LA TREGUA EN LA BOCA Y LA VENDA EN LOS OJOS
Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 21.04.06
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
En el puente de mando del San
Dominick –donde tanto sufrió Benito Cereno- no paran de decirnos que nos
callemos, que ni una palabra más, que dejemos "trabajar" a los "agentes" del
"proceso de paz". Pero entre la selva de las comillas vemos aparecer el rostro
de Otegi, el alzacuellos del cura Reid, la carta de extorsión a un empresario
navarro y la provocación cotidiana de Pepiño Blanco. Y ante semejante paisaje,
la inquietud cunde aquí abajo, en el sollado.
Ahora se va ventilando que Navarra puede ser mercadeada en el bazar de la paz.
El propio presidente foral ha mostrado su temor y Rajoy, oportuno, ha hecho acto
de presencia. Siguiendo la consigna general, el simpatiquísimo portavoz del
Gobierno, Fernandel Moraleda, acaba de decir que "no es el momento de hablar de
estos temas". Ah, vaya. ¿No? ¿Y por qué? Todos lo sabemos: porque la venta de
Navarra significaría que ZP hace concesiones políticas a ETA. Y, claro, estas
cosas mejor no airearlas, ¿verdad?, no vaya a ser que alguien se dé cuenta de
que estaríamos hablando, lisa y llanamente, de una rendición del Estado ante el
terror.
Pues no, Moraleda, no. Eso de andar con la tregua en la boca y la venda en los
ojos puede que valga para la extensa órbita gubernamental y sus innumerables
palmeros, dispuestos a intoxicar a la opinión hasta donde diga el mando, pero la
nación (española) agradecerá, sobre todo dentro de unos meses, que alguien hable
claro. La Iglesia española, por ejemplo, ha sido valiente al decir que el
sacerdote irlandés empleado como mediador, Alec Reid, actúa al margen de
cualquier obediencia episcopal, española o irlandesa. Y María San Gil (en su
caso, llamarla valiente es un pleonasmo) también ha andado muy oportuna al
señalar que lo que estamos viviendo no es un "proceso de paz", sino más bien un
"proceso de autodeterminación".
"Zapatero tiene derecho a intentarlo", dicen centenares de voces desde todas
partes. El argumento recuerda a esa atrocidad tan común en el paternalismo
consentidor: "Nuestros hijos tienen derecho a equivocarse". Bueno, pues no: ZP
no tiene derecho. Un presidente del Gobierno no es un muchachuelo enfrentado a
su primer error. El "derecho" de un jefe de Gobierno limita, ante todo, con los
derechos de sus ciudadanos y con el derecho colectivo de la nación a seguir
existiendo. Y son estos últimos los que han comenzado a ser puestos en almoneda
apenas unas semanas después del "alto el fuego".
Lo ha explicado muy bien aquí nuestro director: tanto González como Aznar,
cuando se hallaron en situaciones parejas, se detuvieron justo ante las cesiones
políticas, es decir, ese momento en el que el Estado no podría seguir el juego
sin quedar derrotado. Pero lo que estamos viendo huele demasiado a paso fatal. Y
eso hay que decirlo. Sin vendas en los ojos.