GARZÓN REAVIVA EL PSICODRAMA DEL PSOE

 

Artículo de José Antonio Gundín en "El Semanal Digital" del 19-1-12

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

 

 

A diferencia de Rubalcaba, que no olvida el pasado, Chacón ha sacado la cara por el juez que empitonó a la plana mayor del PSOE y se alió con la derecha.

 

 

Partamos de que Baltasar Garzón es un fenómeno al estilo Frankestein que, creado a partes iguales por la derecha y por la izquierda a lo largo de los últimos 20 años, al cobrar vida autónoma ha horrorizado, también a partes iguales, a sus padres putativos. Acunado en sus inicios por aquel felipismo que tenía vocación de régimen, la criatura se revolvió contra el mediocre destino que le había reservado el PSOE y se entregó en brazos de la derecha, a la que le ofreció en prenda despejar la "X" del GAL. Ahí nació el segundo Garzón, el héroe que bajó a las cloacas del Estado y desveló los crímenes que ocultaban. La derecha política y mediática, exultante, lo prohijó como su nuevo héroe. Nadie, ni tribunales, ni juristas, ni políticos honestos advirtieron de la monstruosidad legal que se estaba perpetrando: que un juez instruyera una causa contra quienes meses atrás habían sido sus compañeros de partido. Ahí nació el monstruo, el fenómeno que la Justicia española ha arrastrado desde entonces y que está a punto de culminar estas semanas en el Tribunal Supremo.

 

Tras los años del GAL y con la subida del PP al Gobierno, Garzón aprovechó los elogios de la derecha para volver a su ámbito primigenio de la izquierda, tendencia que acentuó para convertirse en una especie de caudillo moral de la extrema izquierda internacional a raiz de la requisitoria judicial contra Pinochet. Y su incontrolable tendencia al protagonismo político se desbocó ya sin mesura. El resto es historia conocida. Pero persisten las secuelas en el subconsciente de las instituciones y de los partidos políticos.

 

Especialmente significativo es el psicodrama que padece el PSOE, agravado estos días al calor del juicio en el Supremo. Para una parte del partido, que tiene memoria y no ha olvidado el ensañamiento en las figuras de Barrionuevo y Vera, Baltasar Garzón es el traidor que se vendió al PP y le sirvió en bandeja el poder en 1996. Empezando por Felipe González y siguiendo por Alfonso Guerra, el ex juez es la expresión amarga de una traición imperdonable. Pero hay otro PSOE amnésico dispuesto a pactar con los fantasmas del pasado para alimentar ese izquierdismo de eslogan y polideportivo que tanto gusta a ciertos dirigentes.

 

Y aquí entra en escena Carme Chacón. Su declaración de que "algo falla cuando se juzga a un juez por perseguir la corrupción" es impropia de alguien que aspira a dirigir el PSOE y prolongar la historia que empezó en Casa Labra, el madrileño bar del bacalao, y a proyectar la socialdemocracia del siglo XXI. No se puede despachar un asunto de tanta trascendencia para el país y para el propio partido con una frasecita de asociación de vecinos. El próximo secretario/a general tiene la obligación de conocer y asumir la historia del partido, sin que la juventud sea excusa del deconocimiento o de la mala memoria.

 

Para eso, Rubalcaba ha sido más cauto, no ha dicho ni esta boca es mía y ha mandado a sus segundos a que den una de cal y otra de arena sobre Garzón. No podía hacer otra cosa, claro, salvo que quisiera abjurar de su pasado como portavoz de aquel Gobierno felipista al que empitonó el juez estrella. Se puede ser "progre", pero no un tonto desmemoriado.

 

Garzón, en suma, ha venido a poner el foco sobre la encrucijada a las que se enfrentan los militantes del PSOE entre elegir a un candidato que tiene más pasado que futuro pero conserva una fuerte autoridad moral o a una candidata que quiere barrer el pasado metiéndolo debajo de la alfombra y se limita a repetir eslóganes como anuncios comerciales. Las agrupaciones socialistas abordarán este fin de semana la elección de los delegados al congreso y se tendrán que enfrentar, también ellas, al psicodrama reavivado por Garzón.