UN PARTIDO REPUBLICANO
Artículo de Antonio Elorza en “El País” del
24.09.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un comentario al final:
UN PARTIDO CONSTITUCIONALISTA, RESPUBLICANO, FEDERAL Y PROGRESISTA
Luis Bouza-Brey, 24-9-07, 10:30)
Tanto por la proximidad de las elecciones generales como por la
habitual rigidez mental de muchos publicistas, los comentarios en torno al
nuevo partido impulsado desde ¡Basta Ya! se han centrado en el espinoso e
intelectualmente estéril tema de su impacto sobre el mercado político. Lo
importante entonces no es ver si tiene sentido emprender este trabajo de
Sísifo, sino especular acerca de cuál de los dos grandes partidos va a ser el
más perjudicado por su entrada en la competencia electoral. Si va a convertirse
en un "cortafuegos" que impide el deseable trasvase de votos de
socialistas hacia el PP, o si por el contrario su labor de captación será suficiente
para poner en peligro la formación de un nuevo gobierno de la izquierda
reformadora, léase PSOE, de José Luis Rodríguez Zapatero. Ambas vías conducen a
un mismo punto de llegada: por respetable que sea la personalidad de sus
promotores, el Nuevo Partido es un molesto aguafiestas, que viene a perturbar
el funcionamiento regular de nuestro sistema político.
A efectos polémicos, con la mirada puesta en la descalificación
de la iniciativa, tales planteamientos son irreprochables. Sólo que parten de
un enfoque deliberadamente sesgado, poniendo la carreta delante de los bueyes.
Si los promotores de UPD, o como vaya a llamarse, se decidieron a la difícil
empresa de su fundación, no fue precisamente por el ansia de convertirse en
diputados y aprovechar el espacio disponible entre los dos grandes partidos
estatales. La clave de la conversión de ¡Basta Ya! en organización política se
encuentra en un proceso de reflexión crítica sobre la política de Estado, o
mejor, sobre la sucesión de disparates en la política de Estado del Gobierno
Zapatero, y sobre la incidencia de esa deriva hacia el caos en el
funcionamiento de la propia democracia. Aun cuando en alguna de sus cabezas
visibles pudiera haberse apreciado una inclinación hacia el PP, dado el
contexto peculiar de la política vasca, la corriente principal del grupo
fundador procede inequívocamente de la izquierda progresista que desde tiempo
atrás respaldó al PSOE, en unos casos como intelectual comprometido (Savater), en otros con una militancia irreprochable (Rosa
Díez, Mikel Buesa). Es algo a tener en cuenta, por
muy fácil que resulte arrojar basura sobre las ambiciones insatisfechas de Rosa
Díez.
En el rechazo valeroso e inequívoco de los crímenes de ETA, en la
censura de la política ambivalente del Gobierno vasco, o en el desencanto
radical ante los saltos en el vacío de Zapatero, las coincidencias con el PP
son inevitables, pero resulta no menos evidente la distancia que media entre
los supuestos de la crítica de un Savater y los de un
Rajoy. Por eso, el cauce diseñado para UPD no lleva en modo alguno hacia la
orilla de los populares.
En las circunstancias actuales, no se trata de buscar un punto
medio entre PSOE y PP, sino de intentar un diseño de regeneración democrática,
con las desviaciones del Gobierno Zapatero como punto de referencia. Sin
olvidar el reconocimiento de que el rechazo popular de la política catalana o
vasca del Gobierno se hace desde un callejón sin salida, la invocación obsesiva
de un concepto esencialista de España, desprovisto de ideas sobre qué hacer con
el Estado-nación y plagado hoy por hoy de elementos arcaizantes.
De ahí la etiqueta de republicano que debiera asumir
implícitamente el nuevo partido, no en el sentido de proponer un inmediato
cambio en la forma de gobierno -aun cuando con el material sucesorio disponible
tal opción pueda convertirse en exigencia técnica a medio plazo-, sino de
reconstrucción de la democracia, en la línea trazada por la Constitución de
1978. Es conocida la simpatía por Zapatero del teórico del republicanismo, el politólogo
irlandés Philip Petit, pero igual que sucediera con
la caracterización del régimen de Franco como autoritarismo por Juan Linz,
prueba de que no lo era de acuerdo con su planteamiento, los rasgos de su
definición vendrían a justificar la elaboración de una alternativa, no de un
respaldo al tipo de gobernación ejercida por nuestro presidente. En efecto, la
conjugación de isonomía (participación del ciudadano
en el proceso de adopción de decisiones) y de isegoría
(libertad de expresión y de información) sufren aquí y ahora tan claras
malformaciones como para justificar la propuesta de un regeneracionismo,
precisamente en los mismos términos que dice profesar el Gobierno de Zapatero.
El problema no es negociar con ETA, sino haber incumplido las propias exigencias
definidas a propuesta suya por el Congreso para hacerlo, ocultar toda
información a los ciudadanos, haber presionado sobre el poder judicial y sobre
los medios de comunicación afines, y con toda probabilidad seguir haciéndolo,
desde el esperpento De Juana al fraude de ANV. Todo ello, al lado del
encefalograma plano, compensado por la habilidad para la maniobra, que revelara
la Operación Estatut. ¿En peligro por todo ello la
supervivencia del Estado? ¿Son gratuitas las previsiones pesimistas sobre España?
Es claro que Zapatero y sus colaboradores no leen Avui,
ni Gara, ni Deia, ni las
declaraciones del BNG, y por ello ignoran la labor permanente de destrucción
simbólica del componente español en las respectivas comunidades. Están literal y voluntariamente en Babia. Son esa peor clase de
ciegos que evocaba el viejo profesor: los que no quieren ver. Desde este punto
de vista, los propósitos declarados del Nuevo Partido, en la doble dirección de
reafirmar la identidad de una España democrática, unida y plural, como la
Constitución propone, y al mismo tiempo de restaurar la adecuación entre
política gubernamental y democracia, no son, pues, meras declaraciones carentes
de contenido. En los términos de Petit, la
"interferencia arbitraria", practicada una y otra vez por el Gobierno
Zapatero, en función únicamente de sus propios intereses, contraviene el normal
funcionamiento del Estado de derecho y erosiona la democracia. La libertad y la
justicia, evocadas por Pilar Ruiz hace unas semanas, exigen una respuesta
política. Tal vez fracasará, pero resulta éticamente imprescindible.
La referencia al republicanismo encuentra otras razones, nada
desdeñables. La primera, que si aspiramos a contrarrestar esa perogrullada
estúpida de que sólo hay progreso ampliando hasta el happy
end las competencias de las autonomías históricas,
siendo lo demás españolismo neofranquista, existe un
punto de referencia histórico, cuya vigencia reverdece: la República federal,
tal y como fuera definida en la segunda mitad del ochocientos por Francisco Pi
y Margall. En España, afirmación democrática dentro
de la diversidad conduce a federalismo, que nada tiene que ver con
bilateralidad y confederación. Y de paso, si pretendemos mantener para un
futuro democrático la memoria del terror en Euskadi, no es signo de "guerracivilismo" arrancar de la referencia a la
Segunda República, como momento fallido de construcción de una España de los
ciudadanos, y como sujeto pasivo de una trágica represión. Del mismo modo que
no cabe olvidar el genocidio armenio si hablamos del Holocausto, la
conservación del recuerdo de la barbarie etarra requiere la de la represión
franquista. Nuevo parteaguas deseable frente al PP.
La mentalidad democrática no puede apoyarse, tal y como lo hace la
nacionalista, en olvidos y recuerdos previamente seleccionados.
Normalización en el empleo de la idea constitucional de España,
tanto en el plano normativo como en el simbólico, y recuperación de los usos
democráticos, son en consecuencia dos objetivos estrechamente ligados entre sí.
El planteamiento del naciente UPD tiene plena validez. No obstante, a la vista
de algunas manifestaciones de posibles dirigentes cabe temer una cierta falta
de ponderación, en el sentido de llevar el no-nacionalismo y la crítica de los
nacionalismos realmente existentes hasta una posición de enfrentamiento
constante que supondría en sí misma un factor de bloqueo. El término apuntado
de "regionalitis" designa algo real, pero
pésimamente expresado.
Otro tanto puede suceder en el difícil terreno de la crítica
dirigida contra el PSOE: si lo que tratamos de afirmar es la fuerza de la
razón, conviene asumir el "obstáculo" que presentan las realizaciones
del Gobierno Zapatero en los planos social, cultural y económico. A veces con
dos caras enfrentadas: así, en Educación, a la baza positiva de la enseñanza de
Ciudadanía se contraponen la demagógica concesión de las cuatro asignaturas
para pasar curso y el ensayo de manipulación desde arriba en toda regla que
bajo un lenguaje tecnocrático nos devuelve a usos prefranquistas
en el previsto cauce de acceso a los cuerpos docentes. Adiós sorteos para los
tribunales o comisiones, adiós marco de las ya amplias áreas de conocimiento.
Dedo bien enguantado desde órganos fijados por el poder, y basta. Es hora,
pues, de ponderar asumiendo en ocasiones una convergencia nada rentable. Y
queda, en fin, poco tiempo para afrontar otras cuestiones de primera
importancia con suficiente rigor, desde la integración de los inmigrantes y su
enlace con la amenaza terrorista, hasta la rectificación de la política
económica en el aspecto nada desdeñable de la pérdida de poder adquisitivo por
parte de los trabajadores en plena fase de crecimiento. Las razones para fundar
el nuevo partido están ahí, pero el grupo dirigente deberá asumir las
dificultades que encierra la materialización del proyecto.
Antonio Elorza es catedrático de
Ciencia Política.
Comentario final:
UN PARTIDO CONSTITUCIONALISTA, RESPUBLICANO, FEDERAL Y PROGRESISTA
Luis Bouza-Brey, 24-9-07, 10:30)
Creo que los políticos
españoles tienen una característica patológica que agrava la dificultad de
manejo de un país tan complicado como el nuestro. A los políticos españoles les
falta empatía y disciplina, es decir, madurez democrática, es decir, responsabilidad.
Les falta empatía para
entender al otro y asumir disciplinadamente esa comprensión autolimitándose,
para "tener la fiesta en paz", es decir, para tener democracia. Y al
carecer de empatía, disciplina y cultura democrática, suelen actuar como unos
irresponsables, con la consecuencia de que nuestra querida España ---sin
sudores, ni soplidos, con amor a lo que somos--- se ve sacudida permanentemente
por convulsiones que parecen condenarnos al destino trágico e inexplicable de
no ser un país normal, que pueda avanzar permanentemente hacia adelante.
Parece como si estuviera
escrito en las leyes cósmicas que periódicamente se producirá una conjunción
astral de políticos tarugos, frívolos y sectarios, cuya colusión destroza la
convivencia y condena a España a volver a empezar, después de un paréntesis de
cirugía de hierro que hace recuperar la cordura al país.
La conclusión inevitable
que uno saca es que la locura política, la psicosis esquizofrénica, es una
característica definitoria de nuestra cultura política, que obliga a los
ciudadanos sensatos a no dejar la política en manos de los políticos, sino a
asumir la responsabilidad de aportar control y sentido común a la esfera
pública del país.
Pues bien, parece que en
estos momentos estamos inmersos de lleno en la cima de la convulsión psicótica,
y que la coyunda de locos que une a tarugos nacionalistas en coalición que
alcanza hasta el nazismo, más sectarios excomunistas
que tienen que buscar cizaña en donde sea para recuperar su funcionalidad y
sentido, más ignorantes frívolos e irresponsables sin principios que viven del
cuento y del chollo, está conduciendo al país a despeñarse de nuevo hacia abajo
hasta tocar fondo para luego volver a ascender penosamente.
Y esta conjunción astral
es lo que hace emerger la necesidad de reconducir el rumbo antes del
despeñamiento definitivo. El flautista de Hamelín que
nos gobierna nos está haciendo desfilar a todos por el borde del precipicio sin
más rumbo conocido que el de terminar precipitándonos al vacío.
Por eso UPyD puede ser el partido que emerja de entre las filas de
zombis narcotizados existente en España a fin de recuperar el sentido de las
cosas. Y este sentido de las cosas se caracteriza por la necesidad de dignidad
patriótica, moderación ideológica, terapéutica reformista frente a los errores
y tarugismos anacrónicos a izquierda y derecha,
sensatez, atención y alerta ante las exigencias del cambio radical que se está
produciendo en el mundo, y firmeza en el manejo del timón del país, sin dejarse
llevar por impulsos immaduros de replantearse todo de
nuevo.
Por eso UPyD se define por la defensa de la Unidad, el Progreso y
la Democracia: por la Unidad frente a la centrífugación
impulsada por los nacionalismos periféricos. Por el Progreso, que impulse la
libertad y la igualdad frente al "progresismo" vacuo, electorero y
sin rumbo, que se cree con patente de corso para impulsar cada día nuevas
ocurrencias, que van contra el progreso real y crean constantemente nuevos
problemas o agravan los antiguos. Por la Democracia, frente a la degeneración
del sistema político que se está produciendo en España con ritmo acelerado
desde el año 2004.
Frente a la degeneración,
la Regeneración democrática: a fin de romper el aislamiento existente entre
gobernantes y gobernados y la oligarquización de los
partidos; a fin de cambiar la Constitución para recuperar un Estado viable que
impulse la libertad y la igualdad, frente al autoritarismo miope y esquizofrénico
de los nacionalistas; a fin de cambiar la ley electoral y la lógica del
sometimiento de las mayorías frente al chantaje de las minorías; a fin de
construir un espacio ideológico y estructural centrípeto, que impulse un
pacto de Estado que frene el derrumbamiento derivado del impulso inercial de la
conjura de los necios.
Por eso UPyD debería ser un partido constitucionalista, que
defendiera los principios constitucionales de unidad, pluralismo, libertad,
igualdad y cohesión, corrigiendo los errores en la redacción o aplicación de la
Constitución.
Por eso UPyD debería ser un partido "respublicano",
que fortaleciera la democracia con la participación política amplia del pueblo,
frente a las oligarquías partidarias producidas por la degeneración y la
selección negativa de la élite política, sin agravar
todavía más los problemas con un cambio de la forma de gobierno innecesario e
inmaduro.
Por eso UPyD debería ser un partido federal, que apoyara un Estado
central fuerte con competencias potentes y un Senado que recondujera la miopía
y el particularismo nacionalista, y el caciquismo local, a las normas de la
democracia.
Por eso UPyD debería ser un partido progresista, que elaborara una
política internacional en defensa de alianzas para desarrollar la libertad y la
democracia en el mundo, y no el populismo o el fundamentalismo. Que elaborara
una política inmigratoria que integrara con racionalidad y control a aquellos
que quieran venir a trabajar a España, sin favorecer la esclavitud encubierta, los
negocios mafiosos o el "ghetto" y el
desarraigo sin esperanza. Que elaborara una política económica y social
equilibrada, a fin de no quedarnos atrás en la carrera de la innovación, la
productividad competitiva y la igualación de oportunidades, sin dejar a nadie
atrás abandonado a su suerte. Que elaborara una política cultural y educativa
que recreara los valores de dignidad, libertad e igualdad, proporcionando a los
españoles el conocimiento, la creatividad y la cohesión a través del trabajo,
el esfuerzo y el mérito individual. Que elaborara una política antiterrorista
que mediante la firmeza democrática venciera de una vez al nazismo vasco,
frenando la emergencia del fascismo catalán.
En fin, un partido así le
hace falta como agua de mayo al país, frente a la conjura de los necios. Los
que comprendan esto deben asumir de una vez el compromiso responsable de
sacarlo adelante, porque así ayudarán a frenar la descomposición y degradación
del país y le dejaran una herencia colectiva digna a
sus hijos.
La cosa está así: una
situación de emergencia y una llamada a la responsabilidad y la dignidad de los
españoles. Hagámosla llegar a la opinión pública.