¿POR QUÉ NO?
Artículo de Fernando Savater en
"El Correo" del 14-6-98
Fernando Savater es catedrático de Filosofía de la Universidad
Complutense.
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
En este País Vasco de nuestros
pecados tienen muy buena prensa las generalidades rimbombantes sobre el ámbito
de decisión vasco o el diálogo y en cambio se cortocircuita de inmediato
cualquier propuesta política concreta que exija un poco de imaginación a los
partidos. Se deplora la lucha armada -o por lo menos la mayoría la deplora-,
pero no se practica en serio la lucha política, que es lo que debe sustituirla.
Al contrario, no se oyen más que lamentos por la falta de acuerdo entre los
partidos políticos, como si los partidos se hubieran inventado para que todo el
mundo estuviese de acuerdo y no para articular de modo civilizado las
diferencias de criterio en una sociedad pluralista. En cuanto alguien se atreve
a criticar una forma política de pensar -con datos, con argumentos, con citas
nefastas de sus líderes- es acusado de satanizar a tales adversarios y de
formar parte de una conspiración mediática contra ellos, pues por lo visto sólo
es verdaderamente democrático darle la razón a quien creemos que no la tiene
como si estuviese loco.
Si se pide al vecino
que aclare pormenorizadamente cuál es su propuesta política, para ver si nos
gusta o no, se revuelve diciendo que no le apetece hacer strip-tease.
Si a quien dice que la solución de la violencia debe ser dialogada se le pregunta
sobre qué hay que dialogar y con quién, a fin de que tal diálogo no sea el
rescate pagado a los violentos por dejar de amenazarnos (lo que convertiría en
perpetua la amenaza que transitoriamente hoy padecemos), se nos tachará de
inmovilistas y de formar parte del frente de la firmeza, asociación de
malhechores cuyo presidente honorario parece ser Ricardo Sáez de Inestrillas. Si a los que dicen que hay que hacer algo a
toda costa porque así no podemos seguir se les pide que concreten en que consiste ese algo, recordándoles que fue esa misma
urgencia la que dio origen infausto a los GAL, se nos llamará fetichistas de la
constitución. Ahora hay bastantes que predican la necesidad de introducir
racionalidad en nuestro sempiterno conflicto, pero cuando se les solicitan
algunas razones orientativas de tal racionalidad -no muchas, una o dos
bastarían- se muestran tan edificantes y etéreos como el Papa criticando el
hedonismo de la sociedad moderna en Ruanda. Y, claro, así vamos.
Uno de los temas sobre
los que se hace permanentemente más retórica es el de la autodeterminación.
Según algunos se trata de un derecho importantísimo cuyo reconocimiento urge
para liberar al pueblo vasco. Otros piensan que nadie puede dar o quitar tal
derecho, que es natural para todo pueblo (aunque vaya usted a saber quién
decide lo que es un pueblo) y que lo importante es tener la facultad política
de ejercerlo. Arzalluz cambiaría nuestro amplio
Estatuto de autonomía con tal de poseer el derecho de autodeterminación que se
les ha concedido a los habitantes del Ulster y que
les permite optar por seguir en el Estado inglés o por integrarse en el Estado
irlandés... aunque no por formar un nuevo Estado independiente. Según Arzalluz, es estupendo que las comunidades estén dentro del
Estado con la gabardina puesta y el sombrero a mano, por si de pronto quieren
levantarse e irse. O mejor, amenazando constantemente con marcharse, porque si
se van de una vez ya no sé de qué van a vivir políticamente los nacionalistas a
no ser que la marcha sea reversible y haya vaivén. En fin, a lo mejor tiene
razón.
Otros pensamos que los
ciudadanos vascos disfrutamos ya de autodeterminación como el resto de los
españoles (frente a franceses, suecos o estadounidenses) dentro de lo que hoy
tal categoría soberana resulta compatible con la globalización económica y la
mundialización de las comunicaciones. Y sospechamos que la perpetua
reivindicación de autodeterminación no es tan importante como otros problemas
evidentes que sufrimos: la violencia terrorista, la quiebra de la convivencia,
el paro, las deficiencias educativas... Pero puede que nos equivoquemos.
En cualquier caso,
sería bueno concretar un poco todo este asunto tan gaseoso. De modo que no me
parece un mal primer paso exponerle a la gente las opciones posibles y ver qué
piensan los ciudadanos concretos en nombre de cuya libertad de decisión tantos hablan y algunos matan. El pasado mes de abril, Democracia
Foral de Alava (grupo escindido de Unidad Alavesa)
presentó en el Parlamento vasco una proposición de ley con objeto de que el
Gobierno autonómico realice una consulta popular el mismo día que las
elecciones del próximo octubre con la siguiente pregunta: ¿Desearía usted ser
consultado en referéndum sobre la independencia de Euskadi? A tal cuestión
podrían responder que no quienes no se interesen políticamente por ese tema y
afirmativamente tanto los que desean la independencia como quienes estamos
deseando saber en qué consistiría tal independencia y cuántos independentistas
efectivos hay.
Si dicho referéndum
fuese solicitado mayoritariamente, prepararlo será una excelente ocasión para
que cada partido precise sin ambigüedades su postura ante el tema de fondo de
la autodeterminación. Si se rechaza la consulta, puede ser una buena ocasión
también para cambiar de tema. En fin, que quizá nos aclaráramos un poco. Pero
por lo visto ni nacionalistas ni no nacionalistas están interesados por esa
iniciativa política, cuya posibilidad de prosperar parlamentariamiente
parece ser nula. Me gustaría saber por qué. Aunque quizá también ese rechazo
sea altamente significativo...
COMENTARIO DE LUIS BOUZA-BREY
Quisiera alertar sobre el peligro de
buscar fórmulas jurídicas inconstitucionales para encontrar salidas basadas en
la consulta popular directa sobre estas cuestiones.
No se puede vulnerar la Constitución y las
leyes, aunque sea para consultar al pueblo, y la realización de una consulta
como la mencionada por Savater y propuesta por
Democracia Foral de Alava no es constitucional.
Pero caben otras soluciones: se trata de
aguzar el ingenio jurídico, teniendo en cuenta el artículo 149, 1, 32, que
determina que es competencia exclusiva del Estado la autorización para la
convocatoria de consultas populares por vía de referéndum. Hay que tener
presente también el artículo 92 de la Constitución, que prevé la figura del
referéndum consultivo para cuestiones de especial trascendencia. E, igualmente,
afectan a este asunto el artículo segundo de la Ley orgánica 2/1980, de 18 de
enero, que establece que corresponde al Gobierno, a propuesta de su Presidente,
la autorización para la convocatoria de consultas populares por vía de
referéndum, así como el artículo 6 de dicha ley.
Si se cree que la salida al tema de la
pacificación de Euskadi es la consulta al pueblo sobre si quiere la independencia,
hay que evitar por todos los medios procesos al "estilo Yugoeslavo",
con ruptura de la legalidad. Mediante la combinación de programas electorales
que planteen una salida de este tipo, con el uso de los caminos referendarios
que la Constitución y las leyes permiten, se puede iniciar un proceso de estas
características.
O incluso mediante un acuerdo de la Mesa
de Ajuria Enea para solicitar al Congreso y al Presidente que convoquen un
referéndum consultivo sobre esta cuestión.
Quizá me equivoque, pero estoy llegando
día a día a un convencimiento cada vez más firme sobre tres temas:
1) Que el pueblo vasco no quiere la
independencia: las encuestas recientes sobre los sentimientos de pertenencia
dan una mayoría clara a favor del conjunto que integra a todos aquellos que se
sienten predominantemente vascos y también españoles, predominantemente
españoles y también vascos o sólo españoles.
Por consiguiente, un referéndum sobre esta
cuestión lo perderían los independentistas, aunque un sector del PNV estuviera
a favor de la independencia. Con ello, se privaría de argumentos al sedicente
MLNV, habría sectores en él que recapacitarían y, de todas maneras, supongo que
sus apoyos electorales bajarían.
2) Como decía líneas atrás, una salida de
este tipo tiene que ser exquisitamente constitucional, si no se quiere abrir un
proceso de desestabilización que no conduciría a ningún resultado.
3) El asunto de la configuración
definitiva del Estado español, que guarda muy estrecha relación con cómo
evolucione el desarrollo político europeo, tiene que ser posterior a la
resolución de los puntos 1 y 2. No se puede continuar con un proceso como el
seguido desde los inicios de la transición, de cesiones constantes al
nacionalismo, pensando que eso desactivaría el terrorismo e integraría a los
nacionalistas. La consecuencia ha sido la contraria: la estimulación del
anacronismo nacionalista, la semilegitimación del
fascismo y la consolidación de la incoherencia constitucional y los privilegios
como pseudo soluciones al problema vasco.
En síntesis, creo cada vez más firmemente
que la salida a la pacificación de Euskadi consiste en plantar cara
democráticamente al independentismo, mediante fórmulas jurídicas
constitucionales de consulta al pueblo, a fin de conseguir una deslegitimación
definitiva del fascismo del MLNV y una modernización del nacionalismo vasco,
que vacíe de sentido sus políticas anacrónicas, oportunistas y demagógicas.
Sólo así se acabará con argumentos tales
como "la bota de Madrid", "el idioma de Franco", las "cosechas
de nueces", "las ratas españolas", "los de fuera frente a
los vascos de verdad", etc, etc,
etc.
Cuando uno rememora las perlas cultivadas
del integrismo vasco, o la inversión del sentido de la realidad de los
fanáticos del MLNV, se pregunta cómo es posible un delirio tan demencial a
estas alturas del desarrollo histórico de la civilización europea.