¿QUIEN
DEFIENDE LA CONSTITUCIÓN?
Artículo de Rosa Díez en su web del 8 Diciembre 2009
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Coincidiendo
con el 31 aniversario de la Constitución se han vuelto a escuchar diferentes
voces de reconocimiento, aplauso o petición de reforma y/o mantenimiento
inmutable de la Carta Magna. Nada nuevo bajo el sol. Ocurre cada año por estas
fechas, con alguna modificación respecto de los protagonistas de los discursos.
El año pasado, que era aniversario redondo, fue el Rey quien presidió los
eventos y quien dijo las esperadas palabras de alabanza. Este año teníamos un
ingrediente nuevo para el solaz y la felicitación de todos: el lehendakari
socialista vasco se sumó a los actos. Y también acudió Montilla, el mismo
presidente que cree que el Constitucional debe actuar pero sin llevar la
contraria a lo que “desean” la mayoría de ciudadanos catalanes. Todo un ejemplo
de respeto a la independencia del Alto Tribunal, sí señor.
El lehendakari
vasco aprovechó para cantar las bondades de esta Constitución, recordando que
mucha gente ha sido perseguida y asesinada por defenderla. No está mal, sobre
todo viniendo de alguien que hace cuatro días proponía modificar sus aspectos
sustanciales porque había que conseguir que el nacionalismo vasco (al que mata
y al otro) se sintiera integrado en ella. Pero no vamos a ponernos picajosos,
que estamos de fiesta.
También
destacó el evento por la ausencia de todos los Presidentes Autonómicos del PP.
Seguro que es una coincidencia, pero el hecho –raro– fue aprovechado por
los asistentes socialistas (tampoco eran tantos, sólo cuatro, con clamorosas
ausencias como Extremadura o Andalucía) para destacar la “incongruencia”
constitucionalista del PP.
Bono
ofició. Dijo lo que se esperaba: que la Constitución es flexible, – pero sólo
hasta un punto– y que hay que respetar las reglas del juego y el árbitro.
Lástima que el día que votaron en las Cortes el Estatuto de Autonomía de
Cataluña se despistara un poco…
También
intervino, vía artículo en El País, el mutante defensor de la Constitución, D.
Gregorio Peces Barba. Este hombre que lo mismo vale para un roto que
para un descosido; que lo mismo justifica el término “realidad nacional”, o la
negociación con ETA (“hay que poner una luz en lo alto de la barricada”), que
se vuelve Constitucionalista clásico y le riñe al Gobierno, a la prensa, a los
ministros, a Zapatero… y a quien haga falta por seguir haciendo aquello que él
acompañó y teorizó entusiásticamente durante los primeros años del Gobierno de
Rodríguez Zapatero. Luego, – o sea, ayer–, como cree que a lo mejor se ha pasado
–porque su artículo ha sido re-publicado en El Mundo–, dispara contra todo
aquel que lleva años defendiendo lo mismo que él hoy argumenta, (o sea, contra
personas como nosotros) negándonos la autoridad porque en el pasado formé
parte de gobiernos de coalición ”disfrutando
como loca”, con el PNV… Justo los mismos “argumentos” que ha utilizado y
utiliza la derecha más reaccionaria para descalificar mi posición política. Qué
enorme falta de rigor y de verdad en las palabras del hombre otrora fiel a
la argumentación y al respeto sólo le disculpo pensando que ha de tener muy
mala conciencia para renegar de la verdad y caer en el insulto personal ante la
ausencia de argumentos.
Por
supuesto, este padre de la patria usado por Zapatero para tapar cualquier
estropicio, olvidó decir en su artículo y en las declaraciones posteriores que
es su partido (no sólo la Ministra de Defensa, chivo expiatorio del presente
para todos) el que le pide al Constitucional que no intervenga; que es su
partido el que sacó adelante (con sus bendiciones) este Estatuto de Autonomía
de Cataluña que marca el principio del fin de nuestra soberanía nacional;
que es su partido, su portavoz parlamentario, su Ministro de Justicia, el que
le echa la culpa de lo que está ocurriendo al PP por haberlo recurrido. Olvidó
decir cosas importantes y dijo unas cuantas mentiras con pleno conocimiento de
causa. Pero todo vale si se trata de reconstruir la verdad oficial; todo vale
ahora para D. Gregorio, como valía cuando defendía la negociación con ETA o que
Cataluña era una nación “cultural”. Ya entonces le pudo más el odio a la
derecha española, su deseo de aniquilarla con la nueva estrategia de Zapatero
de iniciar una segunda transición, que el sentido de la responsabilidad.
En eso, no ha cambiado nada D. Gregorio: el sectarismo, el nacionalismo
partidario, se ha impuesto al sentido de Estado. Como siempre D.
Gregorio, una de cal y otra de arena.
Y en
estas estamos mientras se desmorona la España Constitucional. Porque la
desvertebración de la Nación, en tanto que instrumento capaz de garantizar la
igualdad de todos los ciudadanos, es un hecho innegable. Mientras no estemos
dispuestos a asumir el deterioro producido por la aprobación irresponsable de
Estatutos de Autonomía que persiguen imponer cambios constitucionales sin
atenerse a lo previsto en la Carta Magna para su reforma, no haremos lo que
tenemos que hacer para salvar la soberanía nacional y, por tanto, la igualdad.
Esto
tiene difícil arreglo. Cuando los aparentemente más sensatos están más preocupados
por salvar la cara al jefe o a la parroquia a la que pertenecen que por
defender el interés común, la cosa no pinta nada bien. La situación actual no
se arregla con maquillaje; los cambios constitucionales necesarios pasan por
profundas reformas del Título Octavo y de la Ley Electoral. Hay que cerrar los
techos competenciales, definir con claridad cuáles son las competencias
indelegables del Estado, modificar la composición del Constitucional y el
sistema de elección de sus miembros… Necesitamos un estado central fuerte y
unas CCAA con idénticas competencias que utilicen la descentralización para
acercar las instituciones a los ciudadanos y para garantizar una mejor
administración y una mayor calidad de vida. No necesitamos diecisiete
contrapoderes regionales que conviertan a España en un país inviable, que
rompan el mercado, que imposibiliten que el Estado cumpla con su obligación de
garantizar la justicia, la igualdad y la libertad del conjunto de los
españoles.
Pero
esto son palabras mayores para el PP y para el PSOE. Y qué decir, para los
grandes padres de la patria, como D. Gregorio. Ellos están más bien por ir
tirando; por aparentar que se hace para no hacer nada. Mientras tanto se rompe
la igualdad, se rompe la cohesión, se frena la competitividad, de destruye la
unidad de mercado… Pero eso… qué importa. Seguiremos así, en el camino de
bajada hacia el pozo, hasta el 32 aniversario. Y ese día volveremos hablar de
las reformas necesarias; o de las que no son tanto… Y cada vez tendremos menos
oportunidades de dirigir el proceso; y cada vez estará más cerca el día en el
que el proceso se nos lleve por delante.
Mientras
tanto este joven partido llamado Unión Progreso y Democracia seguirá siendo la
voz crítica, la voz sensata, la voz revolucionaria. Sí, de esos revolucionarios
que saben que lo más revolucionario es poder liderar el cambio sin esperar a
que este se nos lleve por delante. Mientras los padres y los hijos de la patria
institucional hacen cálculos y reparten culpas, nosotros seguiremos diciendo que
la única manera de defender lo sustancial de la Constitución, sus artículos
fundamentales, aquellos que no son negociables en ninguna constitución
democrática del mundo, es revisarla sin miedo. Y quizá consigamos que el
suficiente número de ciudadanos nos apoyen a tiempo para liderar ese cambio
imprescindible. Sólo necesitamos la fuerza suficiente para condicionar al
próximo gobierno. Si la tenemos, el 34 aniversario de la Constitución
coincidirá con unas Cortes Constituyentes. Y entonces los constitucionalistas
habremos ganado la batalla.