PARA ENTENDER LA MECÁNICA DE LA CRISPACIÓN (INSTRUCCIONES DE USO)
Artículo de José Javier Esparza en “El Semanal Digital” del 23.02.07
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un comentario a pie de
título:
DENUNCIA DE LA PERVERSION
Luis Bouza-Brey, 23-2-07
Hoy me voy a
permitir romper mi silencio, porque, como muchas veces, Esparza da en el clavo.
Comparto su análisis, que me ayuda a clarificar las causas de mi indignación,
que es no sólo política, sino moral e intelectual: nos encontramos transitando
por una etapa gravísima de la democracia española en la que la perversión
radical de los fines de la misma, que son buscar la libertad, el bien y la
felicidad de los ciudadanos, se manifiesta todos los días. Y este artículo de
Esparza denuncia de raíz esta perversión, por medio de la cual nos pueden colar
cualquier cosa. Lo que parece increíble es que esta patología haya afectado a
tantos actores de la vida política y cultural española.
¡Y le llaman
"fachas" a los del PP! Goebbels no lo
hubiera hecho mejor.
¿Se ha preguntado usted por qué le duele el estómago cuando
escucha a José Blanco, López Garrido o Álvaro Cuesta? No es un misterio. Es una
estrategia. Aquí va un análisis del discurso.
23 de febrero de 2007. Porque ya canta, ¿no? No es normal que, pase lo
que pase, se hable de lo que se hable, el discurso del poder sea tan monocorde
y, al mismo tiempo, tan invariablemente agresivo, como cortado siempre por el
mismo patrón de mazazos y bofetones. ¿Qué extraño don tiene esta gente para
desencadenar la batalla de Waterloo cada vez que abre la boca? Sobrepóngase
usted al escándalo moral o a la vergüenza intelectual –esas nieblas virtuosas-
y penetremos en la lógica de la crispación. Imaginemos que un día, quizás hacia
2002, uno de esos técnicos de la comunicación de masas que tanto abundan en
tiempos de decadencia fue llevado ante la flor y la nata de la guardia
pretoriana zapateril. Imaginemos que al técnico le
pidieron orientaciones sobre cómo presentar batalla. Imaginemos que el técnico,
quizás alisándose un atuendo casual de unos 2.000 euros, pudo hablar así:
"Ante todo, las cosas claras: sólo sobreviviréis si sois capaces de
fanatizar a los vuestros hasta la ceguera. Y para eso no hay más camino que
dividir el mundo en dos: buenos y malos. Vosotros sois buenos, progresistas,
amables, con buen talante, pacíficos y virtuosos; ellos son malos, retrógrados,
antipáticos, ceñudos y hostiles, belicistas y corruptos. Cuanto más malos
parezcan, más miedo tendrán vuestros partidarios y, en consecuencia, mayor será
su fidelidad".
"Norma de oro: la Reductio ad Aznarum. Cualquier calamidad no puede tener más que una
causa: Aznar. El cambio climático o el terrorismo checheno, el alcoholismo
juvenil o el 11-M, todo es siempre, necesariamente, culpa de Aznar. Quizás al
principio no cuele. Sin embargo, en un par de años ya nadie dudará de que Aznar
es, por definición, culpable. Y vosotros, por
oposición, sois los redentores naturales del género humano y de la
libertad".
"Rehuid la discusión política. No contestéis nunca a lo que os preguntan.
Llevadlo todo, siempre, siempre, al terreno de la indignación moral. A la gente
no le interesan los conceptos ni las teorías; le interesa que haya culpables
sobre los que descargar sus penas. No os dejéis llevar hacia la discusión:
incluso si ganáis, llevaréis las de perder, porque pareceréis sospechosos,
demasiado listos. Lo que importa no es tener razón, sino que el enemigo parezca
absolutamente abominable. Y eso no se consigue venciéndole en un debate, sino
cubriéndole de oprobio. Por cualquier medio".
"Nadie tiene derecho moral a criticaros. Eso de que la oposición critique
es un vicio que hay que desterrar; actuad como si el crítico violara la ley.
Cuando os pidan explicaciones, no os defendáis, sino atacad: devolved al rival
el reproche que os hace; castigad al enemigo con una descalificación sumaria,
como despacharíais a un delincuente. A quien os pida cuentas, espetadle sin
miedo: «poco talante», «derecha extrema», «falta de moderación», «gente de poco
fiar». La fe de vuestras filas se sustenta en la convicción de que sois los
buenos. No se os pide que tengáis la verdad en la boca, sino la certidumbre de
que el rival no merece vivir. Nunca dejéis de proclamar que ellos son el
mal".
"Muy importante: el pasado nunca tuvo lugar. No os preocupéis si alguna
vez cometisteis un error; hoy, gracias a la televisión, nadie recuerda lo que
pasó ayer. Y al revés, tenéis millones dispuestos a creeros a pies juntillas. O
sea que cualquier error tiene que haberlo cometido siempre el enemigo, y no hay
más que hablar. Por lo mismo: no temáis inventar un pasado que nunca existió.
Existirá si vosotros lo deseáis".
"Quizás alguna vez dudaréis, titubearéis, pensaréis que este no es el
camino correcto, que nadie creerá lo que estáis diciendo, que os reprocharán
vuestra desfachatez. Manteneos firmes; no os mováis un milímetro de la línea.
La duda causa estragos en la muchedumbre. Lo importante no es que digáis la verdad,
sino que siempre digáis lo mismo. La fuerza de la repetición, bien amplificada,
es la que termina construyendo la verdad".
"No temáis parecer estúpidos. Quienes podrían percibirlo no os interesan.
E incluso entre éstos, siempre habrá quien esté dispuesto a ser indulgente si
es por la causa. Por otro lado, nunca faltará un intelectual o un artista para
decir en los periódicos que tenéis razón. Aunque sea contra toda
evidencia".
"Confiad en estos principios, seguidlos con fidelidad y tendréis en la mano
el poder y la gloria".
Y tal vez el técnico, dicho esto, volvió a alisar su atuendo casual de 2.000
euros, respiró hondo, y pensó para sí: "Estoy creando unos
monstruos".
(Veamos: yo no sé si de verdad esto pasó. Lo que sé es que escuchamos a
Zapatero, a De la Vega, a Carmen Calvo, a Pepiño o a
quien sea, y todo su discurso se reduce a esta lógica publicitaria del
maniqueísmo primario y la fe ciega. Haga usted la prueba: recorte los
principios antes expuestos y aplíquelos a cualquier declaración gubernamental.
Descubrirá, aterrado, que son verdad. Lucifer entre nosotros).