FÁBULA DE ERC Y EL ESCORPIÓN
Artículo de Juan Carlos Escudier en “El Confidencial Com” del 10.12.05
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Existen rasgos que pertenecen a la naturaleza misma de las cosas. Nadie debería culpar al zorro por merendarse un gallinero en jornada de puertas abiertas ni hacer responsable al áspid de la muerte de Cleopatra. Igual ocurre con las personas y con las organizaciones. El cobarde llegará a viejo; el mediocre será jefe; el mentiroso le dirá siempre lo que quiere oír. En la condición de un sindicato está convocar huelgas y en la de la patronal pedir el despido libre; en la de ERC, procurar la independencia de Cataluña. Hasta ahí, todo normal.
Lo que ya deja de ser normal son algunas de las excentricidades de estos republicanos catalanes, que siguen comportándose como si representaran a un partido marginal y no a una fuerza que gobierna en Cataluña y que es el aliado parlamentario de quien lo hace en Madrid. La última ocurrencia de sus Juventudes de invitar a arrancar una hoja de la Constitución para celebrar su 27 aniversario ha sido una estupidez ofensiva y estéticamente impresentable, contra la que no se ha oído reconvención o crítica de ninguno de sus principales dirigentes. Es difícil hacer política con gente tan amante del folclore y del onanismo.
Si la izquierda española albergaba alguna esperanza de que ERC no se comportara como lo que es, un simple partido nacionalista extasiado ante su ombligo ampurdanés, ésta ha debido ya de volatilizarse. De no ser por el componente de estulticia que rodea alguna de las acciones de Esquerra, uno podría pensar que el partido sigue un estudiado plan de autodestrucción que más temprano que tarde le rendirá frutos. Más allá del desgaste que puedan causar al PSOE algunos de estos desatinos, el verdadero daño está reservado para sus autores.
Sin restarle méritos a Carod-Rovira y a su capacidad para transformarse en ese figurado enemigo público número uno que tan bien ha sabido rentabilizar electoralmente en Cataluña, en el ascenso de ERC fue determinante la combinación de dos factores: el hastío del ala más nacionalista de CiU, enervada por los pactos con la derecha más españolista, y la incapacidad del PSC para representar las posturas más radicales que reclamaba un electorado joven que se acercaba por primera vez a las urnas. Su condición de llave para formar gobierno situaba a ERC en una posición privilegiada: podía dar la puntilla a CiU, desalojarla de la Generalitat, confiar en que la pérdida del poder terminara por descomponer la herencia de Pujol y aspirar a convertirse en la fuerza hegemónica del nacionalismo. A la coalición con los socialistas en Cataluña le siguió la alianza parlamentaria en Madrid, lo que le permitió empuñar con más fuerza el mango de la sartén. El plan requería pasar vertiginosamente de la infancia a la madurez, abandonar la pandereta, subir en coche oficial, pisar moqueta y exhibir cierta moderación. En lo único que se han dado prisa es en adaptarse al Audi y a los despachos.
Hartos casi todos del vodevil diario en que se ha convertido el uso del catalán en el Congreso, de surrealistas entrevistas con ETA, de confesados deseos de que Madrid no pasara por el aro olímpico, del victimismo permanente y de esa cortedad de miras detenida entre el Ebro y los Pirineos, ocurrencias como la de reclamar que el Rey pida perdón por los crímenes de la dictadura o esas podas de constituciones fatigan por intempestivas, insensatas y pueriles. No bastaba que cinco independentistas se encadenaran ante la COPE; tenían que ir dos de sus diputados a vigilar la maniobra.
Mientras ERC se recrea ante el mismo público de siempre, los demás partidos mueven ficha. El PSC le desafía en nacionalismo y CIU en radicalidad, convencida de que su derecha está a buen recaudo. El ofrecimiento de Mas de formar gobierno con el PSOE en España y en Cataluña tendría que haber llamado la atención de quienes pretenden controlar el sistema desde sus márgenes, ignorantes de que la crisis con la que amenazan se les llevará por delante. Zapatero, desde luego, no lo ha echado en saco roto.
En la naturaleza de ERC estaba su independentismo pero también tendría que haber estado esa izquierda que proclama la primera de sus iniciales. El repaso a las proposiciones de ley presentadas por los republicanos en el Parlamento en este año 2005 es bastante ilustrativo. Salvo la demanda de una renta básica de ciudadanía, los ‘rojos’ republicanos han pedido una nueva ley de financiación de partidos, extender el desempleo a los cargos públicos y sindicales, proteger las lenguas que no son el castellano y modificar la ley del Deporte, medidas todas ellas de gran alcance para los trabajadores catalanes y del conjunto del Estado.
Entretenidos en culpar al PP de esa mirada torva con la que el resto de España empieza a contemplar a Cataluña, los dirigentes de ERC no son conscientes del daño que causa su egocentrismo. ¿Habrá algo más en la vida aparte de los papeles de Salamanca, los peajes catalanes, la lengua catalana, la financiación catalana, el cava catalán y la butifarra? ¿Sólo Companys fue fusilado por Franco? ¿Acaso los catalanes no empiezan a sentir que tanto empacho puede indigestar a sus empresas o a su sector turístico?
Agotados todos, el Estatuto promete depararnos meses intensos de catalanidad. En vanguardia y en defensa de las esencias nacionales estará, por supuesto, ERC. Zapatero se la juega. “¿Por qué me clavas el aguijón?” -preguntó la rana al escorpión al que estaba ayudando a cruzar el río. “Si me matas, te ahogarás”. La rana descubrió tarde cuál era la naturaleza de su pasajero.