«LA INTRAHISTORIA DE UPYD»,
Artículo de Gerardo Hernández Les en “La Razón” del 12-5-10
Por su interés y relevancia he seleccionado
el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Con un breve comentario al final:
INTRAHISTORIA Y
PROTOHISTORIA
Luis Bouza-Brey, (13-5-10,
11:00 horas)
Rosa Díez no para nunca de hablar, pero en los últimos días lo ha hecho de forma especialmente convulsa en un Chat del Diario "La Razón" el pasado 25 de abril. Acusar de batasunos (o sea, de filoterroristas) a quienes presentaron una candidatura crítica en el pasado Congreso de noviembre es utilizar palabras mayores; pero tampoco se para en barras con los que le presentamos una demanda judicial, a los que nada menos nos pretende echar en cara la intención de un chantaje, que por delirante y falso se convierte en una calumnia de digestión intolerable. Esta provocación es propia de quien instalada en cierta esfera de poder piensa que le es permitido decir lo que le venga en gana y que da igual lo que digan sus destinatarios.
Creo que ya es el momento de preguntarse por qué un partido tan joven vive en
tan poco tiempo (poco más de dos años de existencia) una historia tan
desgarradora. Al margen de las víctimas directas, fruto de la voluntad
represora, hay que sumar un número importante de afiliados que han ido
abandonando silenciosamente el partido –probablemente más del 50%- sin que
conozcamos exactamente su cifra, porque los datos reales sobre afiliación es un
secreto nunca revelado. Lo que si podemos afirmar, con poco margen de error, es
que de los primeros cien militantes que estuvieron presentes en la fundación
del partido, y que iniciaron su andadura como miembros del Consejo Político,
están fuera del partido más del 70%.
También es inevitable preguntarse cómo el núcleo dirigente del partido
–siguiendo a su líder- se empeña en una orgía represiva desproporcionada contra
unos discrepantes que en ningún momento discutieron su liderazgo, haciendo gala
de una agresividad y unas malas artes que los descalifican para abanderar
cualquier proyecto de una supuesta regeneración democrática en España.
Si la historia de UPyD tuviéramos que encajarla en
algún género determinado, tendríamos varias opciones, pero seguramente ninguno
sería más adecuado que el del absurdo. No se puede calificar de otra manera una
situación que partía con unas condiciones inmejorables: una demanda social
latente de exigencia de alternativas a la situación política que vive el país,
unos militantes ilusionados y entregados a un proyecto de regeneración
democrática plasmado en un Manifiesto Fundacional apoyado sin fisuras, y unos
procesos electorales en los que los votantes no han dejado de avalar
progresivamente la viabilidad del proyecto. Al final, una líder que aparentando
reunir las condiciones imprescindibles para hacer triunfar el proyecto, lo ha
hecho embarrancar víctima de sus propios demonios personales.
Algunos de los que nos tocó estar desde el principio en los órganos de
dirección del partido –fruto de la decisión personal de Rosa Díez, emanada del
poder que le otorgó el pacto fundacional- empezamos a ver muy pronto la deriva
que iba tomando nuestra formación. Explicar por qué ha pasado todo esto no es
fácil de hacer.
Rosa Díez no le interesó ver que la mayoría de la gente que, en un principio, llegó al partido quería, realmente, un partido de nuevo tipo. Que no era sólo crear un instrumento que sirviera durante un tiempo para abanderar la reforma de la ley electoral, la independencia de la justicia, la recuperación de las competencias de educación por parte del gobierno central, o la racionalización del modelo territorial; sino que la consecución de esos fines era incompatible con el modelo de partido tradicional que había hecho posible convertir nuestro sistema democrático en una partitocracia que se ha ido haciendo irrespirable con el paso del tiempo. La Regeneración Democrática –verdadero mascarón de proa de la nueva formación- tendría que empezar por los propios partidos, y el nuestro reunía (o eso creíamos) todos los ingredientes para empezar a dar ejemplo.
Desde el primer momento el personalismo y la centralización de
las decisiones se impusieron sin dejar lugar a dudas. Cuanto mayor era el
encantamiento que producían las ideas y los discursos del nuevo partido más
crecía la vocación aparatista de sus principales
dirigentes. Los días de “vino y rosas” duraron seis meses, justamente hasta que
se celebraron las elecciones generales de 2008. Esa fecha fue la constatación
de que el proyecto era viable.
Con el alborozo de las expectativas que se abrían ante nosotros empezaron los
problemas. O para ser más exactos, el líder máximo –en este caso lideresa-
víctima de una educación política autoritaria y burocrática en la que había
formado su espíritu durante más de 30 años, decide crear un problema donde
precisamente estaba la solución. No le bastaba estar rodeada de personas que le
éramos absolutamente fieles –y que realmente lo éramos- sino que, además,
pretendía que tuviéramos que estar siempre de acuerdo con ella, fueran sus
propuestas las que fueran, lo mismo en el ámbito de la estrategia que en el de
los nombramientos de cargos orgánicos.
Con este criterio, en vez de convocar un Congreso en los meses inmediatamente posteriores a las elecciones (y no esperar un interminable año y medio, como finalmente se hizo), aprovechando el entusiasmo post electoral, para democratizar cuanto antes las estructuras del partido, prefirió reforzar los aparatos de poder, para no dejar resquicio a la más mínima discrepancia, por la vía de su voluntad carismática. Y lo que consiguió fue dar paso al comienzo de una serie de luchas intestinas en la mayor parte de las estructuras territoriales, que desembocaron en el Congreso en un partido desangrado y seriamente dividido.
Al negarse a democratizar el partido una vez transcurrido el período álgido de su fundación (coincidente con las elecciones generales de 2008) convirtió nuestra formación en una especie de patio de monipodio, que ha obligado a nuestros militantes a vivir en un clima de tensión a veces insoportable, que ha sido la causa del abandono del partido de muchos de ellos. La inexistencia de estructuras democráticas crea un ambiente en donde la discusión y el trabajo por la consecución de objetivos políticos se sustituye por enfrentamientos interminables por cuestiones de poder; de un poder –en el caso de UPyD- materialmente inexistente, pero la ilusión de dar satisfacción a una ambición que se vislumbra en un futuro inmediato no necesita de más ingredientes.
Desde su fundación, UPyD se estaba
rigiendo por una norma explícita –los Estatutos aprobados por el Consejo
Político- que ha sido vulnerada cuantas veces le ha interesado a la Dirección
del partido. Así fue posible incoar –de forma ignominiosa- los 14 expedientes
contra militantes que ocupaban todos ellos cargos de responsabilidad en la
estructura orgánica del partido, y todo ello por querer abrir en el partido el
ineludible debate sobre las listas abiertas y querer proponer una candidatura
alternativa. Y así también fue posible redactar y aprobar un Reglamento para el
Congreso, que auguraba el desarrollo antidemocrático del mismo (fue la primera
ocasión que Rosa Díez endosó a los críticos el adjetivo batasunos), por mucho
que otorgara plebiscitariamente un apoyo mayoritario a la líder del partido,
que le ha permitido alardear de su triunfo de puertas afuera, pero no le ha
servido para ocultar que ha jugado con las cartas marcadas, y que el
encantamiento del espíritu fundacional del partido lo ha roto para siempre.
En estas condiciones, la Dirección del partido ha creado el terreno
abonado para que quienes entran en el partido pensando en futuras
operaciones de poder utilicen todos los medios para hacerlas realidad. Las
legítimas aspiraciones de ocupación de cargos públicos dejan de serlo cuando
los criterios básicos de capacidad y mérito son sustituidos por el compadreo,
la conspiración permanente, la maledicencia gratuita y, sobre todo, el
servilismo sin escrúpulos hacia los pocos que de verdad ostentan poder en
el partido. Esta –y la sumisión ciega y acrítica a lo que salga de la boca y
del dedo de Rosa- es la verdad de UPyD.
Gerardo Hernández Les
Ex miembro del Consejo de Dirección y del Consejo Político de UPyD
Cabeza de lista al Congreso por Málaga en las elecciones
generales de 2008
Breve comentario final:
INTRAHISTORIA Y
PROTOHISTORIA
Luis Bouza-Brey, (13-5-10,
11:00 horas)
Magnífico artículo de Gerardo Hernández
Les, a quien conozco y considero persona honesta e inteligente: no es un trepa
a la busca de cargos y privilegios, como suelen decir los verdaderos trepas.
El proyecto Plataforma Pro, y luego UPyD nos ilusionó a muchos al principio: yo mismo, cuando
me presenté como candidato a la Presidencia de Ciudadanos, abogué por la unión
de ambos en un partido de ámbito nacional que defendiera la Regeneración
Democrática frente a la deriva demencial de Maragall y el PSC, de consuno con
Zapatero y el PSOE. Nuestra candidatura de Regeneración Democrática perdió el
Congreso por obra de una maniobra Congresual que enmendó el proyecto de un
nacionalismo cívico español opuesto al etnonacionalismo y el oportunismo cínico
de los socialistas, sustituyéndolo por la "ciudadanía cósmica
postnacionalista", por lo que decidimos abandonar el partido y fundar UPyD.
Por eso, yo también estuve en el Consejo
Fundacional de UPyD, pero comencé a protestar desde
diciembre de 2007, cuando vi el fraude que empezaba a emerger por obra de la
banda de los tres de la cúpula del partido. Desde entonces, mis críticas fueron
encontrando confirmación empírica, con la represión interna más antidemocrática
e inconstitucional y con el golpe final del Reglamento para el Congreso, como
muy bien describe Gerardo Hernández Les. Pero mi posición crítica produjo mi
destitución del Consejo Político y un año después mi baja en el partido, cuando
me harté del fraude.
Es muy triste vivir en un país que se
corrompe aceleradamente, y en el que las iniciativas de Regeneración han
fracasado hasta ahora. ¿Será debido a que el populismo y el caudillismo
peronista es la pauta de gobierno aceptable para la mayoría de nuestra
sociedad? ¿Es que solamente podrán sacarnos del pozo en el que nos vamos
hundiendo las presiones de la Unión Europea y los EEUU? ¿Será que este es un
país constitutivamente enfermo, en el que la basura política emerge cada cierto
período de tiempo, transformándonos en una especie de Sísifo de la Historia de
la Humanidad?