Artículo
de Juan Manuel de Prada en “ABC”
del 21 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Zapatero sea
reconocido como el gobernante que nos restituyó lo que Franco nos había
arrebatado: la miseria
AL
ministro don José Blanco, como a la Princesa de San Blas, le gustan más los
platós televisivos que a un tonto una tiza; y, ahora que su ministerio se ha
quedado sin presupuesto, se dedica a vender motos averiadas por los platós, a
semejanza de esos andobas de sonrisa profidén que
venden fajas adelgazantes en la teletienda. En una de
sus últimas apariciones televisivas no ha tenido rebozo en sostener:
—Cuando
se vea con perspectiva, este periodo de presidencia española se reconocerá como
el mayor avance en cuanto al gobierno económico común de la Unión Europea desde
su constitución. Merkel, Sarkozy y Cameron, todos
ellos, avalan lo que hace España, avalan su política como necesaria.
A
esto se le llama hacer de la necesidad virtud. Cualquier persona con las
meninges no demasiado obturadas por la propaganda pensaría que este periodo de
presidencia española de la Unión Europea será reconocido como el tiempo en que
la soberanía española fue estuprada concienzudamente y sus gobernantes
reducidos a la condición de lacayos encargados de ejecutar las órdenes que les
imponían las potencias extranjeras; pero el vendedor de motos averiadas don
José Blanco, en lugar de negar la cruda realidad, la rebautiza sacando pecho, de
tal modo que las cesiones de soberanía se convierten en «avances del gobierno
económico común», y las órdenes que el lacayo ejecuta, en «avales a su
política». También nos asegura don José Blanco que «la publicación de los “test
de estrés” acabará con la rumorología sobre la situación de los bancos
españoles»; situación que, sin lugar a dudas debe ser boyante, teniendo en
cuenta que sus fondos propios ascienden a 220 billones de euros y la deuda
acumulada tan sólo por el sector de la construcción duplica esa cifra, mientras
más de millón y medio de pisos vacíos y carentes de valor —que los bancos, sin
embargo, computan en su haber, atribuyéndoles un valor ficticio— esperan
sentados que alguien los compre.
Y,
mientras se acaba con la «rumorología» sobre los bancos españoles y se reconoce
el periodo de presidencia española de la Unión Europea como el «mayor avance
del gobierno económico común», el vendedor de motos averiadas don José Blanco
se tropieza con que su ministerio se ha quedado sin presupuesto. Ante lo cual,
en lugar de desalentarse, don José Blanco vuelve a hacer de la necesidad virtud
y convierte el ministerio en una oficina de liquidación, para que nadie pueda
acusarlo de ociosidad. Hasta treinta líneas ferroviarias podrían ser
clausuradas en breve, con la excusa perogrullesca de que son «deficitarias»,
que es algo que, con idéntica propiedad, podría predicarse de las escuelas o
los hospitales. Aquí el vendedor de motos averiadas don José Blanco demuestra
que empiezan a faltarle reflejos; pues mucho más resultón que calificarlas de
deficitarias hubiese sido caracterizarlas como una «reliquia del franquismo». Y
así, la liquidación de líneas ferroviarias, como el desmantelamiento del
Ejército o la supresión de
la indemnización por despido, podría presentarse como una nueva
consecución de la ley de memoria histórica. Todo sea para que, cuando se vea
con perspectiva (o perspetiva), Zapatero sea
reconocido como el gobernante que nos restituyó lo que Franco nos había
arrebatado: la miseria.