DE
VICTORIA EN VICTORIA HASTA LA DERROTA FINAL
Artículo
de Rosa Díez en “ABC” del 06.10.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web
El formateado es mío
(L. B.-B.)
Con un comentario a pie de título:
¿NO HA LLEGADO YA LA HORA, ROSA?
Luis Bouza-Brey, 6-10-06.
A Rosa
Díez, a Nicolás Redondo, a Gotzone Mora, los respeto
demasiado como para permitirme darles consejos. Pero quiero preguntarles
públicamente acerca de algo que no consigo entender: si en la Moncloa lo que
les preocupa fundamentalmente es ganar las elecciones "como sea",
aunque sea hasta la derrota final, y en el PSOE no cabe confiar para defender
principios salvo en el caso de una muy exigua minoría, pues la mayoría es
cobarde, carece de criterio o va a lo suyo, ¿a qué esperáis los socialistas que
quedáis dentro? ¿No es hora ya de despertar a la opinión pública denunciando la
traición a la democracia, al socialismo y a los muertos? ¿No es hora ya de hacer
recaer en los irresponsables de La Moncloa el coste en votos de la traición?
Si veis
que ya es la hora, construyamos en toda España un partido de Ciudadanos
demócratas, progresistas, liberales y socialistas, movilizados para salvar el
país y la democracia. El partido de los CIUDADANOS INDIGNADOS ante la voladura gratuita e irresponsable del primer éxito
histórico de España como país moderno.
Denunciemos
la destrucción del PSOE desde su interior por obra de oportunistas traidores.
Hagámoslo ya, Rosa, es la única forma de evitar que los principios de libertad,
democracia y socialismo por los que lucharon tantos españoles dignos y
honrados sean violados por botarates, topos miopes, tarugos,
sufridores resabiados y nazis. Así lo veo yo, Rosa, Nicolás, Gotzone, humildemente y con profundo respeto, pero con
indignación y alarma ante los hechos consumados. Acabemos con el goteo de bajas
y abramos una vía de agua: Si esta gente vuelve a ganar las elecciones, el país
se hunde.
Esta
mañana me decía un amigo: «Rosa, no le des más vueltas: ya nos han derrotado».
Estábamos hablando del «proceso»; más en concreto, de la mesa de partidos cuya
constitución, metodología y alcance está, según todos los datos, prácticamente
ultimada.
Los
periódicos del grupo Vocento han venido informando de
los pasos que se estaban dando en las últimas semanas para «desatascar» ese
«elemento fundamental» a juicio de los terroristas que es la mesa de partidos;
después de la última amenaza de los terroristas, Moncloa y PSOE se pusieron manos
a la obra. El acto terrorista de Oiarzun ha dado
resultados espectacularmente positivos para la estrategia de los que acabaron
disparando al aire pero anunciando que tenían la sangre (la nuestra,
naturalmente) preparada. Finalmente ayer, ABC explicaba los pormenores de los
acuerdos hasta ahora alcanzados, entre los que está el compromiso de abordar en
ese foro extraparlamentario la autodeterminación y la territorialidad.
Es
tan obvio el retroceso democrático que supone el hecho de que el PSOE, el
partido que gobierna España, esté dispuesto a abordar en una mesa
extraparlamentaria la autodeterminación y la territorialidad que sólo me queda
denunciar el hecho; como quien presenta una demanda ante el Juzgado porque las
palabras no le han servido para intentar convencer al agresor de lo inadecuado
de su conducta y se siente en la necesidad de reclamar que se aplique la ley en
defensa de unos derechos que considera violados.
Habrá
quien diga desde las filas del Gobierno o del Partido Socialista que van a
hablar de esas cosas para decir que no. No será verdad. Porque si se está
dispuesto a hablar de un supuesto no aplicable en la democracia española -ni en
ninguna otra-, como es la autodeterminación, es que se está dispuesto a aceptar
el principio sostenido por ETA de que en España no ha habido democracia y por
eso nos han perseguido y asesinado. En este caso aceptar el debate para llegar
a acuerdos es aceptar los planteamientos de los terroristas. Es aceptar que el
terrorismo tenía causas, objetivos legítimos, por mucho que sus métodos no lo
fueran. Es retroceder democráticamente, recorrer un camino desde la democracia
hacia el totalitarismo. Que nadie se engañe: la
constitución de la mesa extraparlamentaria para abordar los temas que le
correspondería abordar -en todo caso- a la instancia legitimada para
representar la voluntad de los ciudadanos no será dar un paso para incorporar a
los terroristas al juego democrático, sino perder una parte de la legitimidad
democrática para acercarnos a ellos. Es la rendición ideológica. Es optar por
recorrer el camino hacia la paz de Azkoitia. Es el desestimiento; es nuestra expulsión.
Si se alcanza un acuerdo para debatir la autodeterminación y la
territorialidad en esa mesa extraparlamentaria se confirmará nuestra derrota.
Será la derrota de los constitucionalistas, la derrota de los demócratas, de
los que hemos defendido las reglas del juego democrático, de los que defendemos
la Constitución, de los que queremos derrotar el terrorismo, de los que sabemos
que la derrota del terrorismo requiere de la derrota ideológica y semántica de
la banda. Si se acepta el debate, la victoria ideológica y semántica, la
victoria total, será de los terroristas.
Si se acepta ese debate en esa mesa extraparlamentaria, la
democracia estará remunerando el terror, los mil muertos, los exilados, el
miedo que nos infringieron, la libertad que nos quitaron. Los actos de los
terroristas habrán tenidos sentido; los nuestros, los de los ciudadanos
constitucionalistas, los de las víctimas, los de los resistentes, no.
Carlos
Martínez Gorriarán lo explica mejor de lo que yo
puedo hacerlo en su artículo portada de Basta Ya en el día de ayer: «A estas
alturas no caben muchas dudas razonables de que el presidente Zapatero, con el
apoyo casi unánime de su partido, sea por convicción o por miedo, y de todos
los demás con excepción del PP, el único que conserva la cordura en este
asunto, está dispuesto a enviar representantes a una mesa, llamada de partidos,
cuya misión será pactar con ETA y los demás nacionalistas determinados cambios
de las instituciones vascas, con vistas a persuadir a los terroristas de que
para conseguir sus intereses, aunque sean ilegítimos, les irá mejor
"haciendo política" que pegando tiros y poniendo bombas. A eso le
llaman "la paz", y conseguirla es la única justificación de la mesa
de partidos, poco interesados en la libertad».
Ya
se sabe que el problema de ceder al chantaje es que si pagas una vez estás
preso para siempre. Y con ETA hemos empezado a pagar desde el mismo día que en plena
ola de asesinatos los emisarios del PSOE empezaron a sentarse con los
terroristas. A partir de ahí, todo ha sido ir cediendo. Desde la declaración
del Congreso de mayo de 20050 -buscada al margen del Pacto y cambiando de socio
para complacer a ETA que quería que se visualizase que «iba en serio»-, hasta
los inclumplimientos reiterados de los compromisos
adquiridos en sede parlamentaria, desde la necesaria verificación de la
ausencia absoluta de violencia, comunicación al Parlamento del inicio de las conversaciones,
hasta la negación de que se iba a hablar de autodeterminación o de Navarra con
la banda. Incumplimientos que tuvieron su culminación cuando el propio
presidente les explicó a los periodistas que iba a «respetar la voluntad de los
vascos», que es como ETA llama a la imposición de sus tesis. Y, además,
aceptación de la discusión del «proceso» en el Parlamento Europeo -una de las
más viejas aspiraciones de la banda-, reconocimiento como interlocutor político
de Batasuna-ETA mientras ésta sigue en la lista Europea de Organizaciones
Terroristas, homologación de la situación del País Vasco con Irlanda -otra de
las reivindicaciones más queridas de la banda-, aprovechando la visita de
Blair...
Todo han sido cesiones. Todo desde el principio, desde hace más de
cuatro años, desde que nos engañaban con desmentidos y buenas palabras a
quienes seguíamos en primera línea pensando que arriesgábamos la vida por
defender un futuro en libertad. Se han traspasado
ya todas las líneas rojas; todas. Pero me dicen que en Moncloa están contentos.
Que creen que tienen asegurada la reelección, la próxima victoria. Es posible.
Iremos de victoria en victoria. Hasta la derrota final.
Si quienes tienen la obligación de velar por
la integridad de las instituciones democráticas no creen en ellas, si nos dejan
solos, ¿qué podemos hacer más allá de declararnos -y sentirnos- derrotados?
Sólo nos queda la denuncia; la denuncia y la palabra en la plaza pública.
Vendrán tiempos peores. Por eso pienso que es la hora de prepararnos recomponiendo
complicidades transversales entre demócratas, entre gentes que, al margen de su
ideología, estemos unidos por lo fundamental; unidos en un compromiso de
resistencia ante el fanatismo y de defensa y fortalecimiento de nuestras
instituciones. Unidos por la convicción de que el objetivo es la libertad. Y
que por eso y para eso merece la pena seguir luchando.