LA COYUNTURA POLITICA ESPAÑOLA:GIROS COPERNICANOS Y MANO DE SANTO

 

Artículo de Luis Bouza-Brey del 25-5-05, 14:15 hs.

 

Tenemos un país muy complejo, y una élite política con  significativos sectores trasnochados y obsoletos. Por eso se hace imprescindible un altísimo nivel de prudencia, actuar con "mano de santo" y andar con pies de plomo en el tratamiento de los problemas básicos de España.

Pero la "mano de santo" ya la habíamos descubierto hace años, con resultados muy positivos: amplios consensos constitucionales y en políticas de Estado; orientaciones centrípetas; renuncia a dogmatismos, sectarismos, cainismos y revanchismos; ritmo pausado en los cambios; generosidad en el tratamiento con los adversarios, alianzas sensatas... Eso era el estilo o el "talante" de la política española desde la transición. Pero desde hace un año el nuevo Gobierno ha dado un giro copernicano a todo lo anterior e inaugurado un período en el cual se rompe con la contención y la prudencia característicos de la democracia española y se inicia un torrente turbulento que pone en cuestión todo lo alcanzado, sin formular propuestas alternativas claras, y dejándose arrastrar por minorías marginales para alcanzar el poder y revalidar su permanencia en él. La consecuencia es que, cuando se toma como referentes a los marginales ---sociales, políticos o culturales: gays, populistas, fundamentalistas islámicos. independentistas, republicanos, histriones --- todo se desestabiliza, y se abre un período que nos conduce a la recaída en las "vueltas de tortilla" de lo peor de nuestra historia. "Bambi" no se transforma en el "Rey León", sino en "Bomba" explosiva, dañina y efímera para la estabilidad y el futuro del país.

Así, nos encontramos, entre otros diversos fenómenos de giro copernicano, con los dos esenciales a los que nos enfrentamos estos días: el modelo de Estado y la política antiterrorista.

Si bien es cierto que la propuesta de Santillana parece sensata y aceptable por la mayoría del país, algunos han decidido comenzar la casa por el tejado, con reformas de estatutos de  autonomía que violan o ponen en cuestión la Constitución  ---Ibarretxe y Maragall--- o que tergiversan hasta el desatino grotesco las fórmulas que dicen defender: a la independencia le llaman asociación; al nacionalismo socialismo y a la confederación federalismo.

El caso es que los modelos de reforma estatutaria defendidos por el Gobierno y sus aliados hasta ahora, como la propuesta catalana, que es probable que ni se apruebe, resultan inviables, producen distanciamiento con el PP y otras comunidades, fracturas en el PSOE, y provocarían el bloqueo de la reforma constitucional, la desestabilización del país, la caída del Gobierno y el descrédito por años de todo intento de desarrollo del Estado autonómico.

¿Será el pacto por la reforma del Estatuto valenciano el modelo que se seguirá a partir de ahora?¿Pero entonces, qué sucede, cuál es el sentido de las cosas? ¿Es que por un lado va la retórica que permita salvar la cara de los aliados y de las alianzas y por el otro la práctica real? ¿es que se trata de ganar tiempo? ¿no se lo están haciendo perder al país?¿cuáles serán las consecuencias de este equilibrismo?,¿ que el día menos pensado se cae el funambulista, o que los tarugos irán madurando hasta llegar a percibir la realidad... o lo que sucede es que los funambulistas son unos incapaces irresponsable y oportunistas que nos están embarcando a todos en un viaje laberíntico de difícil salida?

Pero si la fórmula autonómica catalana fracasa y el tripartito se rompe, ¿cómo influye esto en la situación vasca?

Antes de intentar responder a esta pregunta, vayámonos al giro copernicano operado en la política antiterrorista:

Durante los últimos años se puso en marcha una política antiterrorista que consiguió arrinconar a ETA, consistente en el acuerdo por las Libertades y contra el terrorismo entre el PSOE y el PP, una acción policial y judicial firme de persecución del terrorismo y sus entornos políticos, económicos y sociales, la ilegalización de su brazo político, y el rechazo a cualquier negociación que siginificara otorgar contrapartidas políticas a la actividad terrorista. Mediante esta política se consiguió reducir fuertemente la actividad de ETA, paralizar el chantaje permanente de los partidarios del "diálogo" para resolver el conflicto vasco, estimular e incentivar el constitucionalismo en Euskadi y fortalecer la democracia española frente a las tendencias disgregadoras.

 

Pero desde hace meses comienza a emerger nuevamente el "talante" turbulento, de poner en cuestión todo lo conseguido e iniciar una nueva política sin rumbo claro y firme . Suenan rumores de contactos entre dirigentes del PSE y Batasuna; se renuncia a la firmeza desactivando la ley de Partidos y permitiendo el acceso al Parlamento vasco del nuevo brazo político de ETA; se paralizan los mecanismos del Pacto antiterrorista; se consiguen las expresivas felicitaciones  de los turistas de Perpiñán por haber entrado nuevamente en el club de los "negociadores" y el "diálogo"; se permite la resurrección de Batasuna y de las expectativas  de negociación en una mesa de partidos por la autodeterminación y Navarra con el Gobierno español; se margina al PP y a la mitad o la mayoría de los españoles, que asisten preocupados al nuevo giro copernicano de tirar por la borda lo mucho conseguido sin objetivos ni criterios claros, compartidos y públicos. ¡Y aún encima se acusa de deslealtad a los que desconfían o discrepan del ¡¡media vuelta!!, ¡¡ar!! del Gobierno!

Si bien es cierto que es posible que sea el momento de iniciar un giro en la política antiterrorista, pues parece que ETA está acorralada y es posible que si se combina el palo y la zanahoria se pueda conseguir acabar con el problema, nuevamente hay que insistir en que es preciso utilizar la mano de santo del amplio consenso y la prudencia para iniciar el giro, y aquí parece que ETA y Batasuna ya han conseguido cosas como el acceso al Parlamento y la división de los demócratas a cambio de nada, o de sólo declaraciones  en frontones. Por ello, parece acertado evaluar la situación como una vuelta atrás: hoy han comenzado los atentados en Madrid, días atrás se reinició la amenaza abierta a los empresarios vascos, y nuevamente comienza la noria del terrorismo planificado y persistente.

Pero, ¿cómo enderezar el rumbo?

Convóquese el pacto Antiterrorista y reanúdense los acuerdos con el PP, señálense los límites de un posible diálogo que no se debería iniciar sin que ETA entregue las armas y se disuelva; rechácese la mesa de partidos para tratar de la autodeterminación y la territorialidad, y formúlese con claridad una oferta de reforma estatutaria al nacionalismo  vasco sin concesiones al soberanismo.

Con esos mimbres quizá podría definirse un camino de salida al laberinto vasco, siempre que queden claros los límites del "diálogo" con ETA. Límites que a mi juicio habrían de consistir en que ETA entregue las armas y se disuelva inmediatamente. Y una vez que transcurra un tiempo prudencial sin violencia ---¿cuatro años?---, los partidos políticos del pacto Antiterrorista y los que quisieran sumarse, propondrían al pueblo español medidas de reinserción de los exmiembros de ETA que hubieran declarado su voluntad de rechazo de la violencia terrorista como forma de acción política.

Si el "diálogo" no produjera frutos inmediatos, la Ley de Partidos debería reactivarse contra el Partido Comunista de las Tierras vascas y bloquear su acción social y parlamentaria, así como su posible presentación a futuras elecciones locales, autonómicas y generales.

En síntesis, lo que hace falta es mantener la unidad de los dos partidos principales del país ---esas minorías tan numerosas de cuyo apoyo tanto se ufana el Gobierno suman 24 o 34 escaños---, mediante el mantenimiento del "talante" de la democracia española que tantos resultados positivos produjo. Lo que se precisa es  formular políticas claras y firmes, y fortalecer la democracia, sin dejarse llevar por las tendencias desintegradoras o demagógicas que parecían haber quedado atrás en la historia y vuelven a resucitar, gracias a las turbulencias desatadas irresponsablemente por el Gobierno.