CATALUÑA FUERA DE SU ÓRBITA

Artículo de Javier López en “La Gaceta” del 23 de noviembre de 2010

Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.

 

Hay que reivindicar la españolidad de Cataluña desde movimientos cívicos.

 

A propósito del actual frenesí nacionalista puesto de nuevo en máxima ebullición con las elecciones catalanas del próximo 28 de noviembre, encuentro en los diarios de Manuel Azaña un pasaje que merece ser resaltado: “Si estas gentes (se refiere al nacionalismo vasco y catalán) van a descuartizar España, prefiero a Franco. Con Franco ya nos las entenderíamos nosotros o nuestros hijos o quien fuese. Pero estos hombres son inaguantables. Y mientras, venga a pedir dinero y más dinero”. ¿Ha cambiado algo? Recientemente, ya en precampaña electoral, le preguntaban al candidato de CiU, Artur Mas, cuando acabaría lo que Jordi Pujol definió como “el ciclo reivindicativo” del Gobierno de la Generalitat. Su respuesta no deja lugar a dudas: “Eso no termina nunca, es como un universo en continua expansión”.

Y, sin embargo, se diga lo que se diga desde los intereses del entramado nacionalista catalán, desde CiU hasta ERC pasando por un socialismo en indisimulada competencia por colocarse la barretina más honda que los demás partidos, el pueblo catalán está en otra órbita. No lo olvidemos nunca: la participación en el referéndum sobre el último Estatut no llegó a la mitad del censo de personas con derecho al voto. Un resultado ridículo y no sé hasta qué punto legitimador de la tropelía que supone para la continuidad de España como nación soberana. Lo mismo ha ocurrido con los pobres resultados de participación (menos del 10% del censo) en las consultas por la independencia planteadas en varios municipios catalanes. Esta escasísima participación indica muy a las claras que el nacionalismo catalán, tan sagaz como incoherente, está vendiendo a los ciudadanos españoles un producto que no existe, virtual: las supuestas ansias de independencia de un pueblo incómodo con el marco de convivencia en el que está inserto.
Así es realmente la vida catalana, pero pase lo que pase en las elecciones los representantes no nacionalistas no llegarán al 15% de la Cámara. Cataluña manifiesta mejor que ningún otro lugar de España la traición perpetrada legislatura tras legislatura de los representantes hacia los representados, la traición, en fin, a la esencia misma de la democracia. ¿O es que alguien piensa que la mayoría del electorado socialista catalán se identifica con el mensaje ultranacionalista reivindicado por Montilla durante los últimos años? Las encuestas sonríen a Artur Mas, representante del nacionalismo de toda la vida, el que entronca con Pujol, el “auténtico”, y Mas ya ha dicho que con la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut “Cataluña no puede estar cómoda en la España constitucional”. ¿Qué pretende? Ya lo ha anunciado: lograr para Cataluña un concierto económico similar al vasco, si bien corregido y ampliado. Dinero y más dinero, que diría Manuel Azaña. Más de lo mismo.

El nuevo Gobierno catalán utilizará el supuesto agravio del Tribunal Constitucional para prolongar hasta el infinito el ciclo reivindicativo, esta vez haciendo uso de la relación bilateral con España que el TC no quiso anular, una auténtica aberración, un dislate histórico, una humillación para los españoles, catalanes o no, que consideramos que España sin Cataluña no es España, pero que Catalunya sin España también pierde su razón de ser. ¿Acaso ese sentimiento no debe ser respetado?

Los que así pensamos y sentimos no tenemos demasiadas esperanzas ante el poder desplegado por la casta política catalana, ejercido a veces con un fanatismo talibán limítrofe con un aldeanismo que provoca el sonrojo de cualquier espíritu medianamente abierto. Ciertamente sonrojados estuvimos con las ridículas “proclamas nacionales” enviadas al Vaticano con motivo de la visita a Barcelona del Papa Benedicto XVI y más sonrojo aún produce la publicación en Il Corriere della Sera, el periódico de más difusión en Italia, de un manifiesto de bienvenida al Papa.
Y a nuestro pesar, como digo, el armazón nacionalista volverá a quedar muy bien trazado en el próximo Parlamento catalán, un lugar donde algunos entraron y salieron carcomidos por el sopor que produce estar parloteando ininterrumpidamente sobre las supuestas esencias y querencias de la nación catalana “en construcción”. Frente a ello, no hay otra salida que reivindicar la españolidad de Cataluña desde movimientos cívicos que proclamen la sacrosanta libertad de los individuos para expresar sus sentimientos sin ser multados, ninguneados o acobardados. La libertad de sentir y entender que una nación es algo más que una lengua, un paisaje entrañable o un olor familiar porque, en palabras de Ortega, “lo importante es movilizar a todos los pueblos españoles en una gran empresa común”.

Afortunadamente hay catalanes que comienzan a perder el miedo y ya engalanan sus balcones con todas sus banderas. La Senyera, por cierto, es una de las primeras banderas españolas y en ella se inspira la bandera nacional de España. Irremediablemente formamos parte del mismo proyecto histórico.

*Javier López es periodista.