamente en qué
consiste la «memoria histórica». Si Funes el
memorioso, el personaje de Borges, hubiese asistido al aquelarre de la
Complutense habría salido de allí con la impresión de que su implacable memoria
era «como un vaciadero de basuras»; algo de lo que no tendrá que preocuparse
Maragall, quien tal vez a la conclusión del aquelarre ya no recordase las
palabras de Villarejo, ni siquiera si el tal Villarejo era jurista o vendedor
de crecepelos. Como vendedor de crecepelos,
desde luego, Villarejo habría hecho una señora carrera, pues domina
magistralmente esa retórica de garrafón, hiperbólica y tremebunda, que se
estila en las plazas de los pueblos, cuando el tintorro enardece los varoniles
pechos de los hombres barbados. Y, además, siendo vendedor de crecepelos habría evitado jurar los principios del
Movimiento, como hizo cuando fue nombrado fiscal del Estado franquista, para el
que ejerció ejemplarmente la acusación pública durante casi quince años; tan
ejemplarmente que en 1966 fue promovido a la plaza de fiscal de ascenso por los
méritos contraídos, que no creo que fuesen precisamente la persecución de
torturadores franquistas.
Pero
nunca es tarde si la dicha es buena; y Villarejo, que fue un jurista al
servicio de Franco, promovido en el escalafón merced a sus méritos, ha podido
ahora resarcirse, enardeciendo con su retórica de garrafón los varoniles pechos
de hombres tan barbados como el sindicalista Méndez y el rector Berzosa. A fin de cuentas, esta no es época para juristas;
ahora lo que hacen falta son tíos con toda la barba que hagan lo que Ramón
González Peña, antecesor de Cándido Méndez al frente de la UGT, reclamaba en un
mitin celebrado en febrero de 1936:
-Para
la próxima revolución, es necesario que constituyamos unos grupos «de las
cuestiones previas». En la formación de esos grupos yo no admitiría a nadie que
supiese más de la regla de tres simple, y apartaría de esos grupos a quienes
supiesen quiénes fueron Kant, Rousseau y toda esa serie de sabios. Es decir,
que estos grupos harían la labor de desmoche, la labor de saneamiento, de
quitar las malas hierbas; y cuando esta labor estuviese realizada, cuando
estuviesen bien desinfectados los edificios públicos, sería llegado el momento
de entregar las llaves a los juristas.
La
UGT se puso entonces manos a la obra con un entusiasmo ni siquiera igualado en
la organización del aquelarre de la Complutense: hizo la labor de desmoche
quemando iglesias, cumplió la labor de saneamiento regentando checas y quitó
las malas hierbas dando paseos a mansalva, allá donde pudo. Frases como esta de
Ramón González Peña (¡que luego sería nombrado nada más y nada menos que
Ministro de Justicia por Negrín!) son las que los
vendedores de crecepelos no quieren que recordemos; y
a cambio pretenden de esta sociedad genuflexa y acojonadita que se coma con patatas su versión oficial y
maniquea de la Guerra Civil, abandonando a sus padres y abuelos en las fosas
comunes de los criminales contra la Humanidad, como pretendía hacer Garzón.
Para ello, han iniciado otra labor de desmoche y saneamiento que encomiendan a
hombres de las «cuestiones previas» como Villarejo, el fiscal de Franco a quien
corresponde desinfectar los edificios públicos de jueces «cómplices del
franquismo»; esto es, de jueces que aún crean en el imperio de la ley.
¿Puede
haber aún gente tan mema que no entienda que el aquelarre de la Complutense fue
el acto fundacional de la «próxima revolución» que tratará de impedir por todos
los medios (y todos significa todos) una victoria electoral de la derecha?
www.juanmanueldeprada.com