Artículo de Edurne Uriarte en “ABC” del 31 de
diciembre de 2009
Por su interés y relevancia he seleccionado
el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web
Con un muy breve comentario a pie de
título:
Y EN CATALUÑA
Luis Bouza-Brey (31-12-09, 11:00)
Y
en Cataluña también hay miedo, desde el comienzo de la transición: primero,
porque los etnonacionalismos emergieron sobrelegitimados,
incluso por la izquierda, después del derrumbe de la dictadura; después, porque
Pujol se encargó de ir fortaleciendo la obligatoriedad del nacionalismo durante
los largos años que gobernó; y posteriormente, porque el PSC traicionó a sus
electores y a sus principios haciéndose etnonacionalista.
Ahora,
sólo queda Ciudadanos haciendo frente a la traición a la democracia; el PP se
muestra tan ambiguo como siempre, y UPyD no existe.
La
pauta resultante es que muchos no apoyan al etnonacionalismo y mantienen una
identidad dual complementaria, y se abstienen (de votar al PSC, de votar al
Estatuto… y lo que venga), pero nadie se rebela. Y así nos va: el miedo se
auto-reproduce y la osadía del etnonacionalismo aumenta, sin que nadie le haga
frente. El totalitarismo étnico va dejando de estar refrenado y se desemboza
cada vez más.
Más aún
que la completa conversión del PSC al nacionalismo étnico, otro fenómeno
representa mejor la deriva del sistema autonómico que con tantas esperanzas la
democracia española construyó en la Transición. Es el miedo a Cataluña que
acalla y paraliza a las élites del resto de España, y no sólo a las élites de
izquierdas. A los intelectuales, a los líderes empresariales, a los juristas, a
los periodistas, sumisos y temerosos en tantos y tantos casos a toda la
mitología de ese fantasma étnico llamado Cataluña.
Y digo
fantasma étnico porque lo más patético de este fenómeno es que la Cataluña que
tanto temen esas élites es una entelequia política construida por la clase
política catalana, nacionalista y socialista, para apuntalar y ampliar su
poder. Todas las encuestas y estudios politológicos realizados desde el inicio
de la Transición muestran que la gran mayoría de catalanes se sienten españoles
y mantienen una identidad dual que no es conflictiva. O que el independentismo
es minoritario en Cataluña, exactamente igual que lo ha sido siempre. O que se
nos olvida que allí donde el independentismo registra la mayor fuerza, en el
País Vasco, llega a duras penas al 30 por cien.
Pero da
igual, porque nuestro sistema autonómico se desarrolla constreñido y coartado
por ese fantasma étnico. Por lo que le pueda pasar a uno y a su imagen si se
atreve a cuestionar «Cataluña», o aquello de «la dignidad de Cataluña» que esgrimían
los medios catalanes. De ahí el escandaloso retraso del Tribunal Constitucional
o el silencio de los intelectuales o los balbuceos de una buena parte de la
élite política.
El
fantasma étnico construido por la élite dirigente nacionalista y socialista
funciona y domina las decisiones relevantes sobre nuestro sistema autonómico.
Tanto como para llevarlo a una crisis de grandes dimensiones en no mucho
tiempo.