CAZA
DE TONTOS
Artículo de Carlos Herrera en "ABC"
del 24-2-12
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Simplemente, se ha aplicado el
sentido común. Una comisión de secretos oficiales no es un juego de opiniones
contrapuestas sobre la Política fiscal o las inversiones del Estado en materia
ferroviaria. Es un selecto club parlamentario de seis miembros donde los
ministros afectos comparten información sensible acerca de delicados asuntos de
Estado, muchos de ellos procesados por los servicios de inteligencia o
confeccionados por la estrategia gubernamental acerca de desafíos de
envergadura. Ahí, que se me disculpe, no puede estar cualquier friqui numerero. Para evitar que
se cuele cualquiera se exige un número de votos superior a los doscientos
diputados. Es decir, es objeto de pacto entre los grupos. Aquel que no los
obtenga puede patalear, enrabietarse, ofenderse hasta el desmayo, pero no
entra. Y afirmo que se ha aplicado el sentido común porque no es de recibo que
un sujeto lenguaraz y tabernario como Alfred Bosch, parlamentario de ERC, colega
táctico de Amaiur, se siente en dicha comisión y
acceda a informaciones que tengan que ver, entre otros casos, con la lucha
contra el terrorismo o el entorno de la supuestamente desaparecida ETA. Es
información que inmediatamente estaría en manos de Amaiur
y en el minuto dos, en las de los terroristas que queden dando vueltas por ahí.
Parece, por otra parte, un contrasentido ofrecerle munición a un sujeto que,
como el neurótico Joan Tardá, basa su único y cansino
discurso en la destrucción del Estado que le alberga. Y que, por lo visto, le
pudre.
Las
excentricidades asaz cretinas de individuos como el mentado forman parte del relato de
estos años, cada vez llaman menos la atención y tienen la consideración de
folclore inevitable. Pero ello no obsta para que, en momentos de seriedad
imprescindible, no se le rían las gracias y se les recuerde que sus bravatas y
sandeces tienen precio. No es delito ser independentista (aunque sea absurdo),
pero sí tiene consecuencias luchar con media lengua de tonto contra pilares
elementales de la convivencia.
A sujetos y formaciones del tipo de
ERC se les ha beneficiado con el temor que causaba ser señalado poco menos que
de fascista por oponerse abiertamente a sus desafíos de macarras ideológicos.
Ello es un error del que, por lo que se ve, algunos van despertando. Puede que
hasta el PSOE se haya percatado que determinadas alianzas o concretos
compañeros de viaje son poco menos que un suicidio a pagar poco tiempo después.
Que uno de sus pilares en la anterior legislatura, socio de gobierno en
Cataluña, sea hoy el bastón de Amaiur en el
Parlamento debería obligar a un pequeño acto de contrición. Parte del mismo tal
vez sea bloquear el acceso al tal Bosch a la delicada comisión de marras. Por
demás, no nos engañemos: el interés mostrado por estar en esa comisión no tiene
mucho o nada que ver con el alto sentido de la política de Estado o con el
deseo de participar en la gestión racional de los recursos de España. Es,
sencillamente, el deseo de poder convertirse en el chivato perfecto, en el
amigo de los Bildus, Sortus,
Amaiurs y damas basura. No se han equivocado los
socialistas tomando esta decisión (aunque los votos del PP hubieran sido
imprescindibles).
Comprendo que un especialista en
olisquear podredumbres como Bosch se sienta hoy molesto y contrariado: basta
que imagine, no obstante, como se sintieron —sin motivo alguno— los miembros
del PP el día en el que tipos como el promovieron el famoso cordón sanitario
del Pacto del Tinell. Todo el fanatismo de esa
izquierda volátil se puso al servicio de lo que el ahora denuncia. Que lo
recuerde porque aquello sí que fue una caza de brujas. Esto no; esto ha sido
una simple caza de tontos.
Adeu, Alfred.