AGONÍA DE ZAPATERO Y SOSPECHAS DE RAJOY
Artículo de Pedro Juan-Viladrich en “La Gaceta” del 09 de mayo de 2010
Por su interés y relevancia he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Asistimos
a una agonía. ¿La de Zapatero o la de España? La expectativa de resuello
durante el semestre presidencial de Zapatero en Europa se le ha convertido en
estertor del moribundo. Hay varias causas. Unas, de actualidad, la
concatenación trepidante de malas noticias socio-económicas. Otras, más
profundas y crónicas. El déficit público, la deuda pública y privada, el
desempleo general y juvenil, la decadencia de productividad y competitividad,
la carencia de una política económica integral y congruente, los conflictos
institucionales entre los grandes y desnaturalizados poderes del Estado, la
anorexia de la identidad y unidad nacional junto a la bulimia de los reinos
autonómicos, la inexistencia de hecho de un gobierno cuyas carteras parecen
meras secretarías de un Zapatero que se ha convertido, por sus evidentes
limitaciones, en el principal generador de desconfianza. Abajo, en lo profundo,
una brutal corrupción moral. El personaje se aferra a cuatro malos hábitos.
Vicios, en terminología clásica. Manipular la verdad hasta la mentira cínica.
Negación de la realidad por rancios prejuicios ideológicos. Transferencia
sistemática de culpas a los demás para evasión de sus propias
responsabilidades. Fijación obsesiva en la conservación del poder por encima
del interés general de la nación, lo que supone la perversión esencial del buen
gobierno. Con estos hábitos y mientras luce el sol, quizás se puede pilotar un
modesto fuera borda por el interior del puerto. Salir a mar abierto requiere
más verdad marinera, sobre todo si sobreviene un huracán. Al “Hispanic”, desde hace tiempo, se le abrieron enormes vías
de agua. La novedad es que, además del pasaje, estos días algunos cómplices han
perdido “motivos para creer” en tan inexperto como enrocado capitán y, temiendo
naufragio general, murmuran un motín.
La
victoria en minoría del conservador Cameron en el Reino Unido, que le obliga a
conseguir una coalición con el liberal Creeg, unida
al antiguo referente de la gran coalición de Merkel
con los liberales para afrontar la crisis alemana, son ejemplos que se citan
estos días en diversos cenáculos. Durán i Lleida – con la astucia y oportunismo
del seny catalanista- ha sugerido, girando 180 grados
su posición de apenas hace un trimestre, que vería con buenos ojos la
presentación de una moción de censura. A su vez, las palabras de Rajoy, en la
rueda de prensa tras la reciente reunión con Zapatero, ofreciéndose como
alternativa para cuando la ciudadanía disponga, no parecen azar sino puntada
con hilo y, quizás por encajar en remiendo de urgencia, sentaron tan mal en la
Moncloa.
¿Moción
de censura? ¿Cuándo? ¿En la sesión parlamentaria próxima donde se debatirá el
estado de la Nación? ¿A partir de septiembre, si el Hispanic
se hundiera de popa por otros presupuestos de pánico o por necesidad de
solicitar la restructuración de la deuda, la pública y la privada? Rajoy se
mide los pasos en milímetros y con razón. No ve claro, sino oscuro, que de
pronto se le unan las fuerzas políticas suficientes para, además de ganar una
moción de censura, ser investido en el Congreso como nuevo presidente. Hay otra
idea entre los del motín. Que el PP presente la moción, pero con el objetivo de
proponer como Presidente a un “tercero” no pepero,
que formaría un gobierno para, además de capear las urgencias de la tormenta
socio-económica, convocar elecciones generales en tiempo lo más oportuno
posible. Rajoy, y no sólo por gallego –que también lo es Blanco-, es político
de mucha experiencia en altos cargos y registrador de la propiedad. Es lógico
que registre sospechosa una moción de censura, en la que él es imprescindible,
para entronizar un gobierno cuya condición de posibilidad pasa por prescindir
de él. A lo peor –puede Rajoy imaginar-, algún sector del socialismo logra
incorporarse al nuevo gobierno y hacerse con él, y con el actual estado de
escaños en el Congreso dilatarse hasta la generales de 2012, sin adelantarlas
ni una hora, con renovadas esperanzas de ganarlas, una vez purgados y redimidos
del lastre Zapatero.
¿Elecciones
generales ya, sin moción de censura? Pero ¿cómo convocarlas, si lo único seguro
es que Zapatero nunca presentará su dimisión, ni se atreverá a presentar una
cuestión de confianza ante el Congreso? Estas dos certidumbres aumentan el
descrédito que padece Zapatero, la desconfianza que provoca en los mercados
internacionales y en las cancillerías exteriores, y la desesperanza en puntos
neurálgicos del entramado social español. Tímidas voces han apelado al
“patriotismo” de Zapatero para conmoverle en favor de anticipar las elecciones
generales. Pero sus dos mandatos sugieren que Zapatero no conoce otra patria
que sí mismo. Veamos un hecho esférico. El actual Presidente ganó las últimas
elecciones prometiendo a los electores, entre otras, que no había crisis en
España ni se la esperaba, y que con él tendríamos pleno empleo. Si fuera de
verás patriota y demócrata, debería haber pedido perdón al electorado,
presentar una cuestión de confianza para proseguir, o haber dimitido y
convocado elecciones. Hay muchos otros fracasos muy importantes, como todos
saben. Pero basta con el desastre histórico sobre la crisis y el paro para que
se pueda plantear con todo rigor si este Presidente, que fue elegido
legítimamente en base a aquellas promesas, no está hoy deslegitimado para
continuar por causa precisamente del rotundo incumplimiento de su palabra
política. No sé es patriotismo o simplemente honradez el hacer honor a la
palabra dada a los electores.