APROXIMACION AL CURSO POLITICO 98-99
Luis Bouza-Brey, 6-8-98
El curso que está a punto de
comenzar va a ser de enorme intensidad y complejidad política. Terminamos el
anterior con muy importantes novedades, tales como la incorporación de España
al proceso de construcción del euro; los resultados de las elecciones primarias
en el PSOE y la designación de Borrel como candidato
a la Presidencia del Gobierno para las próximas elecciones a Cortes; la primera
sentencia sobre los GAL en el caso Marey; la
"Declaración de Barcelona" efectuada por los partidos del
nacionalismo periférico; los atisbos de una nueva orientación en HB; el
apaciguamiento de la política de acoso a PRISA por parte del Gobierno y la
perspectiva de un acuerdo entre Sogecable y Telefónica, la dimisión de Miguel Angel Rodríguez en la portavocía
del Gobierno y el planteamiento de cambios en la Secretaría General del PP en
el próximo Congreso; y la candidatura de Maragall a las elecciones autonómicas
en Cataluña.
Todo este conjunto de acontecimientos se
combina igualmente con la expectativa de importantes hitos en el caminar de
nuestro país a lo largo del próximo curso, tales como la adopción de decisiones
sobre la financiación y reforma institucional de la UE, las elecciones
autonómicas vascas en Octubre, las catalanas en el invierno o la primavera
próxima, las municipales, autonómicas y europeas en el verano del 99, y las
generales no se sabe muy bien cuándo.
Intentaré hacer un apunte de los elementos
que me parecen más significativos de todo este conjunto de acontecimientos por
venir.
ESPAÑA, LA UE, LA ECONOMIA, LA SITUACION POLITICA Y EL GOBIERNO
El próximo curso puede tener una enorme
relevancia por lo que se refiere a la configuración de la Unión Europea, puesto
que tienen que adoptarse decisiones trascendentales acerca de la reforma
institucional, la financiación y la ampliación de la misma.
Estas decisiones serán resultado de la
concepción que predomine entre los europeos acerca de lo que va a ser en el futuro
la UE.
O bien,
a) un espacio económico enorme, regido por
el mercado y la globalización mundial en la perspectiva neoliberal, con
instituciones confederales de las que emerja un centro débil, resultante de la
dinámica particularista de las perspectivas e intereses de los gobiernos
nacionales europeos.
Un centro débil, en síntesis, con
políticas poco ambiciosas, que se limiten a racionalizar y coordinar las
necesidades económicas del mercado europeo frente a las exigencias de
competitividad mundial.
Obien,
b) Una federación que, combinando el
federalismo y la subsidiariedad, articule armónicamente la acción política de
la Unión con los Estados, regiones y metrópolis, mediante instituciones que
sean lo suficientemente potentes como para hacer políticas ambiciosas que
sirvan para resolver los nuevos problemas y necesidades sociales derivados de
la globalización y la continentalización.
Instituciones y políticas que sean capaces
de poner en marcha soluciones a nivel europeo a problemas como el paro, la desigualdad
y la exclusión. Capaces, igualmente, de impulsar el progreso de los países
subdesarrollados europeos y del resto del Mundo, y de garantizar la
preservación del medio ambiente, el desarrollo cultural de la sociedad de la
información, y un mundo más humano.
Las elecciones alemanas y sus resultados,
así como la evolución de los gobiernos de Blair y Jospin y, en general, la
maduración de las concepciones de la socialdemocracia europea acerca de la
Unión, van a influir en gran medida sobre el futuro del continente.
Por lo que se refiere, en especial, a la situación
económica de nuestro país, el curso próximo será decisivo para el
mantenimiento de los equilibrios económicos básicos y la consecución de un
crecimiento sostenido. Habrá que ver si nuestra economía está equilibrada en la
realidad o sólo en los libros de contabilidad, sobre todo una vez que se está
finalizando el proceso de privatizaciones ---...por cierto, ¿cómo es que no hay
un debate público acerca de lo que se hace con el dinero de las privatizaciones?---
y se va a poner en marcha la reforma del sistema impositivo. La incógnita es:
¿podrá seguir creciendo la economía española de manera equilibrada, reduciendo
el desempleo y las desigualdades y fomentando unos servicios públicos de calidad?
Por lo que se refiere a la situación
política general del país, habrá que ver en qué medida se restablece un
clima de cooperación suficiente en temas esenciales o, por el contrario,
aumentará la confrontación entre los grupos políticos.
A mi manera de ver, España tiene grandes
retos inmediatos que afrontar en todos los ámbitos, y no favorece la búsqueda
de soluciones a los mismos el que exista un clima de crispación, hostigamiento
y confrontación entre las fuerzas políticas.
La política europea, en temas financieros
e institucionales, va a exigir claridad y unidad a los grupos políticos, y
repercutirá sobre las concepciones referentes a la evolución del Estado en su
estructura política general y territorial. En este aspecto, se va a hacer
preciso buscar soluciones constitucionales lúcidas, que nos permitan adaptar
nuestro sistema político a la evolución de la UE.
Mi impresión general es que una
federalización clara del Estado, que implique una reforma del Senado, el
desarrollo de la Administración única y la clarificación del sistema de
distribución de competencias en aplicación del principio de subsidiariedad, nos
permitirá desarrollar al mismo tiempo flexibilidad adaptativa, eficacia y
democracia en la proximidad del poder y la administración a la sociedad, así
como potencia política, para jugar un rol decisorio en el ámbito europeo e
internacional. Todo ello, si se mantiene el equilibrio. Por el contrario, si la
solución que se busca es una confederación de las nacionalidades con el resto
del Estado, iremos para atrás.
Igualmente, es necesario un mínimo de
unidad entre las fuerzas políticas para poner fin al problema del terrorismo y
pacificar e integrar a Euskadi. Si el clima que predomina entre los demócratas
es el de hostigamiento, descalificación y confrontación, o alianzas contra
natura con los "nazionalistas" del
sedicente MLNV, no se podrá encontrar una solución viable para este problema.
La clave para conseguir que la situación
política comience a enderezarse en la dirección que vengo mencionando, desde mi
punto de vista, es que los dos grandes partidos, PP y PSOE, corrijan el rumbo
seguido hasta ahora y echen el cierre al pasado reciente.
El PP debe abandonar la hipocresía y el
oportunismo del todo vale para conseguir el poder o mantenerse en él, lo que
constituye su pecado original. La gente no confía en un partido cuyo método
para alcanzar el gobierno ha consistido en aprovecharse de las contradicciones
de la lucha antiterrorista, poniendo en peligro la estabilidad del Estado, así
como en realizar grandes promesas demagógicas y oportunistas que después no
cumple. La gente no confía en un partido cuya política frente al adversario
político es la descalificación sectaria y la ruptura de los mínimos puentes
necesarios para resolver los problemas de Estado.
Aznar debería reorientar sus políticas
hacia el centro y prescindir de apoyos paranoicos en los medios de comunicación
y de políticos sectarios en el partido y el Gobierno, así como abandonar su
política antidemocrática de eliminación del pluralismo en dichos medios. Si
Aznar no es capaz de expiar su pecado original y
cambiar sus políticas hacia el centro, el PP habrá fracasado como alternativa
de gobierno, y tendrá que pasar a la oposición durante otro largo período o
buscar un liderazgo alternativo.
El PSOE tiene que superar el período
anterior, asumiendo coherentemente y sin miedo las contradicciones de la lucha
antiterrorista y de las políticas de consolidación y defensa de la democracia
de los años ochenta. Por ello, debe defender públicamente a los gobiernos de
Felipe González en esta cuestión, si es que éstos se deciden a asumir
abiertamente las responsabilidades políticas de sus actos y dejan de escurrir
el bulto con negaciones procesales que cada vez convencen a menos gente.
Igualmente, el PSOE debe poner de relieve ante el pueblo la hipocresía e
irresponsabilidad de la posición mantenida por el PP e IU en esta cuestión.
Si el PSOE consigue clarificar y cerrar
este asunto mediante una política firme, que incluso incorpore a su programa
electoral la aprobación de una ley que unifique los procesos pendientes así
como la asunción de un compromiso de indulto para las personas implicadas en
este asunto, podrá iniciar de una vez el camino del futuro.
Este camino habrá de consistir en la
asunción clara del liderazgo político por parte de Borrell, que habrá de
fundamentar su autoridad en el programa del 34 Congreso, que es un programa
bastante atinado, aunque debe ser complementado por las nuevas experiencias de
gobierno de Jospin y Blair y la definición de una política más decidida y
concreta de construcción europea.
En mi opinión, hay dos asuntos en los que
Borrell y el PSOE deberán hilar muy fino a fin de conseguir una orientación
coherente y firme para el futuro:
En primer lugar, defender el Estado de
Bienestar, los servicios públicos y la Seguridad Social, evitando o suprimiendo
al mismo tiempo las rigideces, intervencionismos, sobrecargas,
burocratizaciones y fraudes desarrollados hasta ahora. Es decir, construir a
partir de lo que hay, pero suprimiendo lo que haga falta, un modelo de sociedad
solidaria e igualitaria, pero ágil, innovadora, responsable y servida por una
Administración Pública eficaz, moderna y controlada.
En segundo lugar, definir una orientación
política y unas alianzas electorales que atraigan a la izquierda y al centro
izquierda. Esto no implica necesariamente tener que coaligarse con el
fundamentalismo actual de IU, sino definir unas políticas viables, razonables y
orientadas hacia el futuro, asumiendo con ello la hegemonía en la izquierda y
atrayendo el voto del centro progresista y la izquierda renovadora. La unidad
de la izquierda, sin matices, puede ser el sepulcro de la izquierda.
Existe, finalmente, un tercer asunto que
me parece preocupante y es el de la renovación de las estructuras del partido
socialista. Indudablemente, las primarias han resultado un método de
oxigenación, al permitir el voto individual y secreto de los militantes en la
elección de los candidatos. Ahora bien, es preciso clarificar las relaciones
entre las instituciones derivadas de la representatividad congresual del
partido y las derivadas de la representatividad directa y plebiscitaria.
Por otra parte, desde mi punto de vista,
sería un error ampliar las primarias más allá del partido, hacia los electores,
pues eso podría dar lugar a una frivolización y trivialización ideológicas, a
la emergencia de liderazgos populistas y demagógicos y a la desvertebración del
partido. Los "partidos de electores" son un invento americano adecuado
para un sistema presidencial y una cultura y estructura políticas muy
específicas, pero no parece que la experiencia europea conduzca a eso. Creo que
lo que hay que hacer es abrir los partidos a la sociedad, motivando la
participación en ellos por medio de su democratización, pero no difuminarlos,
pues eso favorecería una estructura todavía más oligárquica del poder.
Los partidos europeos actuales no son
"partidos de electores", sino "partidos electorales de
masas" en los cuales se produce una bifurcación entre políticos
profesionales a tiempo completo y afiliados que permanecen aletargados en
estructuras latentes, excepto en períodos preelectorales o congresuales. De lo
que se trata es de activar la participación y el control desde la base por
medio de la democratización, pero no de borrar las fronteras entre los partidos
y el conjunto de la sociedad, pues eso desvertebra la democracia.
¿SE ESTA PRODUCIENDO UNA EVOLUCION DEL NACIONALISMO PERIFERICO?
Después de leer la "Declaración de
Barcelona" aprobada recientemente por los nacionalistas catalanes, vascos
y gallegos, y sin haber podido hacerlo todavía con el "Documento de
Trabajo" que la acompaña, se me ocurre destacar cuatro aspectos que me
parecen los más relevantes:
1.- En primer lugar, existe una cierta
superación de posicionamientos previos que indica una cierta renovación, como
el hecho de que se admita la integración en el Estado... siempre que éste
cambie. El problema es hacia dónde tiene que cambiar el Estado para poder ser
aceptado por los nacionalismos.
Junto a esta novedad existe otra,
consistente en la superación parcial ---con matices que comentaré
posteriormente--- de la perspectiva tradicional y anquilosada de confrontación
con el nacionalismo español, para enfocar la percepción nacionalista en el
marco de la evolución de la Unión Europea.
2.- En segundo lugar, la respuesta de
hacia dónde debe evolucionar el Estado español para considerarlo asumible
constituye el problema central e irresoluble de la relación de aquellos que se
consideran ciudadanos españoles con los nacionalismos periféricos. La idea que
éstos tienen es la de una confederación de Cataluña, Euskadi y Galicia con el
Estado (¿con España?). Pero además, con la contradicción de que argumentan como
representantes de las "nacionalidades históricas", reclamando poder
político soberano en función de ello, y al mismo tiempo se proclaman abiertos a
que otros pueblos de España se sumen a sus objetivos.
Hay varias contradicciones en esta
posición que los nacionalismos no pueden resolver. Primera, que en sus propias
sociedades posiblemente la mayoría de la población se considera parte de España
como nación, o nación de naciones. Es decir, que consideran compatible e
integrable la pertenencia a un pueblo diferenciado y a una realidad plural conjunta
que integre la diversidad sin partir de postulados fragmentadores
iniciales. Segunda, que si los nacionalismos consideran que el punto de partida
está constitutido por pueblos con soberanía
originaria que les da derecho a diferencias de poder con otros que no son
"nacionalidades", pero al mismo tiempo creen que todos los demás
pueblos pueden tener los mismos derechos, el Estado español debería o reconocer
privilegios políticos o desaparecer, disolverse en un agujero negro para dejar
abierto el camino a una revolución cantonalista y confederal que reconfigurara
el territorio de la Península de abajo arriba.
Ante estas propuestas uno se pregunta si
estos objetivos conducirían a que los ciudadanos de los diversos pueblos de la
Península Ibérica vivieran mejor, se desarrollaran económica,
política y culturalmente y fueran más felices. Es decir, este cambio radical de
destruir la unidad existente ¿es un gran sueño revolucionario que conduce a un
mundo mejor para todos? Para mi,
no, y creo que para la mayoría del pueblo, incluso en Cataluña, Euskadi y
Galicia, tampoco.
Tercera, el término "Estado
confederal" es una contradicción en sus propios términos. Eso no existe:
existen confederaciones de Estados, como la CEI, o la Suiza o los EEUU precontemporáneos, o existen Estados federales, pero no
"Estados confederales".
Y algo semejante sucede con la idea de la
"soberanía compartida" como principio o mecanismo a alcanzar. La
soberanía compartida ya existe en el Estado de las Autonomías: las Comunidades
Autónomas poseen ámbitos de poder político propio, poseen autogobierno sobre
materias muy importantes en sus ámbitos territoriales, y si se reforma el
Senado de una vez, tendrán igualmente participación como tales Comunidades
Autónomas en una de las instituciones centrales del Estado, que dispondrá de
poderes importantes de control y orientación política.
Y lo mismo sucede con el Congreso y el
Gobierno del Estado: los partidos nacionalistas pueden participar en coaliciones
parlamentarias y de gobierno en el poder central del Estado... si quieren. Lo
que no creo que una mayoría de los españoles ---incluidos los pueblos de las
nacionalidades---estén dispuestos a aceptar es una fragmentación del pueblo y
el Estado, concediendo a las nacionalidades poder constituyente soberano, o
capacidad de veto sobre las decisiones comunes, o representación política
internacional independiente.
Y este rechazo no se deriva de un problema
de estancamiento, retraso o cierre de la cultura política del resto de España
frente a la apertura y mayor modernidad de la de los nacionalismos. Creo que
sucede precisamente lo contrario, que frente a una cultura política muy
abierta, vacunada de nacionalismo español cerril por el franquismo, existe una
cultura política de los nacionalismos periféricos agarrotada por mitos
ancestrales y que solamente en estos momentos parece que comienza a
evolucionar, pero con muchas contradicciones.
3.- En tercer lugar, y estos son los
matices que quería comentar desde el principio, es cierto que en la
"Declaración de Barcelona" se observa una actitud nueva, de superar
la confrontación con el nacionalismo español, pero al mismo tiempo se cae en el
"victimismo" de siempre al afirmar que
"... Al cabo de veinte años de
democracia continúa aún sin resolverse la articulación del Estado español como
plurinacional. Durante este periodo hemos padecido una falta de reconocimiento jurídico-político,
e incluso de asunción social y cultural de nuestras respectivas realidades nacionales
en el ámbito del Estado".
En veinte años, el Estado Español ha
pasado de ser un Estado autoritario y enormemente centralizado a transformarse
en un Estado plenamente democrático e intensamente descentralizado, en el que
los nacionalismos periféricos han disfrutado de poderes amplísimos, en los territorios
que han gobernado, para configurar la cultura y la realidad social de sus
pueblos. Incluso, en diversas ocasiones, traspasando los límites
constitucionales con decisiones y normas sectarias y arbitrarias.
Es cierto que el Estado de las Autonomías
necesita realizar todavía ajustes y modificaciones importantes, pero la
libertad de los pueblos que lo componen es enorme, no existe falta de
reconocimiento jurídico-político de los pueblos de España ni desconocimiento de
sus realidades nacionales, sino todo lo contrario.
En fin, creo que si los nacionalismos
periféricos desbloquearan de una vez su capacidad de innovación,
desprendiéndose de concepciones que ya resultan arcaicas, su aportación sería
muy positiva para el desarrollo político del conjunto de los pueblos de España.
Si no, constituirán un problema serio para el futuro.
¿QUE VA A SUCEDER EN EUSKADI?
Si nos atenemos a las encuestas de
intención de voto, parece que poco va a cambiar en Euskadi en las elecciones de
Octubre, salvo un ligero aumento de los partidos no nacionalistas y el
correlativo y ligero descenso de los nacionalistas.
Si esto sucede así, los resultados
electorales indicarían una situación de estancamiento político en la que nadie
tiene fuerza suficiente para poner en marcha políticas que acaben con el
problema principal de Euskadi, que es el del terrorismo. En esta perspectiva,
que parece haber sido asumida por la mayoría de las fuerzas políticas, ¿cuáles
son los movimientos que se detectan entre ellas?
Empezando por HB, que apoya el terrorismo,
como consecuencia de la política de aislamiento e incremento de la presión
policial derivada de los acontecimientos de Ermua y
de la política del Gobierno central, así como del cambio en la cúpula de la
coalición, parece atisbarse en su política un cierto cambio de orientación. Cambio
consistente en una mayor aproximación al resto de los partidos nacionalistas en
el intento de constituir un bloque hegemónico de estas fuerzas para impulsar
una ruptura con el Estado e imponer una solución independentista.
El PNV busca desesperadamente el
establecimiento de un diálogo con HB, que ponga fin a la violencia y permita
abrir un proceso de negociación entre las distintas fuerzas políticas vascas,
con el fin de configurar un nuevo marco político que responda a las
aspiraciones del pueblo vasco. El PNV parece que presupone que la voluntad
mayoritaria del pueblo vasco expresada hasta ahora no sirve para acabar con la
violencia, y por tanto tiene que ser modificada mediante un proceso de
negociación con los terroristas y sus apoyos institucionales, aceptando sus
condiciones y poniendo en marcha un proceso de autodeterminación en Euskadi
cuyo resultado previsible, según ellos, sería conseguir "la independencia en
Europa".
No parece que EA se diferencie mucho en su
estrategia, salvo en una mayor firmeza y estabilidad en su defensa de la misma.
IU-EB, que teóricamente defiende una
solución federal para la estructuración del Estado español, parece apostar por
una aproximación a los grupos nacionalistas con el fin de posibilitar el
diálogo, la negociación y la autodeterminación.
El PSE-PSOE ha realizado recientemente un
aparente giro estratégico, abandonando la coalición con los nacionalistas y
modificando su política de bastante años de apoyo a la
"gobernabilidad" con un papel secundario en el Gobierno. El PSOE
quizá haya pensado durante todos estos años que el aceptar las soluciones nacionalistas
al problema de la configuración de Euskadi y de sus relaciones con el Estado
permitiría integrar a los nacionalistas democráticos y apaciguar a los
terroristas. Una vez comprobada la equivocación de esta presuposición parece
que busca una nueva estrategia más firme de defensa del marco constitucional
frente al nacionalismo.
El PP viene siguiendo en Euskadi una
política de firmeza frente al terrorismo mediante el incremento de la presión
policial y la búsqueda de la cooperación internacional, aunque compensada esta
política con una alianza política parlamentaria con los nacionalistas del PNV y
una aceptación de sus peticiones más importantes, como la cesión de la potestad
tributaria al parlamento y gobierno vasco.
Existe una cierta contradicción interna
entre la política de firmeza del Ministerio del Interior y la política de
pactos y concesiones de la Presidencia, sin que haya acuerdo con el PNV en la
política antiterrorista. Mayor Oreja parece pensar que no es posible abrir un
proceso de diálogo y negociación sin el previo debilitamiento y abandono de las
armas por parte de ETA.
UA sigue una política próxima al PP,
aunque con una mayor firmeza ideológica de oposición al nacionalismo.
Pues bien, ¿qué puede pasar después de las
elecciones? Por supuesto, todo depende de unos resultados inciertos, pero
parece que hay que buscar una salida al inmovilismo de la situación, si se
confirman las encuestas de intención de voto.
La salida podría consistir en una
reapertura de la mesa de Ajuria Enea que ponga en marcha una consulta popular
en Euskadi, convocada por el Presidente del Gobierno de acuerdo con el art. 92
de la Constitución, con el fin de que los vascos decidan si quieren la
independencia. He explicado en otros artículos esta posible salida y no
insistiré aquí más en ella, pero creo que, dado el inmovilismo del sedicente
MLNV, es la única forma de privar de argumentos a los terroristas y de vencer
definitivamente al independentismo vasco.
Ahora bien, la apertura de un nuevo
proceso no puede significar, en mi opinión, una renuncia a las propias
posiciones de los partidos no nacionalistas, ni una aceptación de la impunidad
conseguida durante estos años por el sedicente MLNV y ETA. Es preciso
fortalecer la defensa de la sociedad vasca frente al fascismo y presionar al
Gobierno vasco para que cumpla con su función policial frente al autodenominado
MLNV.
¿Y EN CATALUÑA?
En Cataluña parece que existe la
posibilidad de que el largo período de gobierno de Pujol y de hegemonía del
nacionalismo pueda acercarse a su fin. Por primera vez desde 1980 se tiene la
sensación de que la candidatura de Maragall puede dar lugar a unas elecciones
realmente competitivas, en las que la suerte no está echada previamente. Tanto
las encuestas como la opinión pública transmiten la sensación de que los
resultados no son previsibles.
¿A qué es debido esto? Creo que
básicamente a dos razones: a que el discurso político del nacionalismo aburre y
parece agotado, y a que se ha producido un cambio interno en el equilibrio
entre las facciones del PSC después del congreso de Sitges. Este cambio, aunque
con contradicciones, parece estar acabando con el seguidismo y la falta de
alternativas del PSC frente al nacionalismo practicados
durante todos estos años. Es una pena que Sala haya resultado herido por el
asunto Filesa, pues le daba coherencia y firmeza a la
nueva situación.
Maragall y el PSC pueden ganar las
elecciones si consiguen movilizar dos tipos de apoyos: el del electorado de
origen foráneo, residente en las ciudades industriales y del área
metropolitana, que participa en las elecciones generales votando al PSOE y se
abstiene en las autonómicas sin votar al PSC; y el del electorado autóctono, de
izquierda, catalanista y de centro progresista, del conjunto de Cataluña, que
dispersa su voto entre los diversos partidos de izquierda, o que incluso vota a
CIU, por su dimensión catalanista.
A Maragall y al PSC les espera un trabajo
difícil, de tejer muy finamente la orientación y la estrategia política y
electoral para sumar todos estos apoyos variados y conseguir vencer al nacionalismo
conservador.
En mi opinión, la fórmula es defender un
catalanismo abierto, solidario con el resto de España, que sepa oponerse
firmemente al sectarismo que emerge del nacionalismo en muchas ocasiones, que
mantenga una posición integradora y modernizadora, sin privilegios ni
anacronismos en la relación con el Estado. Una política, en fin, que sea
avanzada socialmente y acabe con las reticencias, las desconfianzas, la
ambigüedad y la distancia con respecto a España que se respira en el
nacionalismo. Una política que defina con claridad un objetivo final
federalista para España y Europa, y que sea capaz de fundir la diversidad
cultural de Cataluña en una nueva unidad del pueblo para dar un paso adelante
en su proceso de desarrollo.
Queda por analizar, finalmente, un
problema básico que tienen que enfrentar el PSC y Maragall en este proceso, que
es el de definir la composición de la candidatura y las alianzas ante las
elecciones.
A mi juicio, Maragall y el PSC deben
adoptar una posición que persiga los objetivos siguientes:
---Optar con claridad por una hegemonía de
los socialistas en el proceso que se abre, sin renunciar a concurrir con las
siglas del partido a las elecciones ni hacer listas comunes o coaliciones
preelectorales que desdibujen el perfil de la candidatura.
---Presentar ante el electorado un
socialismo amplio, abierto y no sectario ni dogmático, que sea capaz de
plantear soluciones imaginativas y actuales a los problemas de la transición
que estamos viviendo en Cataluña, España y Europa.
---Llegar, si es posible, a un programa
común previo a las elecciones con IC, para el caso de que sea necesario formar
gobierno conjuntamente después. Pero este pograma no
debe salirse del centro-izquierda, a fin de mantener una orientación
equilibrada, que permita integrar en el Gobierno que se forme a representantes
del centro progresista, que de algún modo sintonizan con una parte de la amplia
clase media existente en Cataluña. Aquella parte de ella integrada por amplios
sectores profesionales, algunos sectores empresariales, y porciones de la
pequeña clase media comercial.
---Creo, en relación con lo anterior, que
es vital para el éxito de esta candidatura la integración en las listas y/o el
acuerdo público y previo a las elecciones, para participar en el gobierno, de
algunas personalidades representativas de este sector de la clase media, que
den visibilidad al equilibrio y moderación de la candidatura.
En este complicado tejido, no sobra nadie
dentro del PSC: ni los capitanes, ni Maragall, ni Borrell, ni Serra. Todos
tienen un importante papel que cumplir.