FAUNA POLÍTICA: EL MODERADITO
Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 21/04/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
21 de
abril. El moderado es un ejemplar característico de la historia política: un
tipo tranquilo, poco dado a efervescencias, que habla bajito para no molestar
–pero que, si se tercia, tampoco calla lo que tiene que decir. El moderadito es
su caricatura: un tipo no tranquilo, sino apocado y que, si habla bajito, no es
por respeto al prójimo, sino porque, por lo general, rara vez tiene algo que
merezca la pena ser dicho. Cuando Abel Bonnard fustigó a les moderés, en
realidad se refería a los moderaditos.
Así como el equidistante ha sido educado en la convicción de que todas las
convicciones son relativas, el moderadito ha sido moldeado en la falta de
convicciones, más aún, en el terror a cualquier convicción. Todo aquello que
suene a certidumbre, a rigor, a posición inequívoca, el moderadito lo considera
radical, extremista, agresivo. Su terreno es más bien el de la prudencia
patológica, el del apaciguamiento instintivo. En el poder, el moderadito tiende
a cederlo todo a la oposición. En la oposición, el moderadito tiende a cederlo
todo al poder. Por eso el moderadito es una catástrofe para cualquier proyecto
político, por eso camina hacia la catástrofe cualquier proyecto político que se
apoya en moderaditos.
Como la vida pública, que es confrontación, le inspira un pavor invencible, el
moderadito tiende a refugiarse en la técnica y, especialmente, en la técnica
jurídica y administrativa. Así, si hay que defender, por ejemplo, la
proscripción del aborto libre, el moderadito nunca enunciará el derecho a la
vida, que es una cosa como muy radical, sino que se parapetará tras una
confortable barricada de reglamentos jurídicos y protocolos sanitarios, y se
quedará ahí oculto hasta que pase el chaparrón. Quizá consiga su propósito,
pero, al final del combate, el argumento de convicción habrá quedado sepultado,
más aún, habrá quedado desterrado –el enemigo, pues, habrá vencido. El
moderadito habrá evitado la confrontación; lo que no evitará, a medio plazo,
será el aborto libre.
Así como el equidistante es un espécimen que se da por igual en la derecha que
en la izquierda, el moderadito es un espécimen típico de la derecha. En la
izquierda rara vez hay moderaditos: es un temperamento poco compatible con el
sectarismo de la convicción, rasgo característico de la izquierda española en
particular. Pero en la derecha es otra cosa: sistemáticamente flagelada durante
treinta años (o más) con el estigma de los peores vicios, exudando mala
conciencia por todos sus poros, la derecha es terreno abonado para que surjan
moderaditos por doquier; gentes que piensan que, con esa actitud, serán más
presentables, más amables, más "queridos". Es que, en el fondo, el problema del
moderadito es sentimental: necesita que le quieran. Pero la política no se creó
para hacer amigos.