DIMISIÓN, NO; REPETIR, TAMPOCO
Artículo de Santos Juliá en “El País” del 06 de junio de 2010
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que sigue para
incluirlo en este sitio web.
Dimisión, no; repetir candidatura a un tercer mandato
como presidente de gobierno, tampoco: este podría ser el resumen de las dos
semanas que cambiaron, si no a España, al menos la expresión facial, la
gestualidad, la retórica y la política de su presidente de Gobierno.
Dimisión no, ante todo, porque a falta de mejor receta
siempre será bueno atenerse a la clásica, y más siendo ignaciana: en tiempo de
tribulación no hacer mudanza. Tenemos un sistema constitucional demasiado
rígido en todo lo que se refiere a mociones de confianza y de censura,
demasiado costoso en lo que respecta a dimisiones que arrastren convocatoria
adelantada de elecciones y es casi seguro que la disolución de las Cortes en
medio de esta profunda crisis política y económica será peor que la enfermedad.
Dimisión no, además, porque en las actuales
circunstancias sólo serviría para hacer el juego a una oposición que ha
mostrado hasta la saciedad carecer, en mayor medida que el Gobierno, que ya es
decir, de una política contra la crisis. Tiene el PP, desde luego, una política
contra el Gobierno, zafia por demás y soez cuando toma la delantera la
alcaldesa de Valencia en compañía del presidente de su Comunidad; pero no la
tiene contra la crisis, como ha mostrado en el debate parlamentario votando
contra las medidas por él mismo propuestas dos semanas antes. De modo que por
ese lado, cualquier cosa menos complacer a los ululantes
senadores y congresistas del PP que ejemplifican, con aullidos y groserías, lo
bajo que puede caer la clase política española.
Repetir candidatura, tampoco. Primero, porque sólo los
muy fans lo resistirían. El presidente ha quemado todas sus supuestas
habilidades tácticas en el desastre estratégico al que han ido a parar sus
políticas, excepto la antiterrorista, que el ministro del Interior rescató de
los escombros del aparcamiento de la T-4. Pero por lo demás, vamos a salir, si
es que salimos, de estos ocho años, más pobres, más divididos, más desnortados
y más desmoralizados de lo que entramos. Las clases medias, antiguas y nuevas,
sobre las que recaerá el grueso de la factura, están irritadas, y con razón. Y
con unas clases medias en tal estado de espíritu, los socialistas irán, si
mantienen por tercera vez el mismo candidato con su ya insufrible relato,
camino de la derrota.
Y segundo, porque el Gobierno y su presidente son, hoy
por hoy, epítome de debilidad y desconcierto: sin aliados en el Congreso,
corrigiendo hoy lo dicho ayer que modificaba lo de antes de ayer, amagando
contra "los ricos" para luego cebarse en los sueldos de los empleados
públicos, el IRPF, el IVA y las pensiones. Un Gobierno incapaz de imponer a los
agentes sociales -en realidad grupos de intereses corporativos- un acuerdo; que
está a verlas venir en lo que respecta a la cuestión territorial; que ha
contemplado inerte el deterioro difícilmente reparable de los poderes
judiciales y del Constitucional y que en lugar de presidir recibe órdenes
perentorias de la Unión Europea, es un gobierno que no puede presentarse de
nuevo a unas elecciones.
Si dimisión no, y repetir candidatura tampoco, sólo
queda permanecer anunciando que será otro quien se presente. El anuncio -con
una simultánea reducción de ministerios y varios refuerzos en puestos clave-
relajaría a las oposiciones, sobre todo al portavoz de CiU, que embriagado por
su alarde parlamentario, empieza a sobreactuar en el papel de sepulturero de un
cadáver político. Además, aliviaría la tensión del trío Rajoy-Cospedal-Pons y les dejaría tiempo para decidir qué destino
aguarda al patriota Camps, envuelto en la bandera
valenciana, como si pretendiera dar la razón a aquel que dijo que el
patriotismo es el último refugio de los canallas. El PP tendría tiempo además
para darle otra vuelta a su propio programa, que consistía en reducir salarios
y congelar prestaciones y que ahora se limita a protestar porque son otros los
que congelan y reducen
En fin, el anuncio de no repetir serviría para
preparar el relevo con tiempo suficiente, sin precipitaciones. El sistema
político español requiere que los dos grandes partidos gocen de un aceptable
estado de salud. Hoy, el PSOE y su Gobierno están bajo mínimos en confianza
ciudadana. No parece probable que la recuperen si no cambian de discurso y de
director. El tiempo del presidente Zapatero está a punto de expirar: queda por
administrar la difícil salida de la crisis. Y lo hará mejor, para su partido y
para el gobierno, si se compromete a no volver.