EL GOBIERNO DEL PP (I)
Luis Bouza-Brey, 28-11-96
Var también: EL
GOBIERNO DEL PP (II): UN GOBIERNO PELIGROSO
Parece
conveniente comenzar ya a realizar análisis valorativos sobre el gobierno del Partido
Popular, después de siete meses de su acceso al poder.
Una
primera valoración que creo de justicia hacer es que el cambio de gobierno en
España ha sido positivo:
Se hacía
necesaria la alternancia, frente a la aparición de fenómenos de corrupción en
el partido y la Administración socialistas, y la emergencia de síntomas de
agotamiento en el liderazgo y el proyecto del PSOE. Con la alternancia accede a
la experiencia de gobierno un centro derecha renovado
que es imprescindible para la estabilidad democrática del país.
Los
interrogantes que plantea este nuevo gobierno es si
será capaz de hacer frente a los problemas de España y si se transformará en un
Gobierno estable, pese a la debilidad de su posición de minoría mayoritaria en
el Parlamento y las peculiaridades del pacto parlamentario establecido con los
nacionalistas.
Otra
cuestión, quizá la más importante desde el punto de vista de la configuración
histórica del país, es la de si el PP se halla en mejores condiciones que el
PSOE para integrar a los nacionalismos periféricos en la política común
española. Pero vayamos por partes:
EL PP Y EL PECADO ORIGINAL
Hay una
primera cuestión, que a mi juicio constituye el pecado original del PP, y es la
de que los métodos utilizados para llegar al Gobierno se van a volver contra
él. Estos días estamos viendo como las encuestas indican una bajada de la
intención de voto hacia el partido mayoritario, de manera que parte de sus
electores se refugian en la abstención.
En mi
opinión, la causa principal de este desapego, cuyo alcance y tendencias no es
posible prever en estos momentos, es resultado de la contradicción entre la
política de tensión demagógica seguida por el PP para derribar a los
socialistas, y la nueva política ineludiblemente responsable que necesita hacer
como Gobierno.
En
efecto, el PP siguió una política de descalificación absoluta del gobierno
socialista en diversos aspectos, como el de las relaciones con los
nacionalistas catalanes, la política económica y administrativa, la política
antiterrorista y penitenciaria, el subsidio agrario, o el tema de las
relaciones entre el poder político y el judicial en asuntos que afecten a la
seguridad internacional del Estado ---léase GAL y papeles del CESID---.
El PP, en
estos asuntos, utilizó la demagogia, la descalificación absoluta y las promesas
irrealizables, para movilizar descontento contra el gobierno socialista. A
continuación, una vez en el Gobierno, está efectuando una corrección de 180
grados a su posición anterior, y realizando unas políticas similares a las que
consideraba nefastas cuando las aplicaba el Gobierno socialista.
Esta
contradicción entre la demagogia como partido de oposición y el realismo
ineludible como Gobierno, le va a costar cara al PP: desconcierta a un sector
de sus electores, estimulando su desconfianza, y reduciendo sus apoyos frente a
un PSOE que, por el contrario, crece al hacer una política sensata de
oposición.
EL BAUTISMO DE FUEGO
Hay un
segundo fallo del PP, consistente en la improvisación en la forma de definir y
ejecutar sus políticas:
Las
exigencias de la Unión Económica y Monetaria obligan a una política de rigor y
austeridad que implican inevitablemente grupos perjudicados y descontento
aunque, paradójicamente, el control del déficit y la bajada de los tipos de
interés pueden facilitar un mayor margen de maniobra a la política económica
del Gobierno, al reducir la carga de la Deuda pública.
Pues
bien, parece que el PP experimenta con globos sonda, vacila y retrocede, o pone
en marcha políticas ---funcionarios y minería--- sin un previo intento de
llegar al consenso con los afectados, rectificando después, cuando el fuego se
aviva. ¿Qué sucede? ¿Falta coordinación en el Gobierno o es una mala táctica de
puesta en marcha de políticas públicas? ¿O es que el Gobierno todavía no sabe
con qué recursos cuenta para realizar sus políticas?
De
cualquier manera, si existe una rápida capacidad de aprendizaje, este fallo
puede ser superable, siempre que no conduzca a debilidad en las necesarias
políticas derivadas del proceso de Unión Económica y Monetaria.
LA BODA
Este es
el tema fundamental, en el que el PP puede pasar a la Historia de España, para
bien o para mal:
Estamos
en el momento de dar el impulso final al proceso de configuración del Estado
español, conduciéndolo a su cristalización definitiva como Estado
autonómico-federal o a una parálisis o balcanización que lo hunda
irremediablemente, a más o menos corto plazo, con menor o mayor convulsión
política, desde todos los puntos de vista: político, económico, social y
cultural.
Las
tensiones referentes a este tema se van acentuando, precisamente porque se
intuye que no se puede demorar la búsqueda de una estructura definitiva del
Estado. No hay más que abrir los ojos y ver a un Arzallus
cada vez más cabreado, vociferante y fundamentalista, y a un Ardanza y un PNV que patinan y desvarían; a un Pujol que
intenta abandonar su anterior ambigüedad y poner en marcha un pacto de Estado;
a un Rodríguez Ibarra que alerta contra los privilegios y la balcanización; a
un Bono que dirige cartas de preocupación a Pujol; o a un PSOE y un Felipe
González que se manifiestan a favor de un pacto de financiación, frente al
peligro para la cohesión territorial derivado de los agravios comparativos.
Frente a
esta situación, no parece que el PP sea totalmente consciente del peligro:
confunde las señales de alerta con maniobras oportunistas de desgaste por parte
de la oposición y va improvisando sobre la marcha, con medidas que pueden ser
inconstitucionales ---piénsese en la capacidad normativa de las Comunidades
Autónomas sobre los impuestos---, y con la búsqueda desesperada de apoyos
nacionalistas para no desestabilizar su precaria mayoría parlamentaria.
El PP
debería aprender la lección, y darse cuenta de que el que hace demagogia con
determinados temas acaba pagándolo, y por consiguiente perder el miedo a los
reclamos de la oposición por considerarlos puramente oportunistas y
desestabilizadores de sus alianzas con los nacionalistas.
Además,
el PP debería ser consciente de las ventajas de su posición y del papel
histórico que puede desempeñar si consigue unir por primera vez a todo el
centro derecha del país --- nacionalismo central y periférico---.
Si esto
se consigue, ---y el PP puede dirigir ese proceso por medio de un pacto amplio
de todas las fuerzas políticas--- nuestro país habrá terminado con lo que
constituye su problema histórico más importante, el de su definición como tal
país. Pero para poder conseguir esto hace falta un modelo, un modelo y un
pacto.
Es
responsabilidad de los dirigentes del PP olfatear el aire, captar las
vibraciones positivas y los peligros que pululan en el ambiente, y poner en
marcha una gran política de esta naturaleza.
Aprovéchense
el pragmatismo, la inteligencia y la buena voluntad de un Pujol, la experiencia
y sabiduría de Don Manuel Fraga, templado por el ejercicio del poder periférico
en Galicia, y la mano tendida de los socialistas. !Que
no se pierda esta oportunidad histórica¡
Si esta
gran política sale adelante, y conseguimos entrar en la Unión Económica y
Monetaria entre los primeros países, habremos dado un paso de gigante hacia un
futuro mejor.