¿TIENE RODRÍGUEZ OTRO PLAN?
Artículo de Carlos HERRERA en “ABC” del 04/02/05
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Efectivamente, Rodríguez tiene un plan. Pero me temo que sólo uno. Cuando los
estrategas diseñan una batalla sobre los mapas, una escaramuza o un asalto,
siempre plantean la posibilidad de fracaso y la necesidad de contar con un plan
alternativo. Eso lo hemos visto en todas las películas que se recuerdan: alguien
desesperado, viendo que les falla la táctica, dice por transistor aquello de
¡pasamos al plan B, pasamos al plan B! y los tipos se salvan por los pelos antes
de que los malos los achicharren. El Partido Socialista dispuso en su día no
repetir la alianza constitucionalista que encarnó Redondo Terreros: coció a éste
a fuego rápido -no sin la bajeza cómplice de un medio de comunicación fácilmente
reconocible- y diseñó una política de guiños al electorado nacionalista
coexistente con una postura de rechazo algo más matizada a sus líderes. Algo así
como nos oponemos radicalmente pero hacemos lo posible por entendernos a través
de determinados atajos: no os damos la razón pero sí os damos alguno de los
elementos que reclamáis. Legítimo, evidentemente, pero peligroso. En virtud de
ello, los socialistas vascos, con un antiguo nacionalista a la cabeza trasmutado
a «michelín», han dibujado una reforma estatutaria que pretendería dar la razón
por igual a los que piensan que hay que dinamitar el Estatuto de Guernica y los
que creen que debe continuar tal y como está. Cosa complicadísima, por cierto.
Es el Plan López, o el Plan Pachi, o el Plan Guevara, y con él los miembros del
PSE creen que se contentará por igual a los que quieren acabar su relación con
el resto de España y a los que siguen confiando en el Estado de las Autonomías.
Se visualizó la pretensión de los socialistas de forma explícita en el debate en
el Congreso con lendakari incluido: el discurso fuerte, duro, «guerniquista»,
sólido, lo asumió un magnífico Pérez Rubalcaba y el discurso con guiño al
electorado nacionalista moderado fue cosa de Rodríguez. Venía a decir el
presidente: «Yo os digo que no, pero tengo ideas sobre cómo nos podemos poner de
acuerdo y reformar el Estatuto». Ibarreche no tragó porque a lo que iba era a
que le dijeran sonoramente que no y así volver a su tribu y hacerse la víctima
incomprendida, adelantar las elecciones un par de semanas y darles carácter
plebiscitario. Todo perfectamente calculado.
Si la jugada de los socialistas sale bien y consiguen la suficiente
representación parlamentaria para formar gobierno, independientemente de con
quién quieran formarlo, su plan habrá salido bien. Podrán establecer un pacto
con los nacionalistas y gobernar transversalmente, que es lo que en puridad se
cree que quieren. Y habrá reforma, atenuada, pero la habrá. Y así de paso la
reforma catalana tendrá la vía mucho más despejada. Ante supuestos como éstos se
hace casi imposible una alianza de gobierno con el PP. Plan perfecto. Pero ¿y si
no sale como está diseñado? Si los socialistas no puntúan lo suficiente como
para poder gobernar y el nacionalismo engordado por los votos de ETA-Batasuna
obtiene mayoría absoluta... la tragedia -como diría Maragall- está servida. El
desafío ya no podrá contenerse con actitudes complacientes, habrá que meter los
pies en el agua... Ante ese supuesto, ¿tiene un plan B el Gobierno español?
¿Tiene un plan B el socialismo de Rodríguez? ¿Está dispuesto a convertirse en el
antipático líder capaz de decir que no y de enviar, si procede, a los guardias?
¿Ha estudiado la posibilidad de tener que aplicar artículos taxativos ante la
desobediencia civil de una parte de la Administración del Estado?
Algo hace que buena parte de los observadores y analistas políticos crean que
ese plan alternativo, sencillamente, no existe. Incluso lo creen muchos de los
militantes y cuadros del partido, que, absortos, se preguntan cuál será el final
de este asalto. Mal asunto.