EL AGITADOR

 

Artículo de Edurne Uriarte en "ABC" del 28-2-12

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

La agitación. Éste será el estilo de la oposición socialista, el que hemos visto esta semana pasada en Valencia y en el Parlamento. Y no sólo porque el PSOE carecerá de discurso sostenible alguno hasta que la sociedad española olvide su desastre al frente del Gobierno. O porque este socialismo que jamás se ha distanciado sinceramente del pasado marxista o de la extrema izquierda aún se siente más cómodo en la movilización callejera que en el debate institucional. También porque la agitación es el estilo de su secretario general, de Rubalcaba, que no tiene cualidades de líder político ni de gestor pero sí de agitador y va a utilizar su mandato para practicar aquello que mejor sabe hacer, la agitación.

La precampaña y campaña electorales de las Generales demostraron las grandes limitaciones de Rubalcaba para el liderazgo político. Era poco improbable que diera esa sorpresa a los sesenta años y no la dio, claro está. Más bien demostró las razones de que nunca hubiera salido de los segundos lugares en su carrera política. Ausencia sonora de convicciones ideológicas, de proyecto para el país, de fiabilidad para el ciudadano medio, de dotes de gestión, de visión, de liderazgo para la conducción de las grandes masas, de gancho o de simpatía. Incluso su supuesto dominio del verbo quedó en entredicho en los debates cara a cara con Rajoy, en los que sufrió sus más humillantes derrotas. Pero una situación de crisis brutal de su partido había propiciado que sus dotes de agitador le fueran útiles para pasar por encima de su propio líder, Zapatero, erigirse como candidato y laminar después a Chacón y al resto del zapaterismo.

Al frente del PSOE, la semana de movilización valenciana es solamente el primer asalto de lo que vendrá en toda la legislatura, una campaña de agitación permanente. Repetirá los ingredientes de la experiencia valenciana, excitación en la sombra de los ánimos de la extrema izquierda para que ésta insulte y provoque a la Policía, ocupe ilegalmente las calles y acose las sedes populares. Después, acusaciones de brutalidad y represión al Gobierno acompañadas de celebración de los líderes radicales, con homenaje y aplauso cerrado en el Parlamento valenciano al líder castrista que llamó a la ocupación de la calle «a sangre y a fuego». Y como guinda propia del populismo y la falta de escrúpulos de un agitador como Rubalcaba, fingida indignación porque se le reproche su apoyo de la revuelta valenciana.

Lo más preocupante para la derecha es que el agitador ha hecho en Valencia exactamente lo mismo que hizo entre el 11 y el 14 de marzo de 2004. Y ha vuelto a pillar desprevenidos a sus ingenuos adversarios.