NI PODEMOS NI DEBEMOS
PERMITÍRNOSLO
Editorial
de “Libertad Digital” del 25-5-10
Por su interés y relevancia he
seleccionado el editorial que sigue para incluirlo en este sitio web
El poder que se ha autoarrogado
la clase política que dice representarnos es intolerable y constituye el primer
causante de la ruina económica, moral e institucional de la España actual.
Emulando a los violinistas del Titanic
que con el barco semihundido y la cubierta inclinada
sobre el mar seguían tocando para transmitir en vano al pasaje que no había
peligro, la casta política permanece ajena al drama económico que aflige a
millones de familias españolas. Hace tiempo que su serenata del “aquí no pasa
nada” dejó de surtir efecto. Hoy la primera y casi única preocupación de los
ciudadanos es la crisis, que se traduce en un desempleo monstruoso y en una
falta de expectativas entre los sectores mejor preparados y más productivos del
país, los únicos que pueden liderar la salida de este agujero negro en el que
nos ha sumido la intervención monetaria primero y el desbocado gasto público
después.
Pero la política tiene sus propios tiempos y, especialmente, sus propios y
sacrosantos intereses. Se empeñan en hacérnoslo saber a diario desde que se
produjo el descalabro. Cuando la sociedad vio de lejos las negras nubes de la
recesión empezó a ahorrar. Sus políticos hicieron exactamente lo contrario, se
lanzaron sobre la caja y, cuando ya no quedaba nada en ella, pidieron prestadas
ingentes cantidades de dinero fuera de España para atender sus cuantiosos
gastos corrientes. Llegado el momento de la verdad, que es el que estamos
viviendo en estas semanas de pasión, lejos de despertarse y mirar de frente a
la realidad, perseveran en su actitud asocial e inmoral de gastar a manos
llenas mientras el país se hunde literalmente delante de sus narices.
La indigna farsa que José Montilla ha protagonizado en el
Senado es el enésimo ejemplo de una clase, la compuesta por el medio millón de
políticos de todos los partidos, que ha perdido el norte, que ha colocado sus
fines como únicos a cumplimentar enteramente, al tiempo que consumaba el
divorcio definitivo con la sociedad civil que le permite vivir a cuerpo de rey.
España no puede permitirse el lujo de tener tanto y tan bien remunerado
político, no puede atender sus onerosos caprichos, que, cuando no van dirigidos
al pastoreo de votos, van directos a autosatisfacer la demanda de la propia
casta, o a azuzar las nocivas cuestiones identitarias
que tanto daño y tan caras han salido al país durante los últimos 30
años.
Durante las vacas gordas ese mal pasaba desapercibido en medio de la fiesta de
dinero barato y expansión sin límite. Hoy ya no es así y, como esos tiempos no
pueden volver porque todo era mentira, seguirá siendo así por mucho tiempo. El
poder que se ha autoarrogado la clase política que
dice representarnos es intolerable y constituye el primer causante de la ruina
económica, moral e institucional de la España actual. Ha llegado el momento de
que dentro se haga un profundo examen de conciencia como el que el consejero
madrileño Francisco Granados ha invitado a hacer a la Cámara Alta.
Con la que está cayendo no podemos permitirnos el despropósito de que el
presidente de una comunidad autónoma monte un show políglota a mayor gloria de no se sabe bien qué
pluralidad lingüística violentada por el inexistente centralismo. No podemos
permitirnos el lujo de tener al ministro de Trabajo perdiendo el tiempo
mientras hay casi cinco millones de personas en la cola del paro. No podemos,
en definitiva, asistir impasibles a los desentonados acordes de una casta de
ungidos mientras el barco se va a pique.