A PROPÓSITO DE LA PONENCIA POLÍTICA (II)
Artículo de Gerardo Hernández Les, Andalucía – Málaga en “EstanoeslawebdeUPyD” del 03 de septiembre de 2009
Por su interés
y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio
web
Ateniéndonos a los hechos, el comportamiento de nuestro partido es como el de los demás, o puede que peor, si tomamos en consideración que ningún otro en tan poco tiempo ha desmentido tanto su discurso político hacia el exterior con su praxis interna. Si ahondamos en este argumento –y salvando todas las distancias que hay que salvar- UPyD se parece cada vez más al PSOE, lo que no deja de tener su lógica si somos capaces de adentrarnos sin prejuicios en nuestra particular intrahistoria.
El último epígrafe del Título I de la ponencia termina hablando de la “democracia interna”, con el ponente empleándose a fondo con el mismo celo apostólico con el que empezó. Si al principio nos prevenía contra unos enemigos invisibles, favorables a la democracia electrónica y partidarios del fundamentalismo asambleario, ahora nos advierte contra “ciertas corrientes de fundamentalismo político que también han tratado de colonizar a UPyD, intentan reeditar la forma tradicional de partido de masas o partido-comunidad en nombre precisamente de la democracia interna. Pero la identificación de la democracia interna de un partido con el sistema democrático en su conjunto es una falacia capaz de frustrar ese proyecto de regeneración democrática que se pretende abanderar más que nadie”.
¿Qué hay detrás de estas palabras? Pues, simplemente dos cosas:
Que la democracia interna de un partido no tiene porque asemejarse a lo que por tal se entiende en un sistema democrático en su conjunto.
Que en el universo particular de un partido, los límites de la democracia los marca el propio partido, es decir, sus dirigentes.
Esto queda claro cuando, más adelante, la ponencia dice (punto
69) que el principio de separación de poderes es necesario en un sistema
constitucional, pero que el cumplimiento de ese principio es absurdo en un
partido. Es decir, el partido ha funcionado hasta ahora sin que su máximo
órgano de dirección estuviera bajo el control de ningún otro órgano, y se
quiere continuar de la misma manera. Esto es un desatino desde el punto de
vista democrático, pero no importa porque se supone que el precio que hay que
pagar (sumado al que ya se está pagando) es asumible. Hasta las siguientes elecciones
queda suficiente tiempo para tapar todos los boquetes que se puedan abrir.
Releyendo la ponencia uno llega a la conclusión de que la misma no tiene nada
que ver con la UPyD real de carne y hueso, la que
existe y la que, supuestamente, va a salir del Congreso. Es difícil que
cualquier afiliado que se haya adentrado en la organización se reconozca en su
exposición. Se trata de una construcción teórica, en lo tocante al Título I,
engañosa de pies a cabeza, elaborada pensando en “venderla” a los medios de
comunicación y a presuntos simpatizantes desconocedores de la realidad del
partido. Un mero ejercicio de propaganda. Para terminar de entenderla es
necesario leer la ponencia de Estatutos. Entonces ya podemos decir, parodiando
a Dante, “lasciate ogni speranza”, sobre la regeneración democrática en el interior
del partido.
Obsesionados con la necesidad de hipertrofiar el carácter ejecutivo del
partido, el Consejo de Dirección tendrá, todavía, más poder que el que ya
tiene. Asumirá todos los poderes y todas las competencias, y será prácticamente
incontrolable. El partido se convertirá en una especie de organismo
desnivelado, con un “núcleo duro” súper-pensante, súper-expeditivo, con un
líder supremo indiscutido (como hasta ahora), y una base de militantes puesta a
su servicio para recibir consignas. Todo esto si el Congreso no lo remedia. ¿Y quien remediará el Congreso? Bueno, esto, como diría Kipling, es otra historia.
Lo que nos queda claro es que la Dirección del partido, principal responsable
por sus errores, de tener la Organización abierta en canal, en lugar de
enmendarse en un ejercicio de diálogo conciliador, prefiere enrocarse y apostar
por la engañosa seguridad que hay detrás del sectarismo, para negar la realidad
del pluralismo. En la ponencia se prefigura el mismo modelo de partido (pero
logrado) con el que salimos a la luz, ahora con mayores dosis de monolitismo,
reforzado con el blindaje legitimador que les concederá un Congreso en el que
se trabaja para que sea triunfal.
Si, hasta ahora, el partido tenía una coartada, hasta la celebración del
Congreso, para no dar vía libre a la democracia; coartada que le ofrecimos los
propios fundadores, en donde se mezclaron a partes iguales el sentido de la
responsabilidad para proteger una criatura que nacía en un ambiente exterior
donde todo estaba en contra, y la buena fe depositada en unas personas de las
que se esperaba el mismo grado de reciprocidad en el compromiso de lealtad que
auspiciaba el pacto de fundadores; ahora, conocidas las intenciones, salvo que
haya un vuelco en el Congreso, sólo se puede esperar un futuro inmediato en el
que las normas se sigan aplicando de forma arbitraria y unidireccional, que la
desigualdad en el acceso y la distribución del poder adquieran cuasi rango de
ley, la pluralidad no tenga otro reconocimiento que el puramente
propagandístico, el control del poder sea estatutariamente un imposible, y la
conculcación de derechos civiles fundamentales –póngase en primer plano la
libertad de opinión- siga siendo una vergonzante seña de identidad. Estos
rasgos que son los constitutivos de la democracia –sea en un sistema
constitucional o en el interior de un partido- no parece que vayan a ser de
posible aplicación en UPyD, a tenor del modelo de
partido que se trasluce de la lectura del Título I de la ponencia política.
También parece evidente que el discurso regenerador de los primeros tiempos
está agotado. De aquello de que todas las propuestas regeneradoras “requieren
de una democratización de los propios partidos políticos” y de que “hay que
cambiar los partidos para cambiar la política” (conferencia de Rosa Díez en el
Club Siglo XXI, en mayo de 2008), a la ponencia que acabamos de analizar hay un
trecho muy largo, aunque en un espacio de tiempo muy corto.
Hay quienes piensan que la experiencia vivida en este tiempo ha obligado a un
cambio de estrategia, y, que siendo así, lo honesto sería explicar las razones
de esta transformación y defender el nuevo discurso sin subterfugios de ninguna
clase. Personalmente, soy de otra opinión. Estoy convencido que el modelo de
partido tradicional que se expone en la ponencia –eso sí, aderezado con mil
justificaciones teóricas- es el que estaba en la mente de los principales
mentores del partido en el mismo momento de su fundación; pero si el 29 de
septiembre de 2007 nos hubieran adelantado que el proyecto de regeneración
democrática se pretendía afrontar con un partido como el que, presumiblemente,
va a salir del Congreso, difícilmente hubiera sido posible despertar el
entusiasmo que se generó en tanta gente, gracias a cuyo sacrificio el partido
pasó de ser una ensoñación de unos pocos a una realidad institucional en el
panorama político español.