LA
“IDENTIDAD” ATACA DE NUEVO
Artículo de Carlos
Martínez Gorriarán en su blog de “¡Basta Ya!” del 13 de mayo de 2008
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
José Luís Rodríguez Zapatero celebró en
Bilbao el día de su rosa -no de la nuestra, que es con mayúscula-, y se centró
en lo que le importa: asegurar las posibilidades de su franquicia vasca en las
próximas elecciones autonómicas, quizás adelantadas al 25 de octubre (puesto
que Ibarretxe se comprometió a ir a votar ese día,
promesa que no debería echarse en saco roto viniendo de quien viene). ¿Qué
posibilidades tiene el PSE de ganar al PNV, que es de lo que se trata? Quizás
más que nunca antes, puesto que parte del voto habitual al PNV ha recibido
complacido el “proceso de paz” de Zapatero, porque coincidía a grandes rasgos
con las posiciones tradicionales del nacionalismo, es decir, reconocimiento de
que hay un “conflicto vasco” que requiere de una negociación bilateral para
resolverlo, y que sólo se “resolverá” con mucho más nacionalismo:
reconocimiento del ente político “Euskalherria”
añadiendo Navarra y el País Vasco-francés al invento, concesión solapada de la
autodeterminación, irreversibilidad de las políticas nacionalistas de
“normalización lingüística”, privilegios fiscales, etc.
Es evidente que la estrategia zapaterista de ganar al nacionalismo a base de hacerse casi
indistinguible de aquél ha tenido éxito en las últimas elecciones generales en
el País Vasco, pero también tiene sus riesgos pragmáticos: basta con reparar en
el mal ejemplo de Montilla, advirtiendo al PSOE de que el PSC romperá con ellos
si no se garantiza la intocabilidad del modeolo
catalán de financiación autonómico y todo lo que cuelga. Pero a Zapatero esto
no le preocupa, de momento. Ha comprobado que en el País Vasco puede quitarle
votos al nacionalismo sin perderlos por el lado constitucionalista -de momento
también, que todo se andará-, y está dispuesto a profundizar en la martingala,
que podemos resumir así: aislar a Ibarretxe, con su
Plan y su partido -de momento, que aquí todo es a plazo ultra-corto-, mediante
el expediente de integrar algunos de sus contenidos en la política socialista.
¿Que Ibarretxe vuelve a la carga, ahora con los
chanchullos de la Mesa de Loyola? Pues se le despacha diciendo que deben
acordarlo antes con el PSE, que por debatir que no quede, pero con los de su
nivel. Una especie de canibalismo identitario: por
eso Patxi López soltó algunas frases en esforzado
euskera de cursillo intensivo, y por eso sobre todo prometió Zapatero que si
gana el PSE los vascos recuperaríamos toda la identidad perdida. Se ve que por
el camino a la Casa del Pueblo se nos han caído algunos pedazos identitarios que ZP se dispone a devolvernos, con
generosidad inefable.
Así pues, las políticas de identidad atacan
de nuevo. No importa que sean políticas reaccionarias, profundamente
reaccionarias. Si son útiles para ganar elecciones eso es lo único que importa,
y el que venga luego que arree con los resultados, sean modelos de financiación
autonómica insostenibles o sencillamente antiigualitarios,
discriminación lingüística o disolución de los sistemas judicial, educativo y
sanitario en 17 minisistemas, por citar algunos. Y
entre tanto, ¿qué hace el PP? Pues todo indica que mientras el PSOE aspira a
ganar elección tras elección mimetizándse con el
nacionalismo, en el PP piensan que ganarán al PSOE si se mimetizan con éste a
su vez. Sí, quedamos nosotros para hacer una política diferente, pero la
diferencia está en que sólo tenemos una diputada, aunque con las
ideas clarísimas y apoyada en una buena estrategia parlamentaria. En
fin, hablar de una crisis definitiva del modelo de partidos de la transición no
es ninguna exageración. El PSOE ya es una federación de partidos autónomos con
intereses distintos, como está demostrando el debate sobre financiación
autonómica, y el PP parece encaminado -ya lo habíamos dicho, dicho sea de paso-
a algo parecido pero de poco auspiciosas connotaciones: una federación o
confederación de derechas autónomas: la CEDA de Gil Robles.