LA PERTINAZ SEQUÍA DEMOCRÁTICA
Artículo de J. A. GONZÁLEZ CASANOVA en
“El País” del 22.06.05
J. A. González Casanova
es profesor de Derecho Constitucional de la UB.
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Cuando Aznar López se liberó del apoyo de las derechas catalana y
vasca, hizo de la mayoría absoluta conseguida por el nacionalismo español un
caballo de Troya franquista en la fortaleza democrática. La base teórica la
aportó la Fundación Cánovas del Castillo, aquel político conservador que
inspiró el largo periodo llamado Restauración: un régimen autoritario que
culminó en la dictadura del general Primo de Rivera, padre del fundador de la
fascista Falange Española y preludio del poder absoluto del general Franco.
Cánovas había profetizado que, en democracia, el comunismo amenazaría a las
clases dominantes y éstas recurrirían a un dictador militar para preservar sus
privilegios. Si la Restauración antidemocrática, que acabó militarmente con el
intento progresista, republicano y federal, disfrazó el poder oligárquico y
caciquil de la derecha sobre la masa popular empobrecida e iletrada con el
manto mentiroso de un sufragio universal falseado, el franquismo aparentó ser
un Estado de Derecho (su artífice propagandístico fue Manuel Fraga) una vez
concluida la feroz represión sangrienta tras la guerra exterminadora de los
demócratas republicanos. El fascismo falangista fue substituido por los
herederos del viejo conservadurismo, vinculados estrechamente a una Iglesia
integrista que había bendecido como santa cruzada la Guerra Civil. Los
tecnócratas del Opus Dei acabaron de dar una imagen europea y
desarrollista, aunque autoritaria, al agonizante tardofranquismo.
La restauración aznarista tiene hoy su base teórica en la
Fundación para Análisis y Estudios Sociales (FAES). Convencido de la perpetua
presencia del PP en el poder, Aznar, que nunca aceptó como gobernante
responsabilidad alguna, pensó retirarse a tiempo de no quemarse y seguir
gobernando a través de un Acebes de paja o de un Rajoy más presentable por
gallego zumbón. Su puente de mando sería la FAES. Pero, condenado a la
oposición por su desesperada tozudez en seguir mintiendo, de su FAES han
surgido (vídeos rencorosos y embusteros aparte) consignas desestabilizadoras
contra la voluntad de las urnas: broncas, boicoteos y vetos parlamentarios;
campañas mediáticas con apoyo episcopal; manifestaciones pancarteras no a favor
de nada, sino contra las políticas democratizantes del PSOE (devolución de
archivos expoliados por Franco a la Generalitat, la paz en el País Vasco, la
igualdad civil de las personas homosexuales, la España plurinacional y
federante). Miles y miles de seguidores se identifican con esa actitud
utilizando los derechos democráticos de expresión y manifestación para combatir
la democracia. ¿No es tal conducta la alegada para ilegalizar Batasuna?
Se ha destacado la semejanza entre la actual estrategia
aznarista, en alianza con la bochornosa presencia de los obispos más
fundamentalistas en la calle, y la que la derecha reaccionaria practicó desde
el comienzo contra la II República, culminada por el golpe militar de 1936. Aun
en momento histórico bien distinto, la actitud es la misma. Sigue viva una
España carpetovetónica, un "macizo de la raza", como dijera un noble
falangista converso, Dionisio Ridruejo, y una pertinaz sequía democrática, que
incluso puede secar dentro de una semana la fértil lluvia gallega del cambio
gracias al caciquismo fragoso, movilizador de la Galicia más pobre, como lo ha
sido siempre desde el siglo XIX. El episcopado, sobre todo, ha superado todos
sus récords históricos de impudicia religiosa y política frente a unos católicos
que suelen votar las políticas democratizadoras por mera coherencia con su fe.
La jerarquía eclesiástica ha dividido y enfrentado a su presunta grey, ha
inducido a los ciudadanos a desobedecer las leyes en nombre de unos valores
inhumanos falsamente naturales y divinos.
El panorama de la actual sequía democrática no puede ser, por
tanto, más desolador. El pertinaz acoso del "faescismo" (¿no serán
sus siglas una oculta e infantil contracción de Falange Española?) nos
retrotrae a épocas prehistóricas para la mentalidad de la mayoría del país: una
mayoría por desgracia muy ajustada, como se ha visto en las elecciones
gallegas. Y es que 25 años de democracia no han podido o sabido integrar esa
España de secano democrático y en grave riesgo de una desertización que
equivale a una deserción política. ¿Podrá lograrlo la Cataluña catalanista de
izquierdas, que en eso sí es un oasis, extendiendo su sombra y sus aguas
ejemplarizantes a toda España y a través del eje dialogante y optimista que
forman los dos presidentes, Zapatero y Maragall? Para que esto no ocurra, la
derecha seudonacionalista catalana está siguiendo, de forma más moderada pero
igual de obstruccionista y malévola, la misma estrategia desestabilizadora que
la española. Ambas pretenden apartar de la gobernación a quienes se esfuerzan
cada día por borrar la peor historia fratricida de nuestra piel de toro.