Artículo de Joaquín Leguina en su página web del 05 de marzo de 2009
Por su interés y relevancia
he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web.
Los resultados electorales del 1 de marzo de 2009 han puesto en la picota –y no sólo en Galicia- una estrategia montada por el “nuevo socialismo” tras la llegada de Rodríguez Zapatero a la Secretaría General del PSOE. Una estrategia consistente en propiciar “Gobiernos de progreso” allí donde pudieran montarse (desde con ERC en Cataluña hasta con los “leonesistas” en el Ayuntamiento de León).
Es obvio que en el envés de la trama de esa estrategia
estaba la idea “genial” de aislar al PP. En el interesado imaginario del
“nuevo” socialismo, el PP es un partido franquista y, por tanto, para acabar
con ese franquismo residual poco importaba la compañía con quien uno se metía
en el lecho gubernamental. Y, aunque en el decir británico “la política hace
muy extraños compañeros de cama”, los “encamados” con el PSOE en esta
estrategia “de progreso” resultaron ser clónicos: todos nacionalistas, todos
con pujos identitarios, todos independentistas… y, claro, aislar al PP a base
de juntarse con esos partidos no podía traer sino malas consecuencias para el
Estado.
La cosa quedó clara –vía catalana- en cuanto se abordaron, sin consenso con el
PP, asuntos de Estado, como el Estatuto de Cataluña. Dicho en otras palabras:
abordar a base de compañeros de viaje de corte identitario y nacionalista
cualquier política de Estado resulta una misión imposible. Con ellos, cualquier
estrategia de ese tipo está condenada al fracaso, a no ser que esa política
consista en introducir en las instituciones derivas identitarias y
disgregadoras.
Los dos intentos de “tripartito” en Cataluña dan buena cuenta de lo que se
acaba de escribir y lo mismo ha ocurrido con el fracasado “bipartito” gallego,
auténtico paradigma, este último, de lo que no se debe hacer. Porque, a estas
alturas, habremos de admitir que los nacionalistas identitarios son unos
auténticos maestros en crear problemas donde no los hay.
Incapacitados para una colaboración leal, los nacionalistas
del BNG han metido al PSOE gallego en una trampa para elefantes: a) impidiendo
que se constituyera un auténtico gobierno y creando en su lugar un reino de
Taifas dedicando su parcela a una cruzada independentista y clientelar, y b)
para más inri, sin que nadie les pusiera coto han arrastrado al “gobierno de
progreso” hacia donde tanto gusta a los independentistas: la guerra contra el
castellano… y, claro, en una tierra donde esa guerra no existía, muchas
personas razonables habrán pensado que ya está bien de bromas.
Los del “bipartito” han perdido las elecciones gallegas cuando lo lógico
hubiera sido consolidarse después de tan solo cuatro años en el poder y tras
décadas de gobiernos del PP. Por ello –y a pesar de los méritos que pueda tener
Núñez Feijoo- bien puede concluirse sin miedo al error que el PSOE y el BNG han
perdido las elecciones a causa de sus propios deméritos.
Pero, además, una estrategia (tan característica de un táctico) como ésa de aislar al PP que no se sostiene –ya lo he dicho- cuando es preciso abordar políticas de Estado, tampoco es fácil poner en pie en los territorios en los cuales el adversario principal del PSOE es un partido nacionalista. Tal es el caso del País Vasco. ¿Cómo aislar allí al PP sin contar con el PNV?
López lo ha expresado sin ambigüedades: “Ha llegado la hora
del cambio”. Pues bien, ese cambio sólo puede entenderse de una forma: que el
PNV pase a ocuparse, al fin, de la muy honorable labor de oposición… y para
ello se ha de contar –al menos en la investidura- con los votos “no
nacionalistas”, es decir, con los del PP.
El PNV, a partir del acuerdo estellés con ETA, montó un frente identitario y
soberanista, sostenido por su lehendakari y por sus dirigentes más radicales.
No es de extrañar, por tanto, que ahora haya fagocitado electoralmente a sus
compañeros de aventura (Eusko Alkartasuna y Esker Batua), dejando, incluso sin
escaño, a ese maestro del oportunismo llamado Javier Madrazo, convertido ahora
en enterrador de Izquierda Unida en el País Vasco.
Mas esa concentración de votos y de escaños constituye una victoria pírrica que
no le permitirá sostenerse en el Gobierno, a no ser, claro está, que de
inmediato comiencen los enjuagues y los mangoneos… intercambiando la
primogenitura del “cambio” en el País Vasco por un plato de lentejas en forma
de apoyo presupuestario en la Carrera de San Jerónimo de Madrid.