¿EXISTE MOBBING POLÍTICO EN
UPYD?
Artículo de Elisa Jovellanos en su blog del 19 de junio de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Es posible que sí. Ciertamente se
despliega una gran violencia contra los militantes discrepantes desde la
dirección del partido, en múltiples formas de expresión: persecuciones,
espionajes, acosos, coacciones, limitaciones a la libertad de expresión,
expulsiones, amenazas veladas y otras barbaridades impropias de una formación
democrática del siglo XXI.
Comenta Antonio Márquez Fernández lo siguiente, sobre
el tema:
“Ese proceso de mobbing
político, de acoso moral, de hostigamiento psíquico y de violencia psicológica
sobre la militancia más preparada, repetido una y otra vez, se van
descerebrando las organizaciones de algunos partidos en los que se hace uso de
esas prácticas grupales en la actividad interna partidaria. La responsabilidad
es de quien se aprovecha de su superioridad jerárquica para rodearse de
individuos de riesgo que constituyen una caterva de militancia cautiva,
derivada de una selección clientelista, a los que se le asignan tareas, muchas
veces remuneradas, al servicio de quien les manda, que en muchos casos consiste
en eliminar a quien pueda hacer sombra. Ese tipo de dirigente, además de
condonar el éxito de su grupo político, limita hasta su continuidad taponando
la sucesión, por eso hay quien no tiene un número dos, ya que en su actitud
morbosa y carencia de autoestima se consideraría, automáticamente, el número
tres”.
Pero si hay acoso político, es necesario
que al menos haya un acosador o varios, mobbers,
que habitualmente detentan el poder sin merecérselo demasiado, y apartan de su
camino a todo el que pueda superarlo en inteligencia, capacidad, habilidades, o
carisma.
La tipología de los acosadores políticos, entre los que posiblemente se
encuentren uno o varios dirigentes de UPyD incluye
alguna o varias de las características siguientes, que en su conjunto se
corresponden habitualmente con un extraordinario complejo de inferioridad
y una ocasión que le permite redimirse, abusando de su poder contra los
demás, excluyendo a menudo a un cinturón de hierro de edecanes que le
acompañan a todas partes. Los rasgos son los siguientes:
Narcisista:
Su incapacidad para asumir sus defectos le lleva a una susceptibilidad casi
enfermiza ante cualquier crítica. Tal engreimiento le impide estimar las
cualidades de los demás y reclama continuamente pleitesía, sumisión,
acatamiento y hasta servilismo de los demás. A menudo es seductor y brillante,
lo que complica las cosas. Marie France Hirigoyen lo
explica de este modo:"El narciso, al no disponer de sustancia, se
conectará al otro y, como una sanguijuela, intentará parasitar su vida. Sólo
puede crear una relación en un registro de malignidad destructora. Goza al
someterle y humillarle".
Soberbio:
Es la actitud de la persona que se tiene por bastante más de lo que es. El
soberbio debe mostrar superioridad, categoría y preeminencia. "Lo hace
sólo en aquélla faceta en la que sobresale, pero en otro contexto le delata su
baja autoestima", explica el psicólogo Héctor González Ordi.
Manipulador:
Suele mostrar una gran habilidad para conducir a los demás, especialmente a sus
más inmediatos colaboradores. Sus modales impertinentes derivan a menudo en
menosprecio de los otros. Nunca reconoce virtudes de alguien que pueda hacerle
sombra.
Envidioso:
Lamenta el éxito de los demás e intenta contaminarles de su pesimismo,
arrebatándoles toda energía positiva, para reprochárselo más tarde.
Decía Schopenhauer: “He aquí la explicación del por qué al aparecer lo
excelente donde quiera que aparezca y sea de la especie que sea, la inmensidad
de las medianías se conjura y cierra filas en su contra a fin de no dejarlo
prosperar y, si es posible, llegar incluso a asfixiarlo.”
Y añadía John Chaffee: “Cuando hay personas que se
distinguen de la masa, la masa, en vez de desearles lo mejor y ayudarlos en lo
posible, muestra una clara tendencia a echarles el guante y obligarlos a
retroceder. Esa falta de caridad suele ser efecto de la envidia, pues quienes
forman parte de la masa pueden suponer que el éxito ajeno podría ser un reflejo
negativo de su propia falta de méritos.”
Autoritario:
Da órdenes, no hace sugerencias. Impone su criterio imbuido de que es la misma
representación de la perfección. Nunca reconoce sus errores, pero sí los de
todos los demás. Sanciona de forma inmediata cualquier cosa que considere
indisciplina, y se toma como afrenta personal cualquier discrepancia o crítica.
Mediocre:
Practica una «mediocridad inoperante activa», un trastorno de la personalidad
caracterizado por el ansia patológica de notoriedad, que llega hasta la
impostura (apropiación del mérito de las víctimas), y, sobre todo, por una
intensa envidia hacia la excelencia ajena, que procura destruir por todos los
medios. Evidentemente esto es un desastre para las organizaciones.
Metódico y sistemático en su agresión:
La agresividad es claramente desencadenada por la envidia, envidia que siente
el agresor y sus seguidores ante las capacidades y/o cualidades de la víctima
que amenazan el privilegio o el ascenso de los demás. Para evitar esa
competencia se desarrollan una serie de pautas que tienen como finalidad
eliminar a esa persona, anularla. Algunas de las más usuales son las
siguientes:
-Se impide la comunicación de la víctima
con sus compañeros; para ello se la interrumpe constantemente, jamás son
tenidas en consideración sus opiniones, se la ridiculiza, no se le contesta
cuando demanda información o se hace con malos modales, se la excluye de
cualquier fiesta o celebración.
-Los subordinados no cumplen sus ordenes y niegan
haberlas recibido. También es denigrado y criticado ante los jefes.
-Su trabajo es manipulado para que incurra en graves errores. Por ejemplo se
borran archivos de su ordenador, se le bloquea el correo, se abre su
correspondencia, se le oculta información, etc.
-Se le asignan, en la medida de lo posible, trabajos que no son de su
competencia, arduos y desagradables, también se le asignan tareas y plazos
imposibles de llevar a cabo a fin de acusarle posteriormente de incapaz o vago.
-Se le niega la posibilidad de realizar actividades que se conceden a otros.
-La víctima es ridiculizada en cualquier momento u ocasión, bien sea por su
aspecto físico, su forma de vestir, sus ideas o su procedencia.
-Es controlada constantemente por el agresor y sus seguidores de forma que
cualquier acción, trabajo o movimiento va a ser censurado o criticado.
-Sus propuestas son rechazadas sin ser contempladas, sopesadas o evaluadas, se
hace simplemente por principio.
-Su reputación es puesta en entredicho a través de chismes, críticas e
insinuaciones malévolas acerca de su vida privada y social.
-Se la veja, humilla y provoca constantemente a fin de que reaccione de forma
violenta o descontrolada.
En fin, tal vez estemos pensando que en UPyD hay problemas políticos y en realidad lo que
hay es mucha patología psicológica sin reconocimiento, ni tratamiento. A la
vista de lo que ha ocurrido, alguien debería examinar con detenimiento los
comportamientos que se han ido produciendo en el partido desde su fundación,
para descartar que el poder se le ha subido a alguien a la cabeza y le ha
trastornado de forma extravagante, siendo una responsabilidad de todos los
militantes denunciar estas prácticas, si lograrán confirmarse, primero en el
partido, y más tarde, en los juzgados.
Ya va siendo hora de que los dirigentes de los partidos políticos respeten a
sus compañeros como iguales. Estamos en el siglo XXI y nadie tiene que
soportar comportamientos agresivos o vejatorios de nadie, en la plena impunidad
que le ha concedido la fortuna de tener oportunidad de hacerlo y no evitarlo.
Evidentemente, sería un gran paso para la democracia, si lo que ocurre en estos
sistemas cerrados saliera a la luz, y fuera denominado como corresponde, como
ha ocurrido en medios laborales, académicos o militares.
Que cada uno juzgue por si mismo a la vista de los
hechos que se han
producido y se están
produciendo, y que tome la decisión que corresponda.