CARRASCAL, MAGISTRAL. COUSAS A 20-4-16
Luis Bouza-Brey
PEDRO Y PABLO
JOSÉ MARÍA CARRASCAL , ABC (1ª Edición),
España 20 abr
2016
CON UN COMENTARIO AL FINAL:
CARRASCAL, MAGISTRAL
«La gran coalición, como el
resto de
combinaciones, ha quedado hecha añicos por una estrategia más propia de aficionados
que de profesionales que, al final, se ha vuelto contra ellos, queriendo engañar a todos, su partido el primero, y terminando por enga...
LO que no puede ser no puede ser y además es
imposible» se atribuye al torero Rafael Guerra, aunque es de Talleyrand, uno
de los políticos más hábiles de la historia. Pedro Sánchez viene empeñándose desde hace cuatro meses en hacer posible lo imposible
y cosechando fracaso tras fracaso, cada uno más grande que el anterior. Si comenzó con el peor resultado que su
partido ha cosechado desde la Transición, el último, propinado
por las huestes de Podemos al rechazar unirse al pacto de PSOE y Ciudadanos le deja políticamente en cueros. No importa, dice él, yo seguiré adelante. Pocas veces se habrá visto tal contumacia en el
error, tal obsesión
por alcanzar lo
inalcanzable, tal masoquismo en el castigo, tal ceguera ante la
realidad. Pedro Sánchez fue a Lisboa, a Bruselas, a Barcelona en busca
de modelo y ayuda para que Pablo Iglesias le apoyase en alcanzar la presidencia, sin importarle las negativas
ni el ridículo. A estas alturas, sólo le falta
arrodillarse ante Pablo y besarle los pies mientras repite su ruego. Sin darse cuenta, primero, de que
Pablo no quiere ayudarle a ser presidente. Quiere hacer del partido socialista español lo que Tsipras y Monti han hecho con los
partidos socialistas griego e italiano,
reducirlos a la irrelevancia, y convertir
Podemos en la referencia de la izquierda española. Luego
hablaremos de ello, pero lo primero que se le ocurre a uno es
preguntarse si no hay en el PSOE nadie que se lo advierta, que le
pare en esa carrera desenfrenada hacia el suicidio, no ya
personal, sino colectivo. Mientras que la
segunda pregunta es al pueblo español en su conjunto: ¿queremos al frente del Gobierno alguien
tan obcecado, tan
ciego, tan dispuesto a humillarse?
Pues esta galopada a
ninguna parte llega a su fin y nos encontramos en el punto de partida.
Incluso
peor, pues las posibilidades de formar gobierno se han reducido a prácticamente cero, aunque
Sánchez insiste en continuar corriendo como Tom Hanks en
Forrest Gump, seguido de su
equipo, que tampoco
tiene nada que
perder, y los medios que le han prestado apoyo intentan al menos salvar la cara cobrándose la cabeza de
Rajoy. Una
retirada de los dos disimularía su derrota,
así que prepárense para una ofensiva en esa dirección, cubierta
por la artillería de que « facilitaría la formación de un gobierno
y nos ahorraría una nuevas elecciones, tal como
desea el Rey»,
estrambote
obligado de su argumentario. Es curiosa la invocación
al Rey por parte de nuestra republicana izquierda cuando se
ve en apuros, materializada en los esfuerzos
de Sánchez por acercársele durante la final de la Copa
de rugby en Valladolid. No descarto que buscase la foto para venderla como otro encargo de formar gobierno. Pero incluso en eso fracasó, al conseguir tan sólo
estrechar la mano de
la vicepresidenta.
¿Es
el primer paso hacia la
gran coalición? No creo.
La gran coalición, como el
resto de
combinaciones, ha quedado hecha añicos por una estrategia más propia de aficionados
que de profesionales que, al final, se ha vuelto contra ellos, queriendo engañar a todos, su partido el primero, y terminando por engañarse a sí mismos. Su primera gran mentira fue no reconocer que habían perdido –además, ¡de qué manera!– las elecciones
del 20-D, camuflando sus resultados como «un deseo de cambio total en la
escena política española». Esto es, como una derrota del PP,
que debía desalojar el gobierno. ¿Cómo explicaban
entonces que el PP hubiera sido el partido más votado, con amplia
ventaja sobre los demás? Pues no
lo explicaban. Desde siempre, la izquierda no se cree obligada a explicar sus contradicciones, se considera por encima de ellas, como parte de su «superioridad moral». El complejo de inferioridad de la
derecha, unido a su desastrosa política de comunicación, hizo que el
arranque de Sánchez hacia La Moncloa pudiera venderse como un éxito, pese a llevar apenas gasolina. Échenle el picante de unos escándalos por
corrupción con mucho ruido, y tendrán los aplausos del público.
Quedaba sólo engañar a la aritmética. Pues el
parvo pacto
PSOE-Ciudadanos –130 escaños– no daba ni de
lejos para la investidura. Pero era sólo el señuelo para otro u
otros pactos de mucho mayor calado. Rivera se
encargaría de convencer al PP de
que se abstuviera en la segunda votación, al poder asumir
buena parte de las
200 medidas de gobierno que habían acordado, mientras Sánchez se
encargaría de convencer a Iglesias
con sus genuflexiones de que se uniera al «pacto de progreso». Y colorín colorado, este
cuento se ha acabado.
En efecto, se ha acabado. Pero no como pensaban sus diseñadores. Rajoy no estaba dispuesto a apoyar un
gobierno que, sin recatarse lo más mínimo, anunciaba su
disposición a enmendar cuanto ha hecho. Y no ya
por él, sino por
estar convencido de que sería letal para España. Mientras Iglesias, como queda dicho, no se contenta con ser un
simple socio de gobierno. Quiere gobernar.
Sin la menor interferencia del centro o
la derecha –¡fuera Ciudadanos!–, con un programa de extrema izquierda, es decir,
el suyo. Y eso no se lo consiente a Sánchez su Comité Federal. ¿Se atreverá a consultar a sus bases, como había sugerido e
Iglesias le desafía? Ya ha dicho que no,
pero es un hombre desesperado, y de la desesperación sale cualquier cosa.
Lo que parece inevitable es la
celebración de nuevas elecciones. Pues, aunque todos ellos siguen diciendo que
quieren pactar, trazan líneas rojas como si no
quisieran hacerlo. Sólo el deseo
de echar a Rajoy los une, junto con el temor de que siga gobernando. Pero,
mientras que Iglesias puede esperar sobre una base firme de seguidores, Sánchez se hunde
en las arenas movedizas de un
partido que no
desea una crisis sucesoria –bastante tuvo con la de González–, pero teme casi tanto continuar con un
desesperado a su cabeza. Mientras Rivera hace lo que puede: pedir a los dos
grandes partidos que se entiendan. Pero aliándose con Sánchez e injuriando a Rajoy –el «Rajoyrajao» de su publicidad es
infumable– le aleja del centro donde estaba tan cómodo.
¿Y Rajoy?, me preguntarán ustedes. Pues Rajoy sigue donde siempre,
con la matraca
de la gran coalición, hoy con
menos
posibilidades que una tortuga en una autopista. El coro mediático que lleva meses dándole por finiquitado habla de voces internas contra él. Yo no
oigo ninguna, excepto los exabruptos periódicos de Aznar y los pellizcos de monja de
Aguirre. Puede esperar, por
tanto, las próximas elecciones, que no se
decidirán por el cabreo, como las del
20-D, sino por el hartazgo del electorado. ¿Se imaginan un verano bajo Sánchez e
Iglesias, con las confluencias revolviéndose, los barones socialistas gruñendo y los independentistas gritando «qué hay de lo nuestro»?
No habría tiempo ni para los Juegos
de Río. Si se
celebran.
CARRASCAL, MAGISTRAL. COUSAS A 20-4-16
Luis Bouza-Brey.
En este bendito país, lento y torpe
en el aprendizaje y aherrojado por las actitudes e ideas de una cultura
política inadecuada para la política democrática, la tarea ---necesaria y penosa---
de un auténtico periodista es hacer ver a la opinión pública sus carencias y contradicciones.
Tarea que llevará años y producirá el dolor anímico permanente de ver la estupidez
y los peligros agazapados en las curvas del camino, esperando el paso de España,
sin que ésta sea consciente de los peligros que corre de ser asaltada y
desviada lejos del camino correcto, o arrumbada en la cuneta como un vehículo
accidentado y listo para el desguace.
Carrascal, y en general los
columnistas de "ABC", cumplen esta dura y penosa función periodística
de ir contracorriente alertando a una opinión pública inmadura de las amenazas
que la acechan y los errores consumados que la desvían del camino correcto: no
hay nada más que ver las corrientes editoriales predominantes en muchos de los
medios de comunicación, y el vocerío incesante del izquierdismo estúpido y el
etnicismo antidemocrático, adobados por la flojera y cainismo
de una derecha torpe y miope, para darse
cuenta de la necesidad del país de contar con muchos Carrascales y "ABCes" para poder salvarse del desastre.
Sólo hace falta que el sectarismo
estúpido del PSOE se desvanezca y la legitimación antidemocrática del etnicismo
sea derrotada, junto con el hecho de que el caldo de cobardía y desidia de la
derecha deje de adobar el guiso destructivo, para que España pueda sobrevivir
como un país propio de la Europa democrática actual.
Estamos en un giro del camino en
que estas venturas pueden comenzar a orientar nuestro rumbo o, por el
contrario, lleguen a triunfar los saboteadores permanentes del futuro y acaben
por mandarnos al desguace... Los resultados de las encuestas, dibujando a
Sánchez y Rivera como los únicos que han sabido guiarnos en la situación
complicada que vivimos, no son más que presagios ominosos de que podemos estar
equivocándonos de nuevo, como sucede desde el ascenso del zapaterismo.
Creo obligado mencionar aquí una
opinión lúcida de ANTONIO PÉREZ HENARES,
compañero de viaje en esta dura tarea del periodismo contracorrientista
---a no confundir con el "cuentacorrientista",
una subespecie distinta de nuestra fauna cultural---.
ANTONIO
PÉREZ HENARES en "Facebook" del 10-4-16